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Ecuador, 16 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Psiquiatra presentó teoría sobre violadores

El psiquiatra alemán Boris Bandelow, profesor de la Universidad de Tubinga (sur), publicó un libro en el que busca las claves del crimen en el cerebro humano, además de indagar en las razones por las cuales los criminales pueden llegar a tener cierta aura seductora, a primera vista inexplicable.

"¿Quién le teme al hombre malvado? Por qué los criminales nos fascinan", es el título de la obra publicada por la editorial Rowohlt y que se aproxima a casos que van desde la historia del asesino pedófilo belga Max Dutroux hasta la del asesino ultraderechista noruego Andreas Breiwick.

Bandelow analizó una serie de casos criminales célebres, arrancando por el del asesino de prostitutas austríaco Jack Unterweger que se convirtió en autor de bestsellers desde la cárcel, antes de ser liberado para volver a delinquir.

El psiquiatra abordó  casos en los que lo que le interesaba a los criminales no era tanto la compensación sexual, a través de la violación de sus víctimas, o monetaria, sino el placer de dominar, generar sufrimiento y matar.

Bandelow sugirió una explicación bioquímica de los resortes que llevan a esos casos de sadismo. La idea es que muchos trastornos de la personalidad, entre ellos los que llevan a un comportamiento psicópata, pueden explicarse a partir de una descompensación del sistema de retribuciones del cerebro.

Ese sistema está situado en una pequeña área del cerebro y es responsable de las emociones agradables.

Este está conectado a otro en el que participan las endorfinas, sustancias similares a la morfina pero creadas naturalmente en el cerebro y que transmiten todas las sensaciones agradables de la vida.

Bandelow, en otras publicaciones en revistas científicas, ha planteado la hipótesis de que el llamado Síndrome de Borderline (transtorno límite de la personalidad) lleva a los enfermos a buscar sensaciones fuertes que muchas veces los ponen al borde de la muerte y tiene que ver con un bajo nivel de endorfinas que buscan siempre aumentarlo a un nivel aceptable.

La personalidad antisocial, según Bandelow, puede funcionar de manera similar a la de los que padecen este síndrome, pero intentando compensar el bajo nivel de endorfinas a través de demostraciones de poder. Además, en los dos casos la necesidad de elevar el nivel de endorfinas lleva a anular el funcionamiento de otras zonas del cerebro, encargadas de las consideraciones racionales o las conveniencias sociales.

“La teoría de la descompensación bioquímica no está probada aunque hay muchos indicios que la respaldan”, admitió Bandelow. Además, esta explica también otro fenómeno que abordó en el segundo capítulo de su libro, que es el llamado Síndrome de Estocolmo, que crea una relación estrecha entre el secuestrado y sus secuestradores.

La tesis central es que, por una parte, al encontrarse el organismo en una situación extrema, el cerebro reacciona con una producción febril de endorfinas para aumentar las posibilidades de supervivencia. Por otra parte, el captor suele ser a la vez quien le suministra al rehén los elementos básicos para mantenerse con vida y, en una situación de extrema amenaza, ese hecho tiene más valor que la degradación y el sufrimiento.

"Los casos espectaculares solo son expresión de un fenómeno extendido en todo el mundo que nos muestra una y otra vez que hay ciertas partes del cerebro humano que todavía no han dado el salto a la civilización", dijo Bandelow.

A esa parte del cerebro también se enfocan los fundadores de sectas, algunos dictadores y también terroristas seductores como el fundador de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), Andreas Baader, señaló el psiquiatra.

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