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Cubero: “Darle el título al Deportivo Quito... solo eso me faltó”

Fabián Cubero, exvolante quiteño.
Fabián Cubero, exvolante quiteño.
Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
18 de noviembre de 2018 - 00:00 - Jaime Jaramillo

Entre escritorios, papeles y trámites, un ambiente poco común para un exfutbolista, Fabián Cubero, el exvolante de Deportivo Quito, Espoli y Técnico Universitario, recordó en una entrevista con diario EL TELÉGRAFO los casi 20 años de carrera en los que cosechó frustraciones y alegrías, como si se hubiera retirado ayer.

Además, describió el trabajo que cumple ahora en el Consejo Provincial de Pichincha junto con otra exfigura del balompié nacional, Jacinto Espinoza, con quien recorre las más de 130 escuelas deportivas de la provincia andina, con la misma habilidad que desplegó en los campos de fútbol del país.

Usted jugó 9 años en el Deportivo Quito, pero nunca quedó campeón. ¿Se siente frustrado por eso?

Tuve alrededor de 17 años como jugador profesional y 6 años en las divisiones inferiores. Deportivo Quito fue el club que me abrió las puertas cuando tenía 12 años. A los 11 estuve en el club Ciudad de Quito, donde intervine en varios torneos aquí y afuera; quedé campeón en varios de ellos, fue cuando los profesores Carlos Sevilla y Pablo Paredes me llevaron al Quito, donde obtuvimos el título en la prejuvenil y juvenil.

Gracias a Dios, creo que tuve una carrera exitosa, a pesar de que solo me faltó darle el título a Deportivo Quito en la categoría profesional. Logré dos subtítulos en 1988 y 1997, pero eso no se compara con la alegría o la emoción de una copa.

En el subcampeonato de 1988 estaba dando sus primeros pasos en el fútbol, pero en el de 1997 ya era titular, ¿qué fue lo distinto de esos logros?

Que en 1997 estuve como protagonista, pero lamentablemente temas extrafutbolísticos nos hicieron que no podamos cumplir con ese sueño que tenía la hinchada en ese momento. Gracias a Dios, ya lo pudieron cumplir después de 40 años, pero me hubiese encantado darle a esa hermosa hinchada y a esa gran institución esa alegría.

Sin embargo me fui contento porque durante los años que estuve (entre 1988 y 1997) vistiendo la (camiseta) “azulgrana” lo hice con toda entrega y pasión; es por eso que ahora me tienen como un referente del club. Hay cosas valiosas, pero que son secundarias; para mí lo más importante al momento de entrar a la cancha es brindarse por entero para el bien de la institución.

¿Qué pasó en 1997? ¿Por qué se habló de “camisetazos” de compañeros y de cosas extrafutbolísticas?

Bueno, no me gusta dar nombres, no me consta tampoco, entonces mal podría criticar o juzgar a tal o cual persona. En su momento fueron grandes compañeros que tuve, como Washington Aires, Fabián Arias, Hólguer Quiñónez, Pietro Marsetti, Carlos Enríquez, Luis Chérrez, Luis Bolívar Mosquera, en fin... jugadores de excelente nivel, de gran trayectoria y que me brindaron muchas de sus enseñanzas y consejos.

En cuanto a lo extrafutbolístico, sucedieron muchas cosas. Antes de ese partido, por ejemplo, no nos dejaron dormir en la noche anterior. El camerino estaba sin la adecuada temperatura, nos quitaron los acondicionadores de aire, estaba recién pintado, prácticamente era un infierno. Y como dije en ese momento: si Barcelona nos tenía que meter 10 goles para ser campeón, nos los hacía. Creo que estaba dicho antes del partido que Barcelona tenía que ser campeón.

Lamentablemente ese tipo de cosas extrafútbol se han registrado a lo largo de la historia del fútbol nacional.

Se han escuchado varios casos, y nos tocó a nosotros, pero no hay nada que se pueda hacer, solo tengo esa desilusión, si se la puede llamar así. Me quedó dentro de mi carrera, porque de ahí lo logré todo: me nombraron como el mejor jugador del fútbol ecuatoriano, fui goleador, capitán, seleccionado del país, cosas que a cualquier futbolista le van a agradar, pero también el hecho de levantar un trofeo, como capitán, habría sido la cereza del pastel.

Salí campeón en muchísimos equipos ahora a nivel barrial y antes en las categorías juveniles, pero profesionalmente no se me dio, pero me queda la satisfacción de haberlo entregado todo en la cancha.

¿A las tres instituciones en las que jugó las defendió de la misma forma?

Claro que sí. Los colores de Deportivo Quito los llevo en el corazón y grabados en mi mente, pero también defendí a Espoli por cinco temporadas y finalicé mi carrera con Técnico por dos años consecutivos, entonces son instituciones grandes del fútbol ecuatoriano.

Y también estuve con la misma motivación en la selección en el Preolímpico Paraguay 1992, en donde nos quedamos a un punto de clasificar a la Olimpiada de Barcelona de ese año y en las eliminatorias para Francia 1998 y Corea-Japón 2002.

¿Cómo maneja el gran aprecio que le tienen los hinchas de Deportivo Quito?

Creo que ese es el mejor regalo o recompensa que un futbolista tiene, por fuera de la parte económica, que si bien es importante y de eso vivimos, pero a nosotros nos queda el reconocimiento del público, de la gente.

Y eso se nota aún cuando me piden que vuelva a jugar con el equipo, la semana anterior me reía con un hincha, que me pedía, a pesar de mi edad (47 años), que me una al equipo en segunda categoría, porque, a decir de él, con lo que yo tenía es suficiente para estar de nuevo en la cancha (sonríe).

Pero también hubo hinchas del Quito que criticaron su paso a Espoli, ¿tuvo su revancha con ellos?

No lo llamaría revancha porque jugando con el equipo “policial” (Espoli pertenece a la Policía de Ecuador) a Deportivo Quito fue al que más goles le hice, pero me dolía porque en lugar de festejar tenía que morderme los labios y celebrar con calma. Siempre recalco que, a pesar de que en Espoli me trataron muy bien, no dependía de mí. En ese momento no teníamos empresarios, simplemente el directivo te llamaba y te decía: “Tienes que irte a otro club”... y chao.

Eso me sucedió a mí después de haber quedado subcampeón en 1997, una noche recibí la llamada de Luis Chiriboga, que era el presidente del Quito en ese entonces, y me dijo que tenía que irme a Espoli al siguiente día. Eso pocos lo saben. Los hinchas creyeron que como no salimos campeones yo me fui; y no fue así.

Actualmente los futbolistas son más protegidos y pueden demandar cuando no se cumplen sus contratos, ¿cuál era su accionar ante esto en su época profesional?

A mí las instituciones me quedaron debiendo dinero, pero jamás hice un reclamo ante la Ecuatoriana de Fútbol, peor la FIFA, y no porque no lo necesitara, sino porque cómo lo iba a hacer, si Deportivo Quito me lo dio todo como persona, como profesional, como futbolista, y demandarlo porque no me pagó uno o dos meses, después de que me dio de comer 15 años no me parecía justo. Vivo agradecido con Dios, con la vida; tanto que, si volviera a nacer, sería jugador. Y mucho más, sería de Deportivo Quito.

Aunque le queda la espina del partido de despedida que no le hicieron en Deportivo Quito.

Esa es una cosa que duele, hemos conversado con (Jacinto) “Chinto” Espinoza (su jefe actual en el Consejo Provincial) que nunca se dio la posibilidad de un partido de despedida, que creo que nos lo merecíamos, pero también soy de las personas que nunca pensó en que me hicieran algo así. Como llegué al fútbol, así mismo me fui: con perfil bajo, pero con la conciencia de haber entregado todo.

Debutó con 17 años y reemplazó a Álex Aguinaga, ¿qué sintió en ese momento?

Imagínate la responsabilidad que tenía y que se me encargaba en un clásico del pueblo, Deportivo Quito vs. Aucas. Íbamos ganando 2-1 y el profesor (Víctor Manuel) el “Loco” Battaini me hizo ingresar al cambio por Álex Aguinaga a los 77 minutos.
Terminamos empatando 2-2 y todo el mundo me felicitó porque, primero, fui uno de los más jóvenes en debutar en el fútbol ecuatoriano, y luego porque me fue bien.

¿Los pleitos con los rivales se quedaron en la cancha o trascendieron fuera de ella?

Para mí las patadas,  los insultos, los codazos y hasta los escupitajos quedaban dentro del campo de juego y por eso fuera
de él no tuve problemas con nadie. Y como ejemplo  tengo que cuando le quitamos el invicto de 26 partidos a El Nacional en 1990, el “Chifle” Mosquera me lanzó un puñetazo que me dolió, pero no reaccioné y hoy Luis es uno de mis mejores amigos.

Asimismo me pasó con Stony Batioja en 1995. Tuve un encontronazo en un entrenamiento, nos fuimos a los puñetes. Nadie sabe esto, y ahora nos saludamos tranquilamente. Estos ejemplos y varios otros me sirvieron para entender que el fútbol es una pasión que se la vive dentro de la cancha y que debe terminar ahí.

¿La habilidad que mostró dentro de la cancha considera que fue innata o la fue formando?

Creo que fue innata, desde los 5 años jugaba en las calles de mi barrio (La Vicentina de Quito) y siempre junto a mi hermano gemelo (Eduardo) nos decían que íbamos a llegar lejos, vino el Ciudad de Quito, que era la mejor escuela de fútbol del país en ese momento y nos eligió. Entonces eso quería decir que estábamos por buen camino.

Las condiciones vienen con uno, luego cada quien las va puliendo, eso es otra cosa; pero creo que el fútbol está en la mente y el corazón de cada persona.

Estuvo en Liga de Quito antes del cuadro “chulla”, ¿qué lo hizo cambiar de bando?

Fue una semana que entrené en las divisiones inferiores de Liga, junto con mi hermano y Mike Gutiérrez, pero no quiero decir que no me gustó, sino que no me adapté al ambiente y a tiempo el profesor Carlos Sevilla fue a mi colegio (Santiago de Guayaquil de Quito) y con una charla un poco alterada (sonríe), llamémoslo así, como era su característica, nos trató de convencer de que fuéramos al Quito. El único que le hizo caso fui yo y, por lo mismo, creo que de los tres solo yo triunfé.

¿En su época como jugador cree que alguien lo superó?

(Sonríe) Es una pregunta difícil de responder yo mismo, eso lo deberían hacer los periodistas, pero cada quien en su época, cada quien en su momento.

Por ejemplo, Álex Aguinaga tenía las mejores condiciones, pero también estaba Gabriel Yépez, José “Maradona” Ordóñez, quien tenía una técnica increíble. Me topé con jugadores de la talla de José “Pepín” Gavica, que era un referente de Barcelona, pero creo que en Deportivo Quito en ese tiempo fui uno de los mejores jugadores.

¿Le gustaba salir de farra?

Ni ahora me gusta salir de fiesta (sonríe). Soy de las personas que comparto con mis compañeros, no me gustan las discotecas ni los night club. No lo digo porque estoy en una entrevista, todo el que me conoce lo sabe, pero sí me gusta disfrutar de una cervecita con mis compañeros y amigos del barrio después de un partido. Soy un ser humano como todos.

Me cuidé cuando tenía que hacerlo, no fui el mejor profesional, sin embargo me considero uno bueno, que nunca tuvo algo en contra de los equipos que defendí.

¿Cuáles de los técnicos que tuvo marcaron su carrera?

Sin dudas el profesor Carlos Sevilla, pero de ahí están Battaini, Pablo Paredes, Óscar “Cacho” Malbernat, Héctor Morales, quienes fueron personas que en su momento dejaron huella en mi carrera en varios aspectos, como mi personalidad, del respeto hacia los demás. Y todo eso, sin temor a equivocarme, hizo que fuera un jugador distinto a los demás.

Y en la selección, ¿con cuál técnico se queda?

Los tuve al (Francisco) “Pacho” Maturana, a Dusan Dráskovic, pero sin dudas con (Hernán Darío) el “Bolillo” Gómez porque fue un técnico que dio un giro total dentro del fútbol ecuatoriano, no tanto en la parte futbolística, que sí fue importante, sino en la parte humana, en la motivación que le dio al jugador de no sentirse menos que los demás, porque éramos 11 contra 11 dentro de la cancha y los rivales no tenían más que nosotros. Eso nos metió en la cabeza.

Además de que erradicó totalmente el regionalismo, ya no era que los de la Costa ganaban tanto y los de la Sierra menos, eso se igualó y creo que eso dio un giro total al pensamiento de todos los seleccionados, incluidos los que venían del exterior.

¿Cuál es el trabajo que cumple en el Consejo Provincial?

Trabajo desde hace seis años en la coordinación deportiva del gobierno de la provincia de Pichincha, Jacinto el “Súper Chinto” Espinoza es nuestro director y nos dedicamos a generar en niños y jóvenes el gusto por el deporte, no solo el fútbol porque tenemos escuelas de básquet y atletismo.

Pero no solo trabajamos en la parte deportiva sino también en la integral con los muchachos de las instituciones que tenemos a cargo y sus familiares, dándoles becas para que estudien y, así mismo, atención médica.

¿Tuvo la oportunidad de jugar con Eduardo, su hermano gemelo?

Sí, nosotros estuvimos en 1995 y 1996 en  Deportivo Quito, pero él como que se apuró un poquito, tuvo un par  de lesiones, y luego,  cuando regresó para ser profesional, yo ya era titular, capitán y referente del equipo. Él quiso hacer lo mismo, pero no se le dio. Tenía muy buenas condiciones, tanto que mucha gente dice que era mejor que yo (sonríe); no me enoja, al contrario, me enorgullece que digan que fue un gran jugador. (D)

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