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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El covid-19 golpea a los migrantes y exige despolitizar la frontera entre Colombia y Venezuela

 El secretario de Frontera y Cooperación Internacional para Norte de Santander, Víctor Bautista, advirtió que de no establecerse un manejo conjunto en la frontera colombo-venezolana, la crisis del covid-19 "nos puede explotar en las manos".
El secretario de Frontera y Cooperación Internacional para Norte de Santander, Víctor Bautista, advirtió que de no establecerse un manejo conjunto en la frontera colombo-venezolana, la crisis del covid-19 "nos puede explotar en las manos".
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Trochas. Ese es el nombre que reciben los angostos caminos irregulares que surcan el departamento de Norte de Santander, Colombia, y el estado Táchira en Venezuela. Unos 100 de estos senderos polvorientos han servido como rutas de escape para los millones de venezolanos en éxodo que salen de su país por cuenta de la crisis humanitaria y económica.

Pese a que Colombia responde de buena forma ante una ola migratoria para la que no está preparada, la aparición del coronavirus (covid-19) ha hecho que unos 65 mil venezolanos decidan retornar a su país, según datos de Migración Colombia. 

"Llegamos aquí con la idea de tener un mejor futuro, pero nos tocó volver. A la falta de trabajo se sumó la pandemia”, comentó Camilo González, uno de los venezolanos que tuvo que desandar sus pasos en el marco de la pandemia.

En este plano, y durante los días de aislamiento obligatorio decretados por el Gobierno de Iván Duque para contener la propagación del virus, el masivo tránsito de personas en municipios fronterizos como Villa del Rosario aumentó la preocupación de las autoridades en Norte de Santander.

“Somos conscientes del carácter de esta frontera y entendemos que la movilidad humana va en directa proporción con la capacidad de transmisión del virus. Por eso nos hemos preocupado mucho por que los decretos y normas que se escriben cumplan con la realidad”, le dijo a la Agencia Anadolu el secretario de Frontera y Cooperación Internacional para Norte de Santander, Víctor Bautista.

El funcionario añadió que para evitar que el departamento se convierta en un foco nacional de la pandemia, se incrementó la vigilancia en los pasos fronterizos, incluidos los espacios por donde retorna el corredor humanitario hacia Venezuela.

“Tenemos algo muy claro y es que Norte de Santander no debe convertirse en un segundo Amazonas. No queremos tener la misma crisis que está ocurriendo entre Leticia y Tabatinga (frontera entre Colombia y Brasil)”, destacó Bautista.

Según el Ministerio de Salud colombiano, en Leticia van más de 1.500 personas contagiadas por la enfermedad surgida en China. Por su parte, la Amazonía brasileña suma más de 31 mil infectados.

“Entre Norte de Santander y Táchira hay un montón de personas vulnerables que viven sin normas de aseo, sin saneamiento básico, sin agua potable -señaló Bautista-. Tenemos muchos temores en esta zona y por eso nos hemos concentrado en espacios tan sensibles como La Parada en Villa del Rosario. Allí hay unas cuestiones de hacinamiento de población migrante muy graves”.

Habitantes de este municipio alegan que en una sola casa pueden pernoctar hasta 50 migrantes, mientras que cerca a los cruces binacionales circulan a diario entre 300 y 500 venezolanos.

Al represamiento de personas hay que sumarle la problemática de las trochas. “Pensar que existen esos pasos es un dolor de cabeza y es algo de lo que se debe tener conciencia en estos días de la pandemia. En un punto fronterizo legal uno puede ubicar al personal de salud para que mida la temperatura y haga el filtro sanitario, pero en las trochas es imposible porque no se le puede dar un trato institucional a la gente”, afirmó el funcionario.

Al otro lado, en San Antonio del Táchira, el Gobierno de Nicolás Maduro ubicó una serie de refugios llamados Puntos de Alojamiento Social Integral (PASI). En estos lugares, los venezolanos provenientes de Colombia deben cumplir un aislamiento obligatorio de 14 días en precarias condiciones.

"Nosotros aquí en el refugio (una escuela) estamos luchando por lo de la comida -comentó Camilo González-. Nos dan una porquería de alimento, las cocinas están todas llenas de excremento y no hay agua potable para tomar. Estamos pasando muchas necesidades".

González, quien termina su periodo de cuarentena este 29 de mayo, manifestó que el refugio lo comparten unas 300 personas incluyendo adultos, mujeres embarazadas, menores de edad y ancianos. También hay una familia con síntomas de coronavirus que está separada del grupo. (I)

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