Juan Carlos Burbano: "A Japón fuimos a aprender"
Juan Carlos Burbano nunca se desvinculó del fútbol. Tras su retiro, el exmundialista con Ecuador en Japón-Corea 2002, se convirtió en director técnico y se inclinó por la formación: todos los días está rodeado de niños a los que entrena en los fundamentos del balompié.
La enseñanza a infantes es lo que más disfruta y comparte con ellos sus conocimientos, además de sus anécdotas de una vida en el fútbol profesional.
Él fue uno de los 23 elegidos para jugar el primer Mundial de la selección ecuatoriana y recuerda con claridad los detalles de ese “viaje inolvidable”.
Reveló el deseo de una exnovia de que en algún momento se enfrentaría a Paolo Maldini, algo que a la larga se cumplió y cómo surgió una relación de amistad con una japonesa y su hija, que se mantiene hasta la actualidad.
Siempre fue seguidor del fútbol brasileño, desde que coleccionaba fotos de Pelé y admiraba a la selección del 82, con Zico, Sócrates, Leao y Falcao. Por eso, su candidato a ganar el Mundial de Rusia es el Scratch.
16 años del Mundial 2002. ¿Cuál es el primer recuerdo que se le viene a la mente al mencionarlo?
Un sinnúmero de cosas. El recibimiento que tuvimos por parte de los japoneses en Tottori, que nos hicieron sentir como en casa y empapelaron la ciudad con banderas de Ecuador. Los estadios impresionantes, de primer mundo, parecían hoteles. Nunca he visto unas canchas tan lindas, como en las que entrenábamos. “Bolillo” nos dijo que la principal lección será al regreso, porque no era solo estar ahí. La lección era que cuando estemos acá, no nos creamos más que nadie, que seamos buenos ejemplos de humildad, de respeto, de solidaridad, de unión. Eso hemos intentado mantener nosotros. También se me viene a la mente el partido de eliminatorias contra Brasil.
¿Por qué?
Me nombran el Mundial 2002 y mi mente se va a ese cotejo, que le ganamos por primera vez 1-0. Porque nunca se le había ganado; uno ha sido admirador del fútbol brasileño. De pequeño, con mi hermano, coleccionábamos fotos de Pelé, admirábamos al Brasil de España 82, con Zico, Leao, Falcao, Sócrates, Junior, Éder. Haber tenido la chance de jugar contra Brasil, contra Romario, Ronaldinho, Rivaldo y Juninho y ganarles, es el recuerdo más lindo que tengo del fútbol.
Cuando dieron la nómina del Mundial, ¿Cómo fue para usted?
Yo tenía una novia, que la conocí en el 97 y a ella le gustaba el fútbol italiano, además de que admiraba a Paolo Maldini. Me dijo: “Un día vas a jugar contra Maldini”. Yo le dije que estaba loca. Pasaron los años, clasificamos y en el sorteo de grupos nos tocó contra Italia. Luego vino la lista, vi mi nombre ahí y ese deseo de mi exnovia se hizo realidad, porque pude cumplir ese sueño. Después del partido, estaba en el bus y le pedí permiso al “profe” para ir a tomarme una foto con Maldini. Esa foto le di a mi exnovia, para que vea que se cumplió su sueño.
¿Se quedó con una mala sensación por no jugar en ningún partido?
Si me quedo con eso, dejo de valorar todo lo hermoso que se vivió. El mérito de estar entre los 23, ya es algo único. Ahora dan las listas y veo que algunos entrenadores dan 35 nombres. ¿Cómo se sentirán los que quedan fuera de los 23? En Ecuador habrá unos 10.000 futbolistas y estar entre 23, ya es un honor. Me quedo siempre con lo positivo. Puedo comparar el haber perdido tres finales con El Nacional (1999, 2000 y 2001), con haber clasificado al Mundial. Si la vida me habría dado ese tricampeonato o la clasificación, ¿con qué me quedo? Sí, perdí tres finales, pero tengo la alegría de haber ido al Mundial.
¿Cómo recuerda el viaje previo?
Nosotros nos fuimos un mes antes. Algunos decían que fue mucho tiempo. Fuimos una semana a Estados Unidos, estuvimos en Nueva Jersey y jugamos contra el AC Milán y otro club. Después estuvimos una semana en Madrid, para acoplarnos de a poco al horario. 15 días antes fuimos a Japón para ya ambientarnos lo que nos faltaba. Cuando ya empezaba el Mundial, la gente ya extrañaba a sus familias; llamaba todos los días, mandaba mensajes. Para mí fue maravilloso todo ese viaje, pero a otros que tenían hijos y esposas, sí era difícil.
¿De qué forma surgió esa relación entre usted con la hija y su madre japonesa?
Hasta ahora tengo contacto con ellas. En estos días voy a ver también a un chico que jugó en Manta, que se llama Kasuyuki. Él fue nuestro traductor en el Mundial. Cuando regresamos al país, él me dijo que había una invitación para ir a trabajar con unos niños en Japón y fui tres veces allá. He visto crecer a esa niña, desde que tenía cuatro o cinco años.
En un día libre durante el Mundial fui a un centro comercial. Estaba la madre con su hija y me piden un autógrafo. Yo le firmo, le doy un abrazo y la mamá se asusta, porque esas demostraciones no son comunes allá. Pero luego comprendió que era algo propio de nuestra cultura. Al día siguiente me llevó unas figuras de origami que había hecho. Al otro día, en un entrenamiento, le regalo unos llaveros y al cuarto día, ella me da otro regalo. El día que nos íbamos de Tottori, yo le regalé una camiseta y ella me dio una caja. En el hotel la abro y era un kimono. Así quedó la relación y existe hasta hoy gracias a “Kasu”, que fue nuestro traductor. Akari, la niña, hoy tiene 17 años, le gusta la equitación y juega basquet. Hablo con su mamá a través de Facebook. Es algo hermoso que sucedió.
¿Con quién compartió habitación durante el Mundial?
En Parcayacu yo era compañero de Wellington Sánchez. En Tottori nos dieron unas casas de dos pisos. En algunas habían cuatro jugadores, en otras tres y a mí me tocó con Aguinaga; él estaba en el piso de abajo y yo en el de arriba. Era como un country club de golf. Lo conocí más, pasamos mucho tiempo juntos.
¿Qué camiseta de ese Mundial guarda con celo?
Contra Italia, casi todos quienes jugaron, cambiaron camisetas en cancha. Como no jugué, tenía mi camiseta. Estaba en el camerino viendo un partido que se jugaba en Corea en ese momento y de repente entra un dirigente italiano con una funda. Preguntó que quién quería cambiar una camiseta. Nadie dijo nada y yo acepté. Me quité la mía, le di y me entrega la funda. La abro y era la camiseta de Totti, la “10”. Él fue la figura de ese partido y la tengo hasta ahora, que sin pedir me llegó.
¿Cómo recuerda el día del triunfo ante Croacia?
Después del partido contra México sí había tristeza. El último juego era la oportunidad para regresar con la cabeza en alto. Fue emocionante el gol de “Kinito”, festejó con euforia y besó la cabeza de Milton Rodríguez (preparador de arqueros). No sabíamos cómo lo había tomado la gente acá, pero nuestra sorpresa fue que la gente estaba muy contenta cuando llegamos y nos recibieron muy bien. Pudimos cumplir. La gente se quejó por la frase del “Bolillo”, de que íbamos a aprender, pero realmente todo fue nuevo para nosotros, todo fue aprendizaje. Por eso, las selecciones posteriores lo hicieron mejor.
Haciendo una retrospectiva, ¿cuál es el valor que se le da a ese Mundial? ¿Han cambiado las cosas, les quedaron esos valores de humildad y respeto, que hoy parecerían perdidos?
Personalmente, cada uno es dueño de sus acciones y pensamientos. Cada uno sabrá coger lo mejor de otra persona, de su entrenador, directivo y compañero. Siempre habrá excepciones que rompen esa regla y se desvían del camino. No saben lo que es ser jugador profesional. Esas enseñanzas que las sembramos y que algunos las han cosechado, los directivos también cada día deben sembrar un poco. Se debe sembrar y regar todos los días. ¿Qué se debe regar? Educación, hacerles tener conciencia de lo que es ser buen jugador profesional, lo que es el descanso, la buena alimentación.
¿Por qué razones Ecuador no clasificó al Mundial?
Hubo un momento en el que el DT Gustavo Quinteros tuvo todo a su favor. Empezamos con cuatro partidos ganados de cuatro. No sé si en un determinado momento nos confiamos, el cuerpo técnico y los jugadores. Algunos perdieron sus puestos de titulares, como Cristian Noboa, Jefferson Montero o Énner Valencia. A ese nivel, no jugar cada domingo, se pierde el ritmo y venir a la selección sí perjudicó. Quinteros también tuvo esas declaraciones contra los directivos, que se filtraron. Eso perjudicó el ambiente y eso no había sucedido últimamente. La selección había sido querida, pero se perdió eso. Tampoco hubo el recambio necesario, porque jugadores que no estaban en buen nivel continuaron como titulares. Imagínese lo que pasó al final: el escape de los futbolistas de la concentración. Hay que sentar un precedente para que eso no vuelva a suceder.
¿Qué le surge con la cercanía del Mundial?
El Mundial es algo único. Todos están esperando ya ver los partidos. Hace algún tiempo era distinto, porque veíamos siempre de lejos y uno era hincha de Brasil, de Argentina, pero eso cambió en 2002 cuando clasificamos al Mundial. Ahora será un poco triste ver de nuevo de lejos. Ojalá podamos aprender de todas las lecciones que dejó esta Eliminatoria. (I)