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El Telégrafo
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El salto al ‘Ídolo’ quebró la vida de la ‘Bomba’

El salto al ‘Ídolo’ quebró la vida de la ‘Bomba’
21 de enero de 2014 - 00:00

¡Ya viene!, advierte el cronista gráfico Fernando Sandoval, mientras señala con su mano la calle 6 de Diciembre, ubicada al pie del estadio Folke Anderson. Una figura que viste una camiseta gris y pantalón verde se agranda conforme se acerca. Es Carlos Valencia, el exfutbolista que hoy vive como enajenado debido a su adicción.

La ‘Bomba’ -o la ‘Bumba’ Valencia, como lo llaman quienes lo conocen- dejó de ser el puntero izquierdo que marcaba goles a base de habilidad y potencia; ahora camina por las calles de Esmeraldas, sin rumbo fijo.

Cenelda Hurtado, madre del exdeportista, lo busca con la mirada entre los transeúntes apurados. A sus 72 años, las ‘vistas’ le fallan. Luego de distinguirlo entre la gente, apoyada en un viejo bastón de madera, se incorpora pesadamente. La presencia de Carlos la obliga a salir de la sombra que buscó para refrescarse del calor y, con la lentitud propia de su edad, cruza la calle para retornar a su domicilio. “¡Váyanse!”, nos aconseja. Él detesta verla conversando con otras personas.

Son cerca de las cuatro de la tarde, la temperatura de Esmeraldas alcanza los 26 grados. La llegada de la ‘Bomba’ deja a medias el diálogo con su progenitora. Cinco horas antes, acompañados por Fausto Hurtado, otro exfutbolista esmeraldeño, intentamos hablar con Carlos, pero la charla no duró ni cuatro minutos.

Lo encontramos leyendo un periódico en el portal de su casa. Fausto le indicó que éramos periodistas que viajamos desde Quito para hacerle una entrevista. Saludó con cortesía, pero no tardó en desviarse del tema. En segundos contó que antes de comenzar a jugar fútbol fue pasabolas en el estadio Folke Anderson, también ayudaba a quienes realizaban el mantenimiento de la cancha y amarraban las redes en los arcos.

Luego mencionó que era experto en arreglar motores de autos, que unos ‘gringos’ le enseñaron técnicas de espionaje y que era capaz de traer a Osama Bin Laden para reventarnos. Levantó la voz en tono amenazante, ya no deseaba conversar.

Con la mirada, Fausto nos indicó que era mejor dejarlo solo. Recomendó que lo acompañáramos a la sede de la Federación de Ligas Barriales y Parroquiales de la provincia de Esmeraldas (Fedelibes). Ahí tenía amigos que lo conocían, alguna referencia podían darnos.

El pelotero que ‘enloqueció’ ante la mirada de sus vecinos
Las oficinas de la Fedelibes están en los bajos del Folke Anderson, en la calle Salinas, al norte del escenario. Por ahí pasan a diario deportistas barriales, amateurs y de alto rendimiento. Muchos saben o han escuchado hablar del exjugador profesional que ‘quedó loco’, locura sobre la cual se ha tejido una serie de especulaciones entre los habitantes de Esmeraldas.

Oswaldo Torres y Geovanny Pinargote, dirigentes de la Fedelibes, sabían que la ‘Bomba’ perdió la cordura debido a las drogas. La sobredosis de algún psicotrópico mermó su capacidad mental. Todavía fuma y toma licor, relata Geovanny.

Narran que hace varios años, el alcalde de Esmeraldas, Ernesto Estupiñán, quien cumple su tercer mandato, propició la rehabilitación de Carlos Valencia en una clínica de Guayaquil. Además, le entregó la casa en la que vive (frente al estadio) y le dio un empleo en el Municipio. Lamentablemente recayó.

También se oyen rumores de que, por envidia de su éxito en el balompié profesional, alguien le practicó vudú. No faltan quienes atribuyen a la bebida el mal estado del exdeportista; supuestamente tras un desamor.

Para Fausto Hurtado es mejor abordar la faceta deportiva de Carlos Valencia. Rememora que debutó en Esmeraldas Petrolero, pasó al Macará de Ambato, posteriormente se enfundó la camiseta de Barcelona y se retiró en un club que no recuerda.

La residencia de Carlos en Esmeraldas siempre fue Barrio Caliente, frente al estadio, en las calles 6 de Diciembre y Ricaurte. El sector se ganó ese nombre por la jovialidad, la alegría y la forma como la gente se divertía en las décadas del 50 y 60. Había muchos salones de baile.

Pero eso nada tenía que ver con las adicciones de la ‘Bomba’, menos aún con su poca voluntad para recuperarse. Ayuda nunca le faltó. Hurtado afirma que tanto Carlos como Orly el ‘Zapatón’ Klínger y otros exdeportistas reciben pensiones vitalicias del Estado.

Su permanencia en la banca tendió el puente a la depresión
La casualidad juega a nuestro favor. Mientras retornamos del almuerzo, divisamos a Carlos a dos cuadras del Mercado Central, lejos de su vivienda. Como no está en casa, es el momento para buscar a su madre.

La ‘Bomba’ Valencia, tercero desde la izquierda, figuró en Aucas en 1991. A media temporada, el equipo ‘indio’ subió a la primera A. Foto: Internet

 

 

Pablo Álvarez, el conductor de la camioneta que nos transporta, recuerda las palabras de Fausto Hurtado: La ‘Bomba’ odia que aparquen junto a su domicilio. Con precaución se ubica a la vuelta de la esquina de la calle Ricaurte.

El ‘hábitat’ del expelotero es de una planta, tiene un pequeño patio y sus paredes color granate se ven garabateadas por rayas rojas y grises que parecen obra de enormes crayones trazados por algún niño.

No hay puerta de calle. Golpeamos insistentemente la puerta de la casa sin recibir respuesta. Sentado en el pequeño muro verde del patio, un gato blanco con gris es el único habitante del lugar que nos observa. La espera debe prolongarse.

Pasadas las tres de la tarde, al tiempo que buscamos pistas sobre la enfermedad de Carlos Valencia entre los vecinos, uno de ellos nos avisa que vio entrar a doña Cenelda.

En efecto, yace sobre una silla plástica; está sofocada y se cubre del calor frente a su casa, el enorme muro oriental del estadio Folke Anderson la protege. Al principio se muestra reacia a conversar, pero no tarda en acceder. El tono endrino de su piel no oculta sus enormes ojeras. Hay que hablarle fuerte para que escuche.

Ya más confiada, ella cuenta que Carlos nació en 1966. Sus inicios no fueron como pasabolas. Orestes Mejía, un conocido entrenador de la localidad, lo llevó al club Juventus después de verlo jugar en el Parque Infantil. A ese sitio acuden a pelotear los niños del barrio. En ese entonces, la ‘Bomba’ tenía 9 años.

Gracias a su corpulencia y destreza no tardó en sobresalir. Esas cualidades le permitieron, incluso, desempeñarse con eficiencia en categorías de edades superiores. Hasta que, luego de un partido del torneo nacional de juveniles ante el Macará de Ambato, al que le marcó varios tantos, el elenco ‘guaytambo’ compró sus derechos deportivos.

Ese hecho y su convocatoria a la selección nacional -que disputó y obtuvo el campeonato de los Juegos Bolivarianos de 1985 en Cuenca- le dieron reputación y fama. “Mi hijo metía el hombro, luego la pierna y hacía el gol”, reseña Cenelda, mientras con su cuerpo recrea la jugada. Fue la única ocasión que la vimos sonreír.

Tras dos temporadas en el Macará, Barcelona de Guayaquil lo contrató para el certamen de 1989. Es en el conjunto ‘canario’ que, a criterio de la señora, empieza la caída del delantero.

La mayoría del tiempo, Carlos calentó banca. Ni siquiera se sintió parte de la plantilla que ese año conquistó el título, el décimo en la historia amarilla. Cenelda lucha contra el llanto, calla, se controla.

Relata que en el Barcelona de esa época la alineación titular no la decidía el director técnico (el argentino Miguel Ángel Brindisi), sino un jugador, alguien que dice no recordar o, tal vez, prefiere no nombrar.

Lo peor no fue eso, sino que a cada jugador del campeón la dirigencia ‘torera’ le entregó una casa, menos a Carlos. Estaba dispuesta a reclamar, pero la ‘Bomba’ se lo impidió. Siempre creímos en Jehová y su hijo Jesucristo, musita. Años después, el Municipio les reconstruyó la vivienda.

Terminado el ciclo en Barcelona, Valencia fue transferido al Audaz Octubrino de Machala y en lo posterior al Aucas, al que ayudó a ascender a la primera A en 1991.

Algo que no comprendieron ni ella ni Carlos es por qué en el cuadro ‘oriental’ lo sacaron de la nómina. A criterio de Cenelda, la ‘Bomba’ cumplió una buena campaña.

Cabizbaja, con labios temblorosos, la anciana ahoga las lágrimas. De vuelta en Esmeraldas, desocupado y hundido en profunda depresión, su hijo intentó suicidarse. Dos fundas de veneno para ratas Campeón casi lo mandan a la tumba. “Eso le mató las neuronas, le hizo ‘miércoles’ el cerebro”, recuerda.

Los días posteriores no trajeron nada bueno. La ‘Bomba’ se perdió en la adicción a las drogas, se tornó agresivo, vagaba por las calles y, de vez en cuando, se lo veía golpeado o herido.

Cenelda Hurtado nunca dejó de orar, sus plegarias tuvieron eco en 2006. El alcalde Ernesto Estupiñán, exbasquetbolista barrial y vecino de Barrio Caliente, se compadeció del muchacho. Hizo posible que Carlos fuera internado en la Clínica Psiquiátrica Delgado, en Guayaquil, donde le dieron de alta en mayo de 2007.

En manos de Dios
De la clínica Delgado únicamente quedan dos números telefónicos que aparecen en el portal web amarillasinternet.com . Paola Bravo, quien atiende las llamadas, contesta que el sanatorio cerró en diciembre de 2012, supuestamente, por declararse en bancarrota.

La única probabilidad de conocer mayores detalles sobre la salud de Carlos Valencia es con el alcalde Estupiñán, a quien le sorprende sostener en estos días una entrevista que no aborde el tema de las elecciones seccionales.

Estupiñán recuerda que a Carlos le costearon seis meses de terapias en la clínica Delgado. La adicción a las drogas lo desestabilizó, por eso lo trató el doctor Tigua, un psiquiatra y deportólogo muy reconocido en Guayaquil, especifica.

Además, el Municipio invirtió 5.000 dólares en la reconstrucción de la casa, que también quedó amoblada. Y le dio un empleo en el departamento de deportes.

Estupiñán respira profundo, Carlos permaneció más de un año en ese cargo; no soportó la privación de su vicio y de nuevo se entregó a los brazos de aquel infierno. La voz del político suena con un timbre de dolor y vergüenza ajenos.

Sin diagnóstico preciso, recurrí vía telefónica a Óscar Concha, deportólogo que ha laborado en varios clubes de balompié profesional. Concha conoce el caso de la ‘Bomba’ Valencia, es uno más en los que la droga tiene la batalla casi ganada.

Aunque el consumo de estupefacientes daña el sistema nervioso central de cualquier ser humano, la ‘Bomba’ aparentemente ya tenía tendencia a desarrollar cierto desequilibrio. La droga aceleró el proceso patológico conocido como esquizofrenia, puntualiza el médico.

Las sustancias que generan dependencias más agudas son la cocaína y la pasta de cocaína que, al ser alucinógenas, deforman la realidad. Por lo general, quienes las consumen, por más tratamientos que hagan, son propensos a retomar el consumo.

Ajena a estas reflexiones, Cenelda insiste en que solo Jehová determinará si su hijo merece o no otra oportunidad. Nos pide que nos alejemos, Carlos está a escasos 70 metros de la casa, viene por la vereda del estadio. Es hora de retirarnos.

DATOS

Según la Ley del Deporte, las pensiones vitalicias se otorgan a exponentes retirados que hayan ganado medallas de categorías absolutas en Juegos Olímpicos, Paralímpicos, Panamericanos, Parapanamericanos, Sudamericanos, Parasudamericanos o en campeonatos mundiales.

También constan quienes hayan realizado hazañas deportivas o sean considerados glorias deportivas.

En la lista de pensiones vitalicias constan 376 deportistas, entre ellos, como glorias deportivas, los futbolistas que obtuvieron los campeonatos de los Juegos Bolivarianos de 1975 y 1985. Carlos Valencia integró la selección de 1985.

El artículo 113 de La Ley del Deporte indica como una de las causales para retirar la pensión vitalicia la utilización de sustancias estupefacientes y psicotrópicas prohibidas por la ley, cuando dicho uso haya sido debidamente comprobado.

Respecto a otros familiares de Carlos Valencia, se sabe que tiene cuatro hijos. Además, la madre de la ‘Bomba’ aseguró tener otro vástago exjugador: Camilo Hurtado, quien nació en 1981. Ahora Camilo realiza recorridos de escolares en un auto.

Cenelda Hurtado dice que Carlos Valencia es agresivo y le ‘hace bulla’ a todo el mundo. Según Cenelda, Carlos le quemó algunas pertenencias hace más de cinco años, lo que ha provocado que la gente y sus vecinos le teman cuando lo ven vagar por las calles.

También cuenta que cuando la ‘Bomba’ trabajaba en el Municipio, los malos amigos le incitaban a ingerir licor, pese a saber que fue rehabilitado por una adicción a las drogas.

Óscar Concha recuerda que otra carrera deportiva afectada por la adicción a las drogas y que ocurrió en el campeonato ecuatoriano fue la del portero colombiano René Higuita, separado del Aucas en 2004 por dar positivo en consumo de cocaína.

Carlos Valencia reside en Barrio Caliente, que está ubicado en el centro de Esmeraldas. Su domicilio está al frente de la ‘Polverita’, como llaman al estadio Folke Anderson.

LEA MAÑANA

Tras  retirarse del fútbol, Gerardo Estupiñán se dedicó a los negocios.  Tiene un bar temático  en Esmeraldas.

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