Estimado señor
Orlando Pérez
Director de El Telégrafo
Presente
En el excelente suplemento cartóNPiedra se incluye una crónica sobre la novela “El abuelo que saltó por la ventana y se largó”, del sueco Jonas Jonasson. La lectura de dicha crónica me ha movido a dos reflexiones:
1. La novela -y toda obra de arte- que aborda los conflictos sociales puede conducir a dos posibilidades: a) La catarsis, como en esa lejana historieta de Quino en la que un burócrata aburrido y triste saca del cajón de su escritorio un rollo de papel y va con él al baño. Allí, frente al espejo, lo despliega, es el rostro del “Che”. Lo coloca en reemplazo de su propio rostro y se mira en el espejo. Lo vuelve a enrollar y salta con una expresión de dicha, al menos de satisfacción: fue él mismo el “Che” durante unos segundos. He ahí la catarsis. O b) Puede mover, como en el caso del gran Mikis Teodorakis, cuyas melodías y poemas motivaron al pueblo griego a resistir y echar al invasor nazi de su suelo y luego luchar contra el poder oligárquico encaramado desde hace siglos.
2. La novela de Jonasson bien puede, pues, conducir a la risa, fruto de una descripción medio humorística de la crisis europea y su tragedia. Y, de algún modo, a la catarsis: con la risa se descarga de sus sufrimientos y sus frustraciones. O puede -ojalá- convocar a la rebelión (no necesariamente violenta), a fin de que los pueblos europeos, sobre todo griego, lusitano y español, den cuenta de un sistema de oprobio que, de la noche a la mañana, echa a pique el estado de bienestar de esos pueblos, por la vigencia de una economía financiera especulativa y su correlativa política belicista. Rebelión que, por supuesto, dependerá del nivel de conciencia de los europeos, por el momento atorada entre la prepotencia primermundista, la xenofobia y el eurocentrismo aún prevaleciente.
Atentamente
Jaime Muñoz Mantilla
C.C. 1702447747