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Una prueba de respeto y humildad

Una prueba de respeto y humildad
Foto: Diego Egas
18 de julio de 2019 - 00:00 - Redacción Fanático

“Me siento realizada, es una satisfacción muy grande. Aún lo estoy asimilando. Por un lado está la satisfacción y por otro la impresión de la magnitud del mar.

Si bien llevo nadando muchísimos años, grandes travesías, esta me impresionó muchísimo, por lo vasto del mar. Soy honesta: me costó muchísimo. Fue una prueba de humildad y de mucho respeto por el mar.

Una llega a pensar que tiene experiencia. No voy a decir que estaba sobrada con la travesía, sabía que iba a ser duro, exigente, pero pasó mi expectativa. Nadar en el mar es nadar en el mar y punto. Aquí estamos en el mismo Pacífico que nosotros tenemos, pero aún así fue diferente.

Estuvo muy parecido a lo que había pensado en cuanto a las condiciones de las corrientes, que no eran tan fuertes como en el Canal de la Mancha.

Pasó algo curioso, si bien las corrientes no te llevan de un lado a otro, te llevan de adelante hacia atrás. En la trayectoria que hice se aprecia una línea recta, pero no se puede apreciar que me movía adelante y hacia atrás.

Por lo demás, el mar estaba muy calmado, pero había mucho viento. Una mezcla de condiciones. La temperatura del agua no era muy fría, era de 19°, pero por el viento y la temperatura del ambiente sentía mucho frío.  Esa temperatura es muy manejable para mí, pero tenía mucho frío.

Apenas empecé a nadar me sentí mal. Es normal que te demores en coger el ritmo, acomodarte, pero me costó demasiado. Estaba superoscuro y no lograba sentirme tranquila. Estaba un poco mareada e incómoda las primeras dos a tres horas. Fue el punto más bajo.

Sin embargo, a partir de la cuarta hora me sentí mucho mejor. Cuando amaneció, a pesar de que estuvo siempre nublado, ya había luz.

Empezamos a ver muchos delfines. Fue algo increíble, una experiencia de otro mundo. Me causaba un poco de nervios, no los había visto tan de cerca.

Desde el kayak que me acompañaba me dicen que mire los delfines, estaban abajo nuestro. Fue algo superloco. Eso me llenó de energía y nadé muy emocionada. Empecé débil y terminé más fuerte. Suele ser al revés, pero fue un tema anímico.

El día estuvo muy nublado, por lo que recién vi la costa cuando faltaba un kilómetro. No se qué era mejor: por un lado no ver y qué te causa desesperación, pero por otro lado ver desde muchos kilómetros antes también te desespera, porque sientes que no avanzas.

Finalmente llegué después de casi 13 horas de nadar. Son muy estrictos y debía caminar hasta tocar la arena seca.  Desde el bote me ven y cuando toco tierra seca tocan el silbato del barco.

Al llegar estaba ahí la comunidad ecuatoriana en Los Ángeles. Fue un momento muy emotivo verlos con banderas y camisetas, algo que jamás me imaginé que pasaría.

Ahora estoy bien y solo debo descansar para reponerme. En agosto nadaré en la Maratón de Manhattan, sin descuidar mi proyecto de los Siete Mares”. (I)

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