Montenegro acoge una colonia japonesa de fútbol
Abajo Kotor, bahía occidental de Montenegro, arriba el volcán japonés de Sakurajima: el escudo del FK Adrija simboliza el atractivo que ejerce el pequeño país de los Balcanes en muchos futbolistas nipones.
Soñando atraer la atención de los mejores campeonatos europeos, son unos 40 japoneses en los 22 clubes profesionales de este pequeño país balcánico de un poco más de 600.000 habitantes, independiente de Serbia desde 2006. Alrededor de 140 jugaron en algún momento en la antigua república yugoslava.
“Siempre he soñado con jugar en Europa”, afirma Kino Seiya, de 21 años, estudiante de Tokio, que eligió unirse al FK Adrija. “Tras reunir informaciones sobre el mejor lugar para aclimatarse al fútbol europeo, Montenegro aparecía como un buen primer paso hacia una carrera profesional”, afirmó, hablando de la “buena experiencia de otros futbolistas”.
Si los intercambios económicos y culturales entre los dos países casi no existen, no pasa lo mismo en el fútbol. El mejor jugador de la historia de Montenegro, Dejan Savicevic, es presidente de la federación nacional. Vencedor de la Liga de Campeones con el Estrella Roja de Belgrado (1991) y el AC Milan (1994), disputó dos finales de la Copa Intercontinental en Tokio.
La tradición de los entrenadores yugoslavos viajeros llevó a muchos a Japón: Vahid Halilhodzic, Ivica Osim, que fue en 2006 y 2007 el seleccionador de Japón, o Dragan ‘Piksi’ Stojkovic, jugador y después entrenador del Nagoya Grampus Eight.
‘Bazas japonesas’
Pero fue un hombre menos célebre quien está desde 2013 en el origen del gusto por los jugadores japoneses por el pequeño país montañoso a orillas del Adriático, donde los clubes tienen infraestructuras vetustas alejadas de las existentes en Japón.
Tras haber jugado en las divisiones inferiores de la J-League y entrenado a jóvenes, Pedja Stevovic, de 46 años, hizo venir a japoneses; después creó en este año, en la capital de Podgorica, el FK Adrija, el cual quiere convertirlo en un equipo montenegrino-japonés. Compitiendo este año en tercera división, el club tiene por ambición ascender.
“Las cualidades individuales que caracterizan a los montenegrinos -la disciplina y la responsabilidad- son las bazas de los japoneses. Su interacción podría hacernos progresar enormemente, tanto colectiva como individualmente”, afirma Pedja Stevovic.
“Japón ‘produce’ entre 7.000 y 10.000 jugadores por año. No pueden todos encontrar su lugar en la mejor competición. La primera división japonesa solo cuenta con 1.500 jugadores. Aquellos que no triunfan renuncian al fútbol o intentan su suerte en otro país extranjero”.
En Montenegro, estos jugadores a menudo surgidos del sistema universitario, ganarán entre $ 9.500 y $ 17.000 por año.
¿Un trampolín?
Pedja Stevovic, de 46 años, llevó jugadores japoneses a la capital, Podgorica, y creó este año el club FK Adrija. Foto: AFP
Stevovic es el presidente, hay japoneses en el consejo de administración, tres están en el terreno y uno en el banquillo como entrenador adjunto. Hayashi Yuske, un nutricionista de 25 años, que juega desde hace 2 en Montenegro, afirma su interés por “aprender una forma de egoísmo deportivo, ya que en Japón todo está subordinado al colectivo”.
“Lo que sorprende aquí es este hambre de éxito individual, incluso en detrimento del colectivo. En Japón es inimaginable”, dice este jugador que sueña con atraer la atención de un club australiano.
Los japoneses “no renuncian nunca. La disciplina, la responsabilidad y el compromiso es lo que quiero aprender de ellos”, responde su compañero Radoje Vlalovic, de 19 años.
¿Pero Montenegro es verdaderamente un trampolín? “Vienen aquí para fortalecerse”, asegura Stevovic. Tras una temporada en el Mladost Podgorica en 2013, Taku Ishihara llegó a jugar en la segunda división alemana. Luego de dos temporadas en el Rudar Pljeljva, Kohei Kato juega ahora en Bulgaria, en el Stara Zagora, tras pasar por Polonia. Nada impresionante.
Según Stevovic, “un itinerario natural los lleva primero a los países de la ex Yugoslavia, después a Europa occidental”, o “su precio aumenta en Asia y regresan”. (I) et