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El Telégrafo
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Víctor Mendoza: "Estuve año y medio en silla de ruedas tras una operación"

Víctor el “Espartaco” Mendoza, exarquero profesional
Víctor el “Espartaco” Mendoza, exarquero profesional
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Víctor Mendoza no disimula su emoción cuando recuerda su época de profesionalismo. En un segundo pasa de la risa a la seriedad cuando habla de su trayectoria en el arco.

Conocido por los hinchas y la prensa como “Espartaco”, tapó en Liga de Portoviejo, Aucas, Audaz Octubrino y Barcelona. Una lesión, que lo confinó por 18 meses a una silla de ruedas terminó con su carrera deportiva.

En un diálogo con Diario EL TELÉGRAFO confiesa que intentó suicidarse luego de ver a su equipo -Barcelona- recibir un tanto y escuchar a un periodista decir que ese tanto a él (Mendoza) no se lo convertían.

Tras su recuperación se dedicó a los negocios. En último año se dedicó a la política -en la última contienda electoral- pero no alcanzó los votos para ser alcalde de su natal Rocafuerte (Manabí).

Actualmente espera contar con el apoyo de las autoridades de Manabí para abrir escuelas de fútbol, tal como lo hacen Pichincha y Guayas.

Uno de sus mayores anhelos es abrazar a su hijo: Víctor Mendoza.

A los 17 años se vinculó al Manchester de Portoviejo. ¿Qué hacía antes de eso?

Trabajaba en un taller y estudiaba. En el taller aprendí a ser soldador y me incorporé en un colegio técnico como mecánico industrial pero nunca ejercí, me dediqué al fútbol.

Háblenos de su familia y niñez.

Mi mamá era profesora, trabajó más o menos 48 años en el magisterio, después se jubiló (...) Con el tiempo mi mamá compró una casa en Rocafuerte, que es la que actualmente tenemos los hermanos y ahí fue donde empecé a jugar fútbol, en la plazoleta Eloy Alfaro.

¿Cuándo pensó que iba a ser profesional?

Te cuento un poquito, yo inicié jugando indor en el micromercado Huaca, que era un club y terminé siendo campeón, luego pasé al Manchester, donde fuimos dos veces campeones; ahí teníamos como rivales a la Naranja Mecánica y siempre le ganábamos, ese era un clásico en Rocafuerte. De ahí me ve el DT de las juveniles de Liga de Portoviejo.

¿Lo fue a buscar?

No, antes se hacían los partidos preliminares y ahí él me vio en un amistoso con el Manchester que jugamos contra un equipo de Manta, yo fui la figura en ese partido. Entonces el DT (Marcos García) me llevó al profesionalismo.

¿Era hincha de algún equipo?

De Liga de Portoviejo, siempre, desde muchacho. También inclinado hacia Barcelona. Imagínese, jamás pensé tapar en Barcelona, ni ser futbolista profesional.

¿Cómo se dio su llegada a Barcelona?

Liga de Portoviejo tenía una deuda con Barcelona por el pase del “Gato” González. En ese tiempo la deuda era de 600.000 sucres. Liga estaba al filo de la suspensión para que no juegue el torneo, por esa deuda. Llegó el momento en que la Federación ya no le dio más tiempo y como no había plata para pagar realizaron un cruce. Recuerdo que se jugó un clásico entre Manta y Liga (P) y entre dirigentes (Liga y Barcelona) se ponen de acuerdo -yo no sabía- para que el mejor jugador de ese clásico ingrese a la negociación por la deuda.

Y ese jugador fue usted.

Yo jugué ese clásico y me convertí en la figura, recuerdo que la tribuna coreaba mi apellido. El día lunes sale en la prensa esta noticia: “Liga de Portoviejo va a salir de la deuda porque Barcelona está interesado en un jugador”. Y otra parte decía “no vamos a estropear las negociaciones, solo vamos a dar el apellido: Mendoza”... Y en el equipo habían siete Mendozas, yo pensé que era Homero Mendoza. Cuando el lunes el presidente me dice “Víctor mañana nos vamos de mañana a Molinera (oficina de Isidro Romero, expresidente de Barcelona) para arreglar su contrato y ud. pasa a filas de Barcelona”.

¿Quiénes eran los arqueros en Barcelona cuando llegó?

El titular era Rolando Guerrero y de ahí venía Carlos Luis Morales. Pero antes estaba (Antonio) Mercury, que se lesionó la muñeca y de ahí no fue más. Cuando yo llegué era el sexto arquero pero ese mismo año me convertí en el tercero.

Háblenos de su debut

Fue en el estadio Modelo frente a Esmeraldas Petrolero. Dos fechas antes ya habíamos quedado campeones, entonces tapé los últimos dos partidos, el otro fue ante El Nacional. El uno gané y el otro empaté, así le demostré a la dirigencia que no se habían equivocado en elegirme.

¿Peleó con Carlos Luis Morales?

A veces le quería caer a golpes (Risas). Carlos Luis era muy celoso con su puesto, asimismo cuando yo fui titular me di cuenta de que había que cuidar el puesto. La pelea con Morales y con el mismo Guerrero fue sana y lo mismo con el “Pancho” (José Francisco) Cevallos, ya después, porque él fue suplente cuando yo era titular... Cevallos me obligó a trabajar más para conservar la titularidad.

La temporada 1991, de la mano de Jorge Habberger, fue la mejor para ud.

Así es. Porque llegó un técnico con pantalones, que no se dejó manosear de directivos ni amistades, ni la prensa. Él tomaba una decisión y eso se hacia, por eso le decían “Hitler”. Yo considero que Habberger marcó mi carrera de profesional. Él veía que yo trabajaba bien, que tenía hambre de titularidad.

¿Cierto que Habberger los visitaba en la casa?

(Risas) Sí... él te caía en la casa para ver qué hacías y qué comías. Un día me agarró comiendo un flan enorme. Recuerdo que él ponía una multa de un millón de sucres por cada kilo que no bajaba. Entonces me preguntaba que por qué no bajaba si trabajaba bien y era porque en la casa comía mucho. Pero también era amigo y daba confianza, a los jugadores que trabajaban la semana completa.

En el título 1991 celebró una atajada como un gol.

Cómo no lo voy a celebrar. Estábamos dos hombres menos, íbamos en contra en el marcador, empató (José) Gavica y con ese marcador quedábamos campeones. Pero con dos hombres menos se nos vino encima Valdez, pero gracias a Dios que estuve parado en el lugar preciso y con los reflejos necesarios para sacar la pelota... Recuerdo que Cuvi va a patear y adelante tengo a los defensas que me tapan y me tuve que estirar y no dar rebote, eso me dio fuerza y saqué el puño derecho y le dije al público “para ustedes”.

¿Qué pasó con Rubén Darío Insúa y Miguel Ángel Brindisi?

(Risas) Fue algo que pasó dentro de la cancha con Insúa, pero eso fue en Chile, cuando fue la Copa (Antonio) Albán. Los compañeros escucharon, fueron palabras que no me gustaron y nada más. Mientras que con Brindisi, recuerdo que Carlos Luis (Morales) no estaba bien y yo quería la oportunidad, pero él me dijo que no lo iba a sacar porque lo iba a matar después. Así que le dije que si no me va a necesitar que me iba de Barcelona y él me dijo que ya sabía lo que tenía que hacer.

En 1992 en el partido con Colo Colo por Copa Libertadores en Chile usted sufre un golpe, se lesiona y Pedro Monzón lo increpó para que no salga.

(Antes de contestar, se quita la camisa y muestra una gran cicatriz). Yo voy a una pelota con Aníbal González, casi hasta la mitad de la cancha... entra el balón y yo me tiré para agarrarlo, lo mismo hizo el chileno pero en carretilla, dejándome los pupos arriba y me rompió el manguito rotador. Cuando me quiero recuperar  intento mover el brazo y ya no pude porque tenía mucho dolor y me tiro al piso. Cuando hago seña para que hagan el cambio y entre Cevallos llega Monzón y me dice “levantáte hijo de tal, no me abandonés”. Entonces le digo que no puedo y que le diga a “Pancho” que caliente, que no doy más. Nuevamente me dice “levantáte... si entrá Cevallitos lo matás porque está verde... tú con una mano eres mejor”. Con ese ánimo que me dio me levanté y con una mano terminé los últimos 35 minutos. Cada vez que volaba me quedaba unos minutos en el piso.

¿Quién le puso “el Espartaco”?

Me puso el “Rey de la Cantera” con Rudy Ortiz. Esa época me pusieron “Kamikaze”, el “Suicida” y el “Espartaco”, que es con el que me quedé y con el que me identificó la gente.

¿De dónde nació esa forma arriesgada de atajar?

Eso nació de mí, es algo propio y ya era así desde que atajaba en Liga (P). Mi primera lesión fue en la muñeca y el causante fue Arístides Rodríguez. Estaban pateando al arco y yo flaquito me metí y me rompió la muñeca. Pero ahí ya comencé a no tener miedo, así me rompan la cara, la nariz o lo que sea no podía dejarme hacer un gol. Pero el periodismo lo vio de otra manera, como que a mí no me importaba mi vida.

Es verdad que en su primer vuelo quería ver la línea  que aparece en los mapas y que divide Perú y Bolivia.

(Risas) Sí, el que contó eso fue el chismoso de Galo Vásquez... “Mafalda” iba del lado de la ventana y yo iba en el pasillo, en eso la azafata indicó que estábamos pasando la frontera entre Perú y Bolivia. Entonces yo le digo a Galo que me dé chance, que abra la cortina de la ventanita para ver la línea que se ve en los mapas. Ahora me gozo.

Fueron 14 operaciones.

No, solo fueron ocho, la otras fueron lesiones. Querían operarme pero no. Por ejemplo la de la nariz; ahora estoy feo por lo que me pegaron en Chile, por eso soy narizón, yo siempre he sido bonito (Risas). Pero por ejemplo esa no me operé.

¿Cuál fue una que lo marcó?

Una fue la del pómulo que me rompieron en Cuenca. Fue un cabezazo de un argentino del D. Cuenca. La pelota estaba arriba y yo en vez de regresar al arco salté para cabecear, pero el delantero con la coronita de la cabeza me pegó en el pómulo y me partió. Fue tan fuerte que él también salió partido. Eso también me costó quedar fuera de la selección, porque yo estaba convocado por Dussan (Drascovik) para la Copa América de Chile. Ahí lo llamaron a (Erwin) Ramírez.

18 meses en silla de ruedas.

Sí, fue año y medio. Recibí un pelotazo de un rebote en un partido en el estadio Atahualpa. Pongo la barrera, Pietro Marsetti jugaba en El Nacional y dispara directo a mí. Yo la quiero agarrar pero se me va y le queda el balón a (Kléver) Chalá, entonces me tiré con todo -suerte o tripa- y la pelota me pegó en toda la cabeza y me soñó... me llevaron al hospital y ahí me quedé hasta el otro día. De ahí no me dejaron entrenar varios días pero yo exigí que me dejen porque no quería darle chance a Morales. La primera pelota que vuelo en la práctica sentí un dolor, de ahí se fue incrementando... a la cuarta ya no me levanté y el dolor fue tremendo en las piernas, que no me pude levantar. Me operaron y no quedé bien. Sufrí 18 meses en una silla de ruedas.

¿Se deprimió?

Sí, un día me arrastré hasta la cómoda de mi habitación a buscar mi 9 milímetros (arma). Si la encontraba me mataba. Yo estaba viendo un partido de Barcelona y el “Chino” (Carlos Víctor) Morales dice “A Víctor no le hacían ese gol, él arriesga, él pone la cara... recupérate que el equipo te necesita”. En ese momento comienzo a llorar y tomé la decisión de liquidarme, pero no encontré el arma, gracias a Dios. Ahora le pido perdón a Dios.

¿Cómo se recuperó?

Viajé a EE.UU. y allá me operaron otra vez, con mi propio dinero. Porque en ese momento Barcelona me abandonó. Recuerdo que llegó Jorge Bejarano y me dijo que no estaba en los planes. Eso no fue justo.

¿Cuántas veces salió soñado de un partido?

(Risas) Además de esa vez en Quito, otra más en Portoviejo, pero tapando para Aucas... en prácticas también quedé soñado, en total unas 12 veces.

Dussan lo puso a entrenar en una especie de bosque, se lesiona y queda fuera de la Copa América.

Eso fue en Paraguay, en una gira antes del torneo. Dussan en cualquier pedacito que se podía nos ponía a entrenar... Si veía un pedacito de césped ponía a los arqueros. Así fue, vuelo a la primera pelota y me golpeo en la raíz de un árbol. Esa raíz estaba tapada con el césped y me quedé fuera de la Copa. 

¿Cuál fue el peor error que tuvo como arquero?

(Risas) Lo quiero matar a (José) Gavica... Yo jugaba en Aucas y vinimos al Monumental. Gavica remata de unos 35 metros y yo tenía medida la pelota para agarrarla, pero bajo mucho las manos y se me mete. Recuerdo que muchos periodistas me dieron duro.

¿El fútbol le dio lo suficiente para vivir?

Sí, aunque la gente dice que ahora se gana más, todo es relativo y depende cómo manejes tu dinero.  Actualmente tengo una casa en Sauces 8 (Guayaquil) que adquirimos con mi primer compromiso. Yo siempre he tenido negocios, yo antes vendía 15 cubetas de huevos semanales. He tenido cevicherías y restaurantes.

Este año incursionó en la política y se lanzó para la alcaldía de Rocafuerte. ¿Cómo le fue?

(Risas) Pésimo. Trabajamos bien, tuve que prepararme y me gustó la experiencia. Pero vamos a seguir... la gente en la calle me dice que la próxima vez será.

Pero tiene un proyecto deportivo para Manabí.

Sí, presentaré un proyecto a la Prefectura de Manabí. Lo tenemos listo para poder trabajar. Esperemos que (Leonardo) Orlando, el Prefecto, pueda apoyar a los niños y la juventud de Manabí, como lo están haciendo en Guayas y Pichincha.

¿Qué pasó con su hijo Víctor Mendoza, hoy arquero de Barcelona?

Yo me fui a Estados Unidos por la operación y recuperación. Entonces me separé de él. Él (hijo) ve como que lo abandoné. Son cosas personales que no quisiera entrar en detalle. Yo quiero mucho a mi hijo. Yo no lo quiero desconcentrar de su profesión.

¿Se hablan?

No. Espero tener una oportunidad de hablar con él. Dios es grande, Él tiene los tiempos justos. Si no se da ahora, esperemos que se de en un momento. Sí me gustaría darle un abrazo y darle unos tips. Aunque él es quien se ha ganado lo que está viviendo ahora, no es por el apellido, todo es por su esfuerzo y trabajo. Él se lo ha ganado a pulso y sobre la base de sacrificio. Salió de la escuela de Alfaro Moreno y estoy agradecido con él. Le digo que siga luchando, a mí me costó mucho. Cuando le toque (la titularidad) que no la afloje.

¿Será un Víctor Mendoza renovado?

Sí claro, lo único que le pido es que no arriesgue, que sea muy inteligente y no tan Espartaco. Tiene muy buenas condiciones... Yo siempre estoy pendiente de él. Él no sabe, pero yo estoy ahí en las gradas atento. Donde él juega ahí estoy, camuflado con la gente de Barcelona. (I)  

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