Monseñor Leonidas Proaño, la carta roja, la represión en marcha
Leonidas Proaño fue un adelantado de la expresión “opción preferencial por los pobres”, surgida del Concilio Vaticano II, afirmada en Medellín y ratificada en Puebla. Revolucionó la diócesis de Riobamba, cuando en 1956 declaró su preferencia por los indígenas, es decir los más pobres de entre los pobres, que eran mayoría en el territorio donde ejercía el magisterio.
Estaba convencido de que una misión redentora pasaba por un apropiamiento de la realidad de las propias comunidades, y que esta comprensión sería aprehendida solo con educación. Creó en 1962 las Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador (ERPE), que alfabetizaban en la lengua materna de los indígenas. Y entregó dos haciendas de la curia de Riobamba a los descendientes de los pobladores originarios.
Dos actos fundamentales de la nueva hora que vivía la iglesia progresista latinoamericana.
Luego del Concilio Vaticano II, monseñor Proaño se reunió con obispos, sacerdotes y equipos misioneros que estaban formándose en Riobamba y propuso un manifiesto titulado “La iglesia que queremos”. La posición central del manifiesto era que los equipos pastorales tuvieran la facultad de ofrecer los servicios eclesiales y que estos no fueran potestad única del párroco”.
La nueva orientación fue anotada en un documento conocido como “La carta roja” porque fue escrito con tinta de ese color y circuló durante 1966. Sus orientaciones sirvieron también para Medellín.
Este mensaje comenzó a preocupar a los poderes locales e internacionales. Y los curas rojos, como se los comenzó a llamar, comenzaron a ser perseguidos. Reuniones, fiestas, ritos eclesiales, cualquier encuentro era motivo de sospecha y causal de persecución.