Siempre, así lo dice la historia, han existido -para bien de la humanidad- criaturas superiores que cantaron al amor, a la paz y levantaron las banderas de la igualdad social. Esa virtud divina, decimos nosotros, de la poesía y la música ha venido sembrando incesantemente con pasión, pese a todas las adversidades, semillas de humanismo, olorosas a pan fresco y a jardines florecidos. Estos sensibles trovadores, con municiones de ternura, llegaron con tenacidad ejemplar a “irritar” a los mantenedores de la opresión y la maldad universal. No olvidemos al Nazareno hombre, que pregonó con cantos y poesías la justicia levantando el puño contra los desaforados por la ignominia, que fue conducido al calvario y que una cruz endemoniada terminó su vida, acolitado del aleteo angustioso de tristes mariposas. Hagamos memoria y rememoremos a Abraham Lincoln, pálido mensajero del sentimiento del pueblo norteamericano, que con su canción de igualdad, quien con su asesinato tiñó de sangre un teatro, cuyo nombre siempre vamos a olvidar. Recordemos a Gandhi, con su túnica y alma blanca, cargando en versos y en melodías de amor, asesinado en la india. Tengamos presente a Federico García Lorca, quien embebido en poesías quería lograr para el hombre un horizonte de golondrinas, ejecutado por el fascismo en España. Jamás olvidaremos a los Parra y Jara, mutilados en Chile y cruelmente asesinados ante la impotencia embriagante de los viñedos. Muchos hombres de corazones solidarios han sido víctimas de la traición y la maldad y luego arrebatados de la vida, por combatir desde diversas trincheras a la prepotencia, el abuso y el desaliento, entre ellos, Bolívar, Alfaro, Vargas Torres, Amador Viteri, Sandino, Guevara, Allende, para solo nombrar los de nuestra América. Siempre la maldad ha merodeado en acecho, tras bastidores a la palabra de alma noble.
Facundo Cabral, vital, inteligente, con su cánticos de rojas protestas, fue asesinado por los mismos que en el ayer inmortalizaron a los grandes trovadores con poesías, guitarras, machetes o fusiles. Estos insensatos son los mismos, con rostros y nombres diferentes.
Actitudes de la miseria humana no acallarán la fibra revolucionaria de los cantores del mundo. Cuando “callan al cantor” de esa manera, no, “no calla la vida”. Más se multiplicarán las poesías, las proclamas y las melodías que animarán a infinidad de pájaros de alas blancas a cubrir con ellas, algún día, de paz y justicia el planeta que habitamos. Algún día…
Arturo Santos Ditto
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