Hugo Arnal. Biólogo venezolano especializado en ecología tropical. Ha dedicado su vida a la creación y manejo de áreas protegidas públicas en América Latina
Trafican animales por necesidad económica o por avaricia desmedida
En Ecuador más de 1.000 animales silvestres son traficados al año. Solo en los tres últimos meses del 2017 se incautaron 374 animales silvestres vivos.
Esto es un delito sancionado con prisión de uno a tres años y multas, advierte la WWF. Por eso la Hora del Planeta (Ecuador), un evento que se hace el último sábado de marzo en todo el mundo, estuvo dedicado al tráfico ilegal de animales silvestres y a la introducción de animales que ponen en peligro a las especies del Archipiélago de Galápagos.
Hugo Arnal, director de la WWF-Ecuador, conversó con EL TELÉGRAFO sobre ese tema y la conciencia ambiental.
El tráfico de animales es un problema no resuelto en Ecuador. ¿Cuáles son las razones?
Es una amenaza a los estados. Eso ocurre en los países africanos pero también en Sudamérica. Tenemos el caso de 27 tortugas de Galápagos decomisadas en julio del 2017, en Piura-Perú. El país hace un esfuerzo serio para detener el tráfico ilegal. Eso significa que en los últimos cinco años se ha detectado un número elevado de casos como esos.
Es una campanada para el Gobierno y las organizaciones defensoras de los animales. El tráfico se da porque el ser humano siempre tuvo mascotas desde el tiempo de los faraones en Egipto hasta nuestros días. Pero tener animales silvestres como mascotas no es sostenible para conservar las especies. Si tomas uno, no queda ninguno, dice nuestro lema.
¿Cuáles son las cifras y las especies que se trafican en este país?
Del 2014 al tercer trimestre de 2017 se retuvieron 4.321 animales silvestres vivos: 620 mamíferos, 909 aves, 643 reptiles, 293 peces y 1.856 invertebrados. Las especies más amenazadas son la guatusa, el tapir y el jaguar de la Amazonía. El oso andino en la Sierra y el guacamayo en la Costa se trafican como mascota. Otra fauna silvestre como el venado en los páramos, por ejemplo, o variedades de peces. En Galápagos cambian las formas del tráfico: la pesca ilegal de tiburones, los huevos de tortugas marinas, por ejemplo, o las aletas de tiburón, que se han descubierto en cargamentos.
¿Es un problema de la demanda y los precios de venta son altos para arriesgarse a llevar animales protegidos?
Los precios que se pagan por las especies son muy altos. Para citar un ejemplo: una guacamaya cuesta entre 300 y 4.500 dólares. Por eso es necesario fortalecer el control. Es, además, un problema de conciencia del comprador porque el vendedor lo hace por dos razones: necesidad económica o avaricia desmedida.
Muchos quieren tener dinero y no les importa cómo conseguirlo. Pero quien compra un animal silvestre hace un mal. Existe el Código del Ambiente que sanciona el tráfico ilegal con multa económica, decomiso, destrucción de productos, suspensión temporal de una actividad, entre otros.
El cóndor, el símbolo nacional representado en el escudo, está en extinción. ¿Ecuador tendrá que buscar otra especie para reemplazarlo?
Está en peligro. Es un ave carroñera, que consume cadáveres de animales sin haber participado de su caza. Solo quedan 93 cóndores, según el censo del Ministerio del Ambiente. Hay 70 dormideros de cóndor en Pichincha, Napo, Imbabura y Loja. Esta especie también ha sido cazada por mitos porque a su población no se la veía como carroñera, sino como ave de rapiña (que mata a sus presas).
¿Es mejor para los animales en extinción estar en bosques o cuidados y encerrados en zoológicos?
Es una pregunta muy compleja, depende del animal; en muchos casos el hábitat natural los ayuda a mantenerse bien y a conservar la especie. Pero en otros el hábitat es destruido y la población de animales no tiene todos los mecanismos para mantenerse. Allí es mejor restaurar su ambiente e intervenir.
Es como conservar el acervo cultural, y así hay que proteger a la naturaleza. Hay casos interesantes de una organización ecuatoriana que protegió un ave del sur de Cuenca. La especie estuvo extinta por casi 30 años, pero se consiguieron unas parejas, entonces, la fundación compró las tierras, manejó el hábitat y la reproducción y las parejas subieron a 200. Su estado de conservación fue mejor.
¿Cómo ve la conciencia de los ecuatorianos frente a los problemas ambientales?
El pueblo ecuatoriano tiene una conciencia mayor de la importancia de la biodiversidad. El 91% de las áreas están protegidas y existen hace más de medio siglo. Uno de los ejemplos es la conservación de Galápagos. Es uno de los archipiélagos tropicales mejor conservados en el mundo. Allí se mantiene más del 95% de la biodiversidad original. Se ha hecho un gran esfuerzo que debe ser valorado y el país merece una felicitación.
Pero en países pobres, como el nuestro, la prioridad es el desarrollo económico, no la conservación. ¿Cuál es la relación entre bienestar social y ambiente?
Creo que los temas de pobreza y bienestar social no pueden divorciarse del tema ambiental. Y los gobiernos entienden eso, en su carácter más amplio, no solo de la conservación sino también del impacto de la minería, industria petrolera, petroquímica, entre otros. Ambos temas están íntimamente ligados y no hay manera de separarlos.
¿Qué ejemplos tenemos de esa relación?
En la Costa, las aguas de los ríos están contaminadas con coliformes, bacterias y metales pesados porque no se tratan las aguas servidas. Esas aguas van a los estuarios, donde hay conchas negras, que son parte de la tradición gastronómica del país. Allí hay una vinculación muy importante entre los procesos de contaminación de los ríos y la calidad de recursos de la pesquería que consumen los ecuatorianos.
¿Cuántos recursos se necesitan para proteger el ambiente?
Se ha cuantificado el costo y hay planes de contingencia y de mitigación de la explotación petrolera y de las áreas protegidas. No se debe mirar como un gasto, sino como una inversión. Mejor ambiente, mejor salud, mejor calidad del agua. Hay una relación estrecha entre esa inversión, la conservación y la calidad de vida de la gente. No hay desarrollo humano sin gestión adecuada de la conservación.
¿Es posible la explotación minera sin contaminar y sin atentar contra los derechos de las comunidades?
Es posible la explotación minera en tierras que no son territorios ancestrales. Hacer el reordenamiento territorial adecuado para respetar los derechos de las comunidades. Hay tecnología para manejar de manera más adecuada la contaminación. Pero no es perfecta y se corren riesgos.
Si hay minas de oro tendremos problemas consustanciales a esa explotación y si eso llega a los ríos es terrible. La minería organizada es mejor y más controlada que la minería pequeña y artesanal. Es un tema difícil porque muchas personas dependen de ella y genera una situación social compleja de manejar.
¿Entonces cuál es la salida a la pequeña minería?
La gente hace una labor muy dura porque necesita medios de vida. La mejor medida para combatir esa minería es trabajar con ellos y buscar alternativas económicas sostenibles. La prohibición se ha ensayado en muchos países, pero no siempre ha dado buenos resultados. Por ello lo mejor y más seguro es buscar otra opción a la minería ilegal.
Pero hay consulta previa a las comunidades afectadas por esa minería
Es muy importante que escuchen a los pueblos y nacionalidades en un proceso participativo. Es legítimo atraer inversiones, pero también oír los deseos de la población para proteger y mantener un ambiente limpio. (I)