Fueron, en los años setenta, militantes contra la dictadura: uno era dirigente de los metalúrgicos; el otro un profesor de sociología que se acercaba al barro de las luchas populares por el salario. Años después, uno en el Partido de los Trabajadores (PT) y el otro en el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), son acérrimos rivales.

Y en esta actualidad de Brasil, los expresidentes Fernando Henrique Cardoso Y Luiz Inácio Lula da Silva vuelven al primer plano de la agenda nacional. Según el Instituto Datafolha, el 39% de los brasileños considera a Lula (2003-2010) el mejor presidente de la historia de Brasil, seguido por un 16% de Cardoso (1995-2002). Cardoso, fuera de carrera por edad (85 años) y por falta de popularidad en las encuestas. Lula apuesta, pese a que su imagen ha sido afectada, a volver en 2018 a suceder a su delfín, Dilma Rousseff.

La ofensiva mediática y de parte del poder judicial contra Lula, denunciada a El Telégrafo por el presidente de la comisión de derechos humanos de la Càmara de Diputados, Paulo Pimenta, ahora encontró un freno con las revelaciones que involucran a Cardoso, convertido en uno de los héroes de la derecha opositora por haber aplicado en Brasil el recetario de privatizaciones y baja de salarios que rigió a la mayor parte del continente en los años noventa. Ahora, Cardoso se había puesto a favor del juicio político dce la presidenta Dilma Rousseff. Pero ese freno llegó de la mano de su examante, la periodista de la cadena Globo Miriam Dutra. Ella fue enviada al exilio (corresponsal de Globo en Madrid). E incluso la revista Veja, dijo ella a la prensa brasileña, dijo que esa publicación utlraconservadora armó una nota con su consentimiento en los año noventa para afirmar que el padre de su hijo era un biólogo. Y no Cardoso. El asunto era tan delicado que Cardoso nombró como asesora del Minsiterio de Justicia a la hermana de su entonces amante. Margrit Dutra, hermana de Miriam, trabaja hoy como asesora fantasma del senador y excandidato presidencial José Serra, otro de los polílticos opositores que intentó subirse a la marea ética contra el PT. Serra admitió que su empleada, pagada con fondos públicos, realiza trabajos confidenciales. Ella fue vista en las manifestaciones de "Fuera Dilma" reclamando el "Fin de la Corrupción".

En medio de la revelación sobre la amante de Cardoso -el expresidente estaba casado con la socióloga Ruth Cardoso, ya fallecida-, el miércoles pasado el consejo de segunda instancia de los fiscales suspendió por fallas de procedimiento el testimonio de Lula ante un representante del Ministerio Público abiertamente opositor que quería invesitgarlo por una supuesta conexión con la construcción de un edificio en la playa de Guarujá. En la puerta del tribunal, apoyadores de Lula fueron reprimidos por la policía, cuando se enfrentaron contra los opositores a Lula.

La examante de Cardoso no hizo apenas revelaciones conyugales de sus seis años de pasión. Fue más allá. Contó que durante tres años, su silencio fue comprado con 3 mil dólares mensuales que recibía de Brasil por parte de una empresa llamada Brasif, que controlaba los duty free del país, le enviaba 3 mil dólares por mes para comprar su silencio. "Si hay indicios de crimen" (de lavado de dinero) será investigado por la Policía Federal, dijo el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo.

Brasif dijo que Cardoso no tenía vinculaciones con el envío del dinero para mantener a Tomás Dutra Schidmt. El expresidente sostuvo hace algunos años, luego de reconocer al hijo, que dos exámenes de DNA no le indicaron que es padre del muchacho. Cardoso sin embargo, admitió esta semana que le hizo remesas a Tomás pero a partir de la ilegalidad.

La justicia brasileña ha determinado que el escándalod e corrupción en Petrobras, con sobornos de empresas constructora a sus funcionarios, no sólo imperó en la era de Lula, sino que se retrotraen a la década de Cardoso. Este debate, en medio del pronóstico oficial de una caída económica del 2,9% para 2016, debe marcar parte del año, deberá marcar parte de este año, el segundo de crisis de la gestión Rousseff, que aún debe -se espera- superar en el Congreos un proceso de juicio político. (I)