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El Telégrafo

El hombre que hizo implorar a los Estados Unidos

El hombre que hizo implorar a los Estados Unidos
08 de abril de 2012 - 00:00

Ese día quedará grabado en la memoria de los Estados Unidos. Nunca antes un portavoz oficial había pronunciado palabras de ese calibre, ni siquiera en los momentos más críticos como la Segunda Guerra Mundial, la guerra en Vietnam y Corea.

El 30 de julio de 2010, el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, en una entrevista al programaToday, de la cadena NBC, dijo: (la Casa Blanca) “solo puede implorar a la persona que tiene los documentos que no cuelgue más en Internet”.

Gibbs se refería a la filtración de unos 90 mil documentos de WikiLeaks sobre las acciones estadounidenses en Afganistán. Según él, con la divulgación y conocimiento de esas acciones, “ha puesto en peligro las vidas de personal afgano que trabaja con las fuerzas estadounidenses en ese país”. Y sentenció la frase que hasta ahora no se ha cumplido: los talibán habrían asegurado que buscarían a las personas nombradas en esos documentos para tomar represalias. De hecho, a día seguido WikiLeaks ofreció que no publicaría 15.000 documentos adicionales para no agravar la situación.

En ese momento, para muchos, la historia de la humanidad tomó otro rumbo, pero también el periodismo ingresó en una crisis y autoevaluación de su sentido y trabajo sobre lo que informa sobre determinados hechos. En algunas declaraciones, Julian Assange ha dicho que muchos periódicos y periodistas contribuyeron a construir una “realidad” sobre la base de lo que ciertas potencias y poderes forjaron para justificar guerras y acciones contra naciones y personas que no coinciden con las políticas de las potencias.

Pero WikiLeaks no era una organización desconocida. WikiLeaks (del inglés leak: fuga, goteo, filtración de información) se define como una organización mediática internacional sin fines de lucro. Desde diciembre de 2006, a través de su sitio web, muestra informes anónimos y documentos filtrados “con contenido sensible en materia de interés público, preservando el anonimato de sus fuentes”. Ha acumulado hasta ahora  1,2 millones de documentos.

Su creador es Julian Assange, quien se autodefine como periodista. Aunque públicamente nunca ha dicho dónde y cuándo nació se conoce que fue en 1971 en Townsville, ciudad de la costa noroeste australiana. Varios testimonios recogidos por la prensa internacional confirman ese dato, pues han sido entrevistados algunos de sus conocidos y/o allegados.

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Para Suelette Dreyfus, periodista e investigadora australiana, Assange es alguien “con una mente brillante, apasionado por la tecnología y con un gran sentido de la moral política, muy interesado en la obligación del Estado de rendir cuentas ante los ciudadanos. El concepto de justicia le había fascinado desde siempre. Julian fue un autodidacta, que lo aprendió casi todo leyendo a los clásicos. Su madre me contó una vez que le leía a Aristóteles, Eurípides o Shakespeare a la hora de dormir”.

Y ese personaje, que se encuentra bajo arresto domiciliario, es el mismo que ahora espera una decisión de un tribunal de Londres para que conceda o no la extradición a Suecia, donde está acusado de abuso sexual. La orden de arresto se emitió para interrogarlo sobre las acusaciones de dos mujeres, pero no tiene un proceso judicial. De la información dada a este diario, la decisión estaría por concretarse en esta semana o la próxima, a más tardar.

El riesgo, en lo que coinciden muchos analistas y juristas, es que, si no se autoriza la extradición, EE.UU. solicitaría para sí ese pedido bajo la acusación de, entre otras, espionaje y revelación de secretos oficiales al enemigo, que puede incluir un juicio militar en su contra, hasta el extremo que podría solicitarse la pena de muerte. Lo grave del tema es que si Gran Bretaña no otorga la extradición a los EE.UU. se produciría un conflicto diplomático sin precedentes.

A todo eso se une una “coordinada” acción de bancos y tarjetas de crédito para bloquear las cuentas de WikiLeaks, hasta la de donantes, para impedir el financiamiento de las actividades de esta organización, que ha visto mermados considerablemente sus ingresos.

Desde el mes de diciembre de 2010 esa “coordinación” se  produjo entre las instituciones financieras de mayor influencia y poder en el mundo. Su propósito fue imponer un bloqueo financiero a WikiLeaks, a su fundador Julian Assange y a otras instituciones relacionadas con este y ubicadas fuera del territorio de los EE.UU., en Islandia, Alemania y Reino Unido.

Los abogados defensores de la organización dicen que ningún juez aprobó dicho bloqueo, es decir, fue hecho totalmente fuera de la ley. Esta “coordinación”, conformada por compañías poderosas, controla el sistema global de métodos de pago vía electrónica. Por lo tanto, controla también las acciones de individuos alrededor del mundo, sin importar su nacionalidad.

La “coordinación” impide que las personas puedan donar a la organización que ellos quieren apoyar. Al atacar a WikiLeaks, el bloqueo financiero afecta los derechos de las personas, el derecho a saber, la libertad individual a donar y a votar con sus billeteras por las causas que desean apoyar.

En la práctica, que no ha sido motivo de denuncia de las organizaciones internacionales de prensa y periódicos, las acciones por las que se busca bloquear cualquier flujo de donaciones a WikiLeaks son ilegales y constituyen censura indirecta. Impiden divulgar documentos que son de carácter público.

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