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El Telégrafo

Buscando el camino

05 de julio de 2015

Debo comenzar confesando la ingrata sorpresa que me he llevado al escuchar a gente humilde, de clase media, y hasta excluidos del disfrute de las más mínimas comodidades de la vida moderna, rechazando proyectos de ley que mejorarían la distribución de las riquezas sociales y con ello mejorar significativamente sus condiciones de vida material. Me he quedado atónito al ver a sencillos trabajadores del pueblo defendiendo la permanencia de un modelo de gestión municipal que, en Guayaquil, se ha caracterizado por el autoritarismo y la verticalidad en los procesos de toma de decisiones en los asuntos públicos.

Buscar respuestas no es fácil, sobre todo con la indignación que produce ver a las víctimas proveer del hacha a sus verdugos. Sin embargo, es necesario darle una lectura objetiva a la coyuntura actual en la que parece que los ‘señores de la gleba’ recobran fuerza para amenazar las libertades logradas en los últimos ocho años en Ecuador.

El maestro brasileño Paulo Freire describió, en su obra Pedagogía del oprimido, con claridad meridiana, los procesos que rigen la relación dialéctica entre opresores y oprimidos. Sus palabras se vuelven pertinentes para el análisis de nuestra realidad actual. Freire sostiene:

“Existe, en cierto momento de la experiencia existencial de los oprimidos, una atracción irresistible por el opresor. Por sus patrones de vida. Participar de estos patrones constituye una aspiración incontenible. En su enajenación quieren, a toda costa, parecerse al opresor, imitarlo, seguirlo. Esto se verifica, sobre todo, en los oprimidos de los estratos medios, cuyo anhelo es llegar a ser iguales al ‘hombre ilustre’ de la denominada clase ‘superior’”.

Ahora nos situamos en el ámbito de la cultura hegemónica de la que el filósofo, político y periodista italiano Antonio Gramsci nos ilustrara en la primera parte del siglo anterior. Para Gramsci, la dominación social se impone mediante la hegemonía, que no es otra cosa que un sistema de significados propios impuestos por una clase sobre otras.  

El conflicto actual en Ecuador no tiene una base objetiva real, ya que las propuestas de reformas del Estado están todas dirigidas a la consolidación de un orden institucional inclusivo que garantice de manera eficiente procesos de ejercidos de derechos enmarcados en la democracia, la equidad y la inclusión.

¿Por qué, entonces, vemos a muchos de los excluidos de siempre sumados a protestas que defienden los privilegios de esos pocos? Pues bien, el segundo elemento para una respuesta política a la coyuntura está en el manejo de los tres grandes ejes de la dominación hegemónica: sistema educativo, religión y medios de comunicación. Todos ellos nos venden el concepto de que cada persona puede hacer lo que le plazca, la ley de la selva, donde solo gana el más fuerte, y que eso es la libertad: el derecho a salirse con la suya sin afrontar las consecuencias de sus actos.

Finalmente, parece llegado el momento de repensar la organización política orientándola para sostener los logros y avances que la patria ha conseguido. Esta organización no solo debe pensarse como un instrumento electoral, sino -y sobre todo- como un aparato de producción de cuadros a todo nivel. Que en cada barrio del país y en cada escenario de la sociedad exista un militante, conceptualmente claro y políticamente comprometido, capaz de orientar y dirigir a la población en la defensa de su interés. Esta iniciativa hasta ahora ha estado en la alta dirigencia del movimiento y debe transferirse al empoderamiento del ciudadano común. Solo así triunfará Ecuador.

Jorge Washington González Mendoza

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