Nunca un referéndum o consulta popular causó tanto revuelo como el presente, en los últimos 30 años. Y es que se nota que las 10 preguntas propuestas por el Ejecutivo han puesto el dedo en la llaga. Han tocado puntos neurálgicos que siempre estuvieron vedados para el ciudadano común y, por el contrario, han sido exclusivos para los herederos de las riquezas del Ecuador (que son los grandes empresarios y políticos de “raigambre” que hicieron sus fortunas desde la “cosa pública”).
Pedirles que justifiquen sus riquezas ha resultado un insulto para ellos. Seguramente lo mal habido es lo que tratan de ocultar. Y para juzgarlos se necesita de cortes y jueces probos, que no respondan órdenes de los caciques de la política. Esto, que se logrará cuando se cree el nuevo marco jurídico, tiene su raíz sólida en los cambios propuestos por el Presidente en las preguntas del referéndum.
De ahí viene el origen de la inseguridad en todos los niveles. Es lo que debemos cambiar. No podemos seguir como estamos. El pueblo sabe y todos sabemos que la delincuencia violenta no es de ahora. No es exclusividad de este Gobierno. Viene de más de una década, explotó con la exacerbación de la corrupción judicial.
La campaña abre las puertas a las propuestas serias, didácticas, si se quiere. Que se explique el porqué de la necesidad de cambiar. O el porqué no se debe cambiar, de acuerdo a las posturas. O que se explique el porqué los políticos tradicionalistas desean que se continúe con el estado actual de jurisprudencia.
Pero que no vengan con posturas mediocres, con propuestas folclóricas. Vetemos a esas politiqueras que buscan un puesto en las listas para asambleístas de sus partidos políticos y para ello salen a despotricar contra el Presidente, al que le atribuyen todos los males con el único afán de que su virulencia verbal las catapulte a la Asamblea.
Vetemos a esos arcaicos políticos que se creen dueños de la verdad y son los verdaderos causantes de la debacle moral del sistema de justicia que ellos manejan tras bastidores. Esos mismos que hoy se rasgan las vestiduras, antes fueron poder y siempre fueron un poder tras el poder.
Seamos indiferentes ante esos curas borgianos que utilizan la sotana para esconder sus propósitos elitistas y tratan de imponer solapadamente los dictámenes de la “mafia sagrada” a la que representan (Opus Dei), a través de sermones políticos que en lugar de acercar a Dios con el pueblo, lo alejan y buscan el sometimiento de los pobres por el rico.
La campaña sucia está en pleno auge. La inexistencia de propuestas valederas para combatir las preguntas ha llevado a la oposición a caer en esas artimañas detestables, ominosas, de irrespeto al elector. Eso es lo que llama campaña sucia.
Combatirla depende de todos, con claridad de criterios, con la didáctica, con la verdad. Esa será la mejor propuesta y la mejor respuesta.
Atentamente,
Ramiro Serrano Miranda
Durán, Ecuador