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Uso de juguetes sexuales debe ser conversado en pareja

En el centro de Guayaquil se encuentra ubicado un ‘sexshop’ que lleva 14 años  en el mercado y oferta una variedad de accesorios. Foto: CARINA ACOSTA |  El Telégrafo
En el centro de Guayaquil se encuentra ubicado un ‘sexshop’ que lleva 14 años en el mercado y oferta una variedad de accesorios. Foto: CARINA ACOSTA | El Telégrafo
17 de febrero de 2014 - 00:00

Nicolás Marines lleva 10 años de casado.  Asegura que no ha utilizado juguetes sexuales, porque aún no los necesita, pero tampoco   descarta    incluirlos en su vida sexual. “Habrá un momento   en que con mi esposa necesitemos  innovar para evitar  caer en la rutina”, dice  Marines, quien es biólogo.

Precisamente, romper con la rutina sexual es   lo que ha llevado a cientos de  parejas a visitar  ‘El Rey del Mazo’,   en el que  se ofertan juguetes eróticos. Según   Héctor Figueroa, es uno de los 10 ‘sexshops’ o tiendas de artículos sexuales que ofertan en Guayaquil. ‘El Rey del Mazo’ ya tiene 14 años en el mercado local.  Figueroa cuenta que iniciar el oficio fue difícil por la poca clientela e incluso porque no había la figura ‘sexshop’ para registrar el negocio, “ahora es distinto, las personas van o llaman al local  a pedir los accesorios. De a poco  han ido perdiendo la vergüenza y llegan más seguros de lo que quieren. A diario contamos con más de 10 clientes”.

De acuerdo con un estudio de la Facultad de Ciencias Económicas y  Negocios de la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE), los juguetes eróticos existen desde hace más de 2.500 años: griegos  y romanos ya los utilizaban. Estos últimos usaban cera para crear objetos de forma fálica. Entonces, ¿por que hay personas que aún se ruborizan con solo hablar de estos artículos?  

Según el sexólogo César Merino,   el uso de estos juguetes, que en sociedades conservadoras eran vinculados a la promiscuidad, ha aumentado con los años. “El tabú se está rompiendo bastante porque se está entendiendo mejor la dinámica sexual. Más allá de lo que piensan otros, sobre si estos juguetes son pervertidos o no, tienen muchas funciones”, dice Merino.

Figueroa asegura que hoy el 50% de sus clientes son parejas heterosexuales,  40% parte del grupo GLBTI y otro 10% son hombres solteros.  “Lo más solicitado son los consoladores, de los que existe una variedad de 100 modelos y en menor cantidad las vaginas vibradoras”.

Kathya Burgos, dueña del ‘sexshop’ ‘Hot Girl’ ubicado en Quito, cuenta que a diario recibe entre 10 y 15 clientes. Explica  que  cuando le piden una recomendación, primero    ubica la situación en que se encuentra la pareja. “Aquí hay casos en que llegan porque la relación está apagada, otros lo hacen por recomendación de sus terapeutas. Confíamos en que la sexualidad en un futuro deje de ser un tabú”, indica.

El estudio de la UTE revela    una encuesta a 384 personas en Guayaquil, de las cuales 369 tenían conocimiento de lo que era un ‘sexshop’  y 280 individuos habían comprado en uno. Solo 12 dijeron que estos espacios “atentan contra la moral”.

El sexólogo Merino explica algunas de las razones por las que las parejas usan juguetes sexuales: estar cansados de la misma rutina o falta de comunicación. Los artículos sexuales también son “una herramienta para personas anorgásmicas, porque   les ayudarán a descubrir la mejor forma de tener placer”, dice.

Otro sexólogo, Augusto Díaz, si bien justifica el uso de estos artículos, recomienda no abusar de ellos cuando la persona padece una disfunción sexual, porque “tendrá el placer que necesita pero no solucionará el problema sino que lo agravará”.  Agrega que las herramientas sexuales que ‘no son naturales’ con el paso del tiempo causan problemas psicológicos.

De hecho, Merino indica que en ocasiones es posible causar celos a un miembro de la pareja hacia el objeto usado, por lo que es indispensable la ‘predisposición y consentimiento’. 

De acuerdo con el psicólogo clínico Víctor Vintimilla, usar aparatos artificiales en las relaciones amorosas sin molestar al compañero dependerá del grado de conversación en la pareja,  “si el uno dice no, sencillamente  se debe abstener de hacerlo porque de lo contrario se estaría produciendo una agresión”.

Aconseja a las parejas no dejarse presionar por amigos en el uso de estos artículos, porque estos no sustituyen un beso o caricia, “sino que son un complemento en determinadas situaciones de pareja”. Aclara que las personas que los utilizan no son “enfermos sexuales, sino que agregan algo más a sus fantasías”.

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