Freire expresaba una proposición interesante: lucho por una educación que nos enseñe a pensar. Es así pues, que durante la “década ganada” hubo ciertos cambios de condiciones educativas, empero la manipulación creó la percepción de que todo andaba conforme, cayendo en desacierto

La retórica de fingido talante socialista influyó de manera que hubo ciertas mejorías de gestión docente, formativa e instructiva y universitaria, pues basta recordar brevemente la dimensión educativa como elemental para la evolución de consciencia, adquisición de conocimientos y fortalecimientos de la cultura ciudadana en general. Este es el pilar al que se instó la transformación de estructura, acceso gratuito a la educación, supuestos intentos de potenciar capacidades y destrezas; de manera que la izquierda situó su confianza en la idea de que la “revolución” había llegado.   

Pero, el efecto de no aplicar la crítica para desmentir la verdadera esencia gubernativa o educativa tuvo su consecuencia. Pues jamás en la historia del Ecuador se apreció tanto índice de consumo de sustancias, fenómeno que tuvo espacio en ciertos planteles del milenio, en instituciones privadas y fiscales, dicho anómalo no vio casta, ideología o dogma. 

Cambios de infraestructura, de “cultura” y de sospechados “derechos” que en vez de mermar, reforzaron la conducta adictiva de la población adolescente; común se hizo ver lozanos muchachos consumiendo en colegios, universidades, inclusive en el trasporte urbano, en la calle, el mercado quienes aludían en su vulnerabilidad “esto es lo que el gobierno me permite consumir.” ¿Qué hacía la educación?

La oposición lo usó como slogan para su propia propaganda, mientras los pseudorevolucionarios callaron temiendo por sus feudos; es que corriente se hizo pensar que el uso de sustancias no implica daño social y psicológico. (O)

César Aizaga Castro