El Ejército sirio y sus aliados intensificaron los combates
El Estado Islámico mató a 135 personas y secuestró a 400 civiles
El grupo terrorista Estado Islámico (EI) no ceja en su empeño de mantener viva su intención de conquistar todo el territorio sirio. A pesar de haber sufrido derrotas severas en los últimos meses, incluyendo la caída del 40% del territorio que llegó a controlar en Irak y alrededor del 20% en Siria —según el diagnóstico del coronel estadounidense Steve Warren—, las fuerzas del Daesh —como se llama a la organización— permanecen en su estrategia de implementar golpes de efecto en medio del conflicto que incluye a los efectivos del Régimen sirio y los guerrilleros rebeldes.
El último golpe y de especial virulencia se registró en la madrugada del sábado pasado. Los yihadistas ejecutaron una ofensiva sobre el barrio de Al Bagaliye, en la ciudad de Deir el Zur —frontera con Irak—, en el este del país sirio. Conquistaron en torno al 60% de la ciudad, aunque algunas partes y un aeropuerto militar cercano siguen bajo control del régimen.
El dantesco saldo del asalto oscila entre los 300 fallecidos anunciados por fuentes gubernamentales y los 135 documentados por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
Con respecto a la primera cifra, la agencia de noticias oficial SANA argumenta que los 300 civiles muertos fueron ajusticiados y especifica que en ese registro se encontraban varias decenas de niños y mujeres. Según la agencia, un elevado número de las víctimas serían familiares de los soldados que combaten en la ciudad.
Además de las ejecuciones, el EI trasladó a su feudo —la zona de Maadan, en las afueras de la ciudad de Al Raqa— a más de 400 civiles secuestrados en uno de los movimientos de mayor gravedad que los terroristas han implementado en las últimas semanas de batalla.
“Entre los secuestrados, todos ellos sunitas, hay mujeres, niños, familias y combatientes prorrégimen”, según el director del OSDH, Rami Abdel Rahman, quien teme que el EI “ejecute a civiles y convierta a las mujeres en esclavas sexuales, como ya hizo en el pasado”.
La reacción gubernamental no se hizo esperar y ayer trasladó efectivos, munición y armamento a la zona de Al Bagaliye, con el fin de recuperar el control del barrio asediado por los yihadistas.
Los combates se intensifican
Al EI, que aprovechando el caos en Siria se hizo con grandes territorios del país, se le atribuyen todo tipo de atrocidades —ejecuciones, secuestros, violaciones, limpieza étnica—, tanto en Siria como en Irak.
Acusado por la ONU de crímenes contra la Humanidad, el grupo ha perpetrado varias ejecuciones masivas en Siria en el pasado, entre ellas la de 900 miembros de la tribu de los Chaitat en Deir Ezor, que se opuso a los yihadistas en 2014.
Este nuevo baño de sangre ocurrido el sábado se produce mientras las fuerzas prorrégimen de Bashar al Asad se enfrentan a los yihadistas en la provincia de Alepo (norte). “El ejército trata de ampliar su zona de seguridad en torno a la ciudad” de Alepo e impedir que a los rebeldes reaprovisionarse, según una fuente de seguridad.
Los aliados del gobierno tratan de conquistar, con apoyo aéreo ruso, la ciudad de Al Bab, en manos del EI desde finales de 2013, tras haber retomado varias ciudades en los alrededores, y ahora se encuentran a menos de 10 kilómetros.
Además, se están librando violentos enfrentamientos en los barrios de Al Rushdiya, Al Yubaila y Al Huaiqa, así como en el pueblo de Al Jarita, todo ello en la periferia occidental de Deir el Zur. El régimen de Damasco también efectúa bombardeos, con su aviación de combate particular, para contraponer la persuasión estatal a la del grupo terrorista en esta encarnizada guerra.
La lucha provocada por el asedio de Estado Islámico a los barrios controlados por el Estado sirio cumplió esta semana un año. (I)
Una táctica de guerra es matar de hambre
Los asedios a zonas y ciudades son una táctica de guerra habitual en Siria, que es utilizada por los distintos bandos para presionar a sus respectivos oponentes, y por la que la población civil, que es quien más sufre, paga un alto precio. En los últimos días, el cerco impuesto por el régimen y el grupo chií libanés Hizbulá alrededor de la localidad de Madaya, al noroeste de Damasco, se ha hecho famoso por las condiciones extremas a las que se han visto abocados a vivir sus habitantes, entre los que hay varios enfermos por malnutrición.
Sin embargo, el sitio de Madaya no es el único que existe en el país, donde situaciones similares se reproducen a lo largo y ancho del territorio en urbes como Deir al Zur, la región de Guta Oriental o los pueblos de mayoría chií de Fua, Kefraya, Nubul y Al Zahra. El analista militar libanés, Hisham Yaber, explicó que los asedios son empleados por las partes en conflicto “como una manera de presionar a los contrincantes”.
Puso como ejemplo el caso de Madaya, que está rodeada por los efectivos del régimen y el grupo chií Hizbulá, porque “hay cientos de hombres armados en su interior” a los que quieren debilitar.
No obstante, Yaber expresó sus dudas de que este tipo de medidas tengan algún efecto aparte de castigar a los civiles: “aún no hemos oído ningún caso de combatientes que pasen hambre”, indicó.
A juicio la investigadora de la Iniciativa de la Reforma Árabe, Lina Khatib, “el objetivo es debilitar las áreas que están bajo cerco y empujar a la población a rendirse.
Destaca que normalmente, el régimen impone un asedio sobre zonas de importancia estratégica sobre las que reivindica un control territorial”, precisó Khatib. (I)