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El Telégrafo

Alcohol y seguridad

15 de septiembre de 2012

El Ministro de Seguridad del Ecuador, en sus declaraciones sobre los hechos de violencia ocurridos en la ciudad de Cuenca el pasado fin de semana, manifestó que una de las causas para que se dieran los mismos ha sido el alto consumo de alcohol que existe en la ciudad. Aquí algunas reflexiones sobre esto.

Para nadie es desconocido que Cuenca es una ciudad en donde el consumo de alcohol, tanto de adultos y jóvenes, y a veces adolescentes, casi niños, es excesivo. Pienso que los latinoamericanos, los ecuatorianos y, sobre todo, los cuencanos hemos “normalizado” esta práctica, especialmente los fines de semana.

El consumo de alcohol en grandes cantidades genera cambios en la forma de ser de las personas, y se convierte en un detonante para sacar a flote las frustraciones, las decepciones, las angustias que forman parte de nuestra vida, manifestándose en hechos de violencia. Si no, recordemos un poquito, ¿cuántas muertes se han producido por actos violentos perpetrados por individuos en estado etílico? ¿Cuántos accidentes automovilísticos que han dejado lesionados, heridos graves y cientos de muertos? ¿Cuánto dolor e indignación, cuánta devastación y secuelas irreparables ha producido una noche de copas sin medida? En el Ecuador, la tercera causa de los accidentes de tránsito es precisamente el consumo de alcohol, y no se tienen datos exactos sobre los casos de violencia, pero creo que la lista sería larga, y no se podría terminar de enumerar.

Sin embargo, ¿qué hacemos nosotros frente a esta situación que afecta a toda la sociedad? Algunas instituciones y organismos han pretendido disminuir y, si es posible, cortar de raíz el consumo, especialmente en jóvenes, y así han lanzado campañas como “Vivamos la fiesta en paz”, a la que desgraciadamente ni el Estado nacional, ni los gobiernos locales, ni organismos privados han apoyado como se debería a esta iniciativa que ha dado buenos resultados, especialmente en la ciudad de Quito, en donde se originó y que con el tiempo se extendió a otras ciudades del país.

Mas no creo que se deba llegar solamente a las fiestas de fundación o de independencia de una ciudad para que tanto padres de familia, educadores, estudiantes, en fin, la sociedad en general, tomemos conciencia del daño que provoca el consumo de alcohol. Por lo menos, tenemos que estar conscientes de que el alcohol es una droga y como tal produce alteraciones en nuestro organismo.

Es lamentable ver en los periódicos, especialmente los lunes, noticias sobre accidentes de tránsito, riñas callejeras, violencia doméstica, y un largo etcétera, provocados por individuos en estado etílico. Frente a esta realidad, seguimos indolentes y justificando estos sucesos. ¿Hasta dónde tendremos que llegar para tomar cartas en el asunto y dejar de normalizar ciertas situaciones? ¿Qué desgracias nos tienen que ocurrir como sociedad, como familias o como personas, para dejar de justificar el consumo excesivo de alcohol?

Nuestro aporte para que esto cambie debe ser que enfrentemos el problema y consideremos que beber alcohol, sin importar la cantidad, siempre será un comportamiento de riesgo. Así, iremos cambiando la forma de pensar sobre esta situación. Sin embargo, este tema da para debates mucho más amplios, y pienso que deben ser abordados por todos los miembros de la sociedad en su conjunto.

Mauricio Sebastián Carrasco Aguilar
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