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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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¿Qué hace falta en el contexto internacional para cambiar las condiciones de desigualdad?

Las mujeres protagonizan la mayor revolución silenciosa de los últimos años

Es un avance, en la definición como política de Estado, la erradicación de la violencia de género contra la niñez, la adolescencia y las mujeres. Cortesía Secretaría de la Política
Es un avance, en la definición como política de Estado, la erradicación de la violencia de género contra la niñez, la adolescencia y las mujeres. Cortesía Secretaría de la Política
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Hablar sobre la situación de la mujer no es tarea fácil. Escribir sobre ella, más difícil; pretender definirla, tarea casi imposible.

Durante un taller entre compañeras de pueblos y nacionalidades ecuatorianas se inició un debate incitándolas a definir con una sola palabra lo que para ellas significaba “Ser Mujer”, y las respuestas no se hicieron esperar: “madre, vida, Luna, tierra, placenta, reproducción, chacra, cultura, origen, universo, semilla, complementariedad”, poniéndose en evidencia la estrecha relación que existe entre la mujer y la naturaleza. Es muy probable que en un entorno urbano las respuestas hubieran sido otras ya que en esos espacios se dan concepciones diferentes sobre lo femenino o sobre el género que son consecuencia de los diferentes roles que las mujeres tienen en nuestras sociedades.

Pero, al margen de estas definiciones, nos podemos preguntar: ¿Cuál es la situación actual de las mujeres, en el contexto mundial, regional o local? ¿Se han experimentado cambios significativos en los últimos veinte o treinta años? ¿La situación está peor o mejor? ¿Qué ha pasado? Organismos internacionales como las Naciones Unidas han realizado una serie de conferencias sobre la mujer (México 1975, Copenhague 1980, Nairobi 1985 y Beijing 1995) donde se han planteado plataformas de acción que permitan la visibilización, el empoderamiento, el mejoramiento de las condiciones de vida y la eliminación de todas las formas de exclusión, discriminación y violencia a las cuales históricamente las mujeres han sido expuestas, producto de modelos patriarcales y relaciones desiguales de poder.

Los esfuerzos, programas y proyectos impulsados en esta línea, ¿han sido suficientes para enfrentar la situación de desigualdad de género? ¿Qué hace falta generar en el contexto internacional para cambiar este escenario de inequidad?

A nivel latinoamericano, en las últimas cuatro décadas se han experimentando cambios favorables que permiten el empoderamiento de la mujer, sobre todo en el ámbito de la participación política, a través del cual han llegado a ocupar los más altos cargos como primeras mandatarias en sus países: Violeta Chamorro en Nicaragua; Dilma Rousseff en Brasil; Cristina Fernández en Argentina; Laura Chinchilla en Costa Rica; Michelle Bachelet en Chile; Mireya Elisa Moscoso Rodríguez en Panamá, o Rosalía Arteaga en Ecuador.

En el contexto ecuatoriano la temática ha experimentado cambios significativos que no se pueden dejar de lado. La Constitución de 2008, una de las más garantistas en derechos de la Región, establece en el Art. 66.4 a la igualdad y a la no discriminación como derechos de libertad y desarrolla cada una de sus manifestaciones.

Entre estas transformaciones está el mejoramiento de la situación laboral de las mujeres en el país. En 1990 la Población Económicamente Activa (PEA) de mujeres correspondía al 19%, cifra que ha aumentado, según datos del Censo de 2010, al 37%.

En cuanto a equidad de género y la participación política de las mujeres, por primera vez en la historia del Ecuador tres mujeres lideran la Asamblea Nacional. En la Función Ejecutiva el porcentaje de representación femenina llega casi al 42%, mientras que en la Función Judicial alcanza el 40%. Según el Foro Económico Mundial (FEM), Ecuador es el segundo país, solo superado por Nicaragua, con mayor equidad de género en América Latina. Desde 2006 el Ecuador ha escalado 61 puestos en este ranking internacional. En la actualidad ocupa el puesto 21 de las 142 naciones que aparecen en el informe anual del FEM. Cabe añadir que recientemente fue posesionada como presidenta del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social una mujer afroecuatoriana, Raquel González.

Los logros no quedan ahí. Por ejemplo, en abril de 2015, se aprobó la Ley de Justicia Laboral que permite a las trabajadoras domésticas no remuneradas afiliarse a la seguridad social y gozar de una pensión jubilar cuando finalice su vida productiva o en caso de viudez o incapacidad.

Recientemente se ha iniciado el proceso de afiliación y se espera que al final del año se produzca la afiliación de doscientas mil mujeres.

Frente a estos cambios positivos contrastan los aún altos niveles de violencia contra la mujer. Según la Encuesta de Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres, realizada por el INEC, el 61% de las mujeres del país afirman haber sido víctimas de algún tipo de violencia de género. Eso correspondería a un total de 3’260.000 mujeres.

La violencia psicológica o emocional es la más frecuente, pues más de la mitad de las mujeres (53,9%) señalan haber recibido prohibiciones y amenazas, haber sido encerradas, humilladas u ofendidas, es decir, haber sufrido agresiones que atentan contra su dignidad y resquebrajan su autoestima. En orden de magnitud le sigue la violencia física, ya que el 38% de mujeres han recibido golpes, han sido tironeadas, heridas y lastimadas por uno o más agresores, en un claro atentado a su integridad personal. En tercer lugar aparece la violencia sexual cometida por distintos perpetradores, pues 1 de cada 4 mujeres (25,7%) ha vivido alguna agresión de este tipo, sea que haya sufrido abuso sexual antes de cumplir 18 años, haya sido acosada sexualmente, violada u obligada a realizar actos sexuales en contra de su voluntad.

Dichas imposiciones no solo atentan contra su libertad sexual, sino que suelen tener efectos devastadores en la vida de las mujeres. Finalmente se sitúa la violencia patrimonial (16,7%), la cual se refiere al daño, pérdida, sustracción o destrucción de instrumentos de trabajo, bienes, documentos personales o de los recursos económicos de las mujeres.

Por provincias, Morona Santiago, Pastaza, Tungurahua y Pichincha son los territorios en los que se reporta un mayor número de casos de violencia de género, mientras que, por etnicidad, destacan los casos de violencia a mujeres indígenas o afroecuatorianas, que suelen soportar diferentes formas de discriminación.

Ante esta realidad se han producido avances como la definición como política de Estado de la erradicación de la violencia de género contra la niñez, la adolescencia y contra las mujeres. En este sentido se crearon unidades de atención para la mujer y la familia y se avanza en material legal tipificando, por ejemplo, el femicidio, el cual se sanciona con la pena máxima de 26 años y con una acumulación de hasta 40 años.

Aun cuando la situación de la mujer por su condición biológica no ha cambiado sustancialmente, también es cierto que su condición en la Edad Antigua difiere de la de la Edad Media y esta obviamente a la de la Edad Moderna y Contemporánea. Igualmente, nada tiene que ver el mundo de las mujeres de Sudáfrica con las de Europa Central, las de Norteamérica con las de Medio Oriente, las de Australia con las de Corea del Norte, o las de América Latina con las escandinavas. Todas se mueven en un escenario heterogéneo y responden a una serie de variables socio-culturales, espaciales y políticas diversas que hacen que tanto las expectativas como los desafíos sean marcados por la diversidad.

Sin olvidar que en las luchas reivindicativas por lograr la visibilización de la mujer y la equidad de género muchas mujeres consagraron su vida y se han convertido en verdaderos símbolos de valentía y de dignidad humana, hay mujeres que desde el anonimato y el silencio son referentes de vida y están aportando desde su lugar de enunciación por un mundo más equitativo y justo.

Sí, se ha avanzado pero también queda mucho por hacer para lograr una real equidad de género en el contexto mundial y en el contexto ecuatoriano en particular.

La Agenda Nacional de las Mujeres y la Igualdad de Género es el instrumento que define las acciones a implementar en el horizonte de 2017.

Algunas de ellas se perciben revolucionarias pero son, precisamente, la suma de estas las que construirán una sociedad más equitativa, basada primordialmente en la complementariedad, la reciprocidad, el amor, la ternura y la solidaridad, principios que alientan a un mejor relacionamiento entre los seres humanos. (O)

Ejes de la Agenda Nacional de las Mujeres y la Igualdad de Género 2014-2017

1.- Reproducción y sostenibilidad de la vida
2.- Una vida libre de violencia
3.- Educación y conocimiento
4.- Salud
5.- Deporte y recreación
6.- Cultura, comunicación y arte
7.- Producción y empleo
8.- Ambiente
9.- Poder y toma de decisiones
En la Función Ejecutiva
el porcentaje de representación femenina llega casi al 42%.

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