Calero dejó los bloques y el cemento para alzar pesas
Ánderson Calero es pesista gracias a su tío Elmer Guerrero. Un día, hace siete años, mientras el corpulento deportista de 125 kilos y 1,80 metros de estatura le ayudaba en la construcción del segundo piso de su casa en Quito, cargando piedras, arena, ladrillos y cemento, le hizo una sugerencia que resultó determinante.
“¿Por qué no aprovechas tu fuerza?”, le dijo, y lo invitó a que practicara halterofilia en el gimnasio de Concentración Deportiva de Pichincha. Ánderson tenía 18 años (ahora tiene 25) y aceptó la propuesta de su tío sin pensar que su vida estaba a punto de tomar un giro radical.
Lejos estaba de imaginar que la noche del jueves pasado se consagraría campeón suramericano en la categoría +105 kilogramos, en los Juegos que se celebran en Cochabamba (Bolivia).
Levantó un total de 365 kg (165 arranque y 200 envión) y sumó para Ecuador la medalla de oro número 12 en apenas cinco días de competencia en los Juegos. Pesas contribuyó al Team Ecuador con 10 medallas: 4 de oro, 3 de plata y 3 de bronce, lo que lo mantiene como una de las potencias de este deporte en toda la región.
El levantamiento de pesas era la oportunidad que estaba esperando. Su familia atravesaba una grave crisis económica, producto de la mala inversión de $ 80.000 en la apertura de una mecánica automotriz en su natal Tulcán.
El negocio no prosperó. Lo perdieron todo. Había deudas. En la casa hacía falta la comida y no tenían cómo pagar los servicios básicos, la situación fue bastante complicada. Además de ayudar a su tío en la construcción para ganarse unos $ 15 diarios, trabajaba en una panadería amasando y cargando bultos de harina y otros elementos.
Por eso, las pesas se presentaron como una panacea para ayudar a sus padres, quienes poco a poco han salido de la quiebra financiera gracias a su colaboración.
Calero se ubica en la categoría Desarrollo del Plan de Alto Rendimiento, por lo que recibe un incentivo económico de dos salarios básicos unificados ($ 770), que le han servido para llevar un poco de tranquilidad económica a su hogar.
Es soltero y no tiene hijos. La estabilidad emocional de sus padres lo llena de satisfacción. Con su apoyo, sus padres abrieron una carnicería en Tulcán que les ayuda a sostener sus finanzas y salir de la crisis que tuvieron hace varios años.
Justamente a ellos les dedicó la presea dorada suramericana ganaba la noche del jueves en Cochabamba. “Ellos (sus padres) fueron y son mi motor para seguir en este deporte”.
Las medallas lo motivaron
Al principio no se sentía completamente atraído por el levantamiento de pesas, lo hacía, pero faltaba algo para estar totalmente motivado.
No fue sino hasta cuando obtuvo su primera medalla de plata en 2010 en los Juegos Nacionales Juveniles de Ibarra que empezó a cogerle el gusto a esta disciplina.
Pero un año después, cuando ganó también una presea de plata en un Panamericano Juvenil, en la primera vez que representó a Ecuador internacionalmente, se dejó atrapar por completo por las barras y los discos. Fue así que multiplicó sus esfuerzos y dedicó más horas de entrenamiento para pulir su técnica y mejorar sus pesos.
Como ocurre en la mayoría de los hogares ecuatorianos, su papá -como tantos otros con sus hijos- le inculcó el gusto por el fútbol. Era defensa central, pero nunca se sintió a gusto en la cancha ni con la pelota. Lo suyo era la fuerza. Disfrutaba mucho más ir a los gimnasios que correr detrás de un balón.
La figura de la noche
Ninguno de los halteristas que participó en los Juegos Suramericanos se ganó la admiración de los cochabambinos como lo hizo el ecuatoriano Ánderson Calero.
De los 1.500 espectadores que llenaron el coliseo Góver Suárez -en pleno feriado en Bolivia por las fiestas del Corpus Christi- nadie pensó que levantaría 200 kilogramos en la modalidad envión, menos después de un segundo intento fallido.
Pero Calero demostró que era el más fuerte de su categoría y, con mucha concentración, se paró atrás de la barra, dejó su mente en blanco y puso todo ese peso encima suyo.
La gente primero quedó estupefacta, después estallaron las ovaciones. Cada vez que subía a la plataforma, los gritos y aplausos retumbaban en el escenario deportivo.
Carlos Morales, un cochabambino que aprovechó el feriado para ver las pruebas de pesas, esperó más de 30 minutos hasta que Calero atendiera a la prensa y saliera del control de dopaje, para tomarse una foto con el deportista, sus dos hijas y su esposa.
“Qué fuerte que eres”, le decía aún sorprendido por la hazaña del ecuatoriano.
“Pensábamos que no ibas a poder”, le dijo Ana Cortez, una voluntaria que también lo esperó para pedirle un autógrafo y sacarse una foto.
Levantar 200 kilogramos fue una revancha para Calero. En el Campeonato Panamericano, que se realizó en República Dominicana entre el 12 y 18 de mayo, su mayor peso levantado fue 190 kilos, pero falló dos veces en los 200.
Pero su meta es alta, quiere alzar 210 kilos para disputar el Mundial de la disciplina, cuya sede todavía está por definirse. Calero no se conforma con poco. (I)