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Grupo denuncia exclusión por la apariencia
El ingreso al colegio de un adolescente dependía de su corte de cabello. Las autoridades del plantel de Quito lo llamaron para pedirle que se lo corte “como hombre”.
Ante su rechazo y tras explicarles que era rockero, ellos exigieron que presentara un certificado que avale su preferencia musical.
En 2015, Ana Paula, de 15 años, tuvo que cambiar el color azul de su cabello por exigencia del rector del colegio en el que estudia. “La llamó a su oficina para pedirle que cambie su color por uno menos llamativo”.
Ambos casos son parte de una queja por vulneración a la libertad estética, que ayer fue presentada ante la Defensoría del Pueblo, en Guayaquil.
El Observatorio Ecuatoriano de Derechos Humanos, Colectivos y Minorías, representado por Diana Maldonado, acercó el documento.
En el escrito se cita el artículo 21 de la Constitución, en el que se establece: “Las personas tienen derecho a construir y mantener su propia identidad cultural, a decidir sobre su pertenencia a una o varias comunidades culturales y a expresar dichas elecciones; a la libertad estética; a conocer la memoria histórica de sus culturas y acceder a su patrimonio cultural, a difundir sus propias expresiones culturales y tener acceso a expresiones diversas”.
Según Maldonado, buscan que se modifique los reglamentos de las instituciones educativas. “La mayoría de los planteles exige que el estudiante no lleve piercing, ni el cabello con colores llamativos ni pulseras. Se está imponiendo un estándar de estética a los jóvenes”.
Agrega que las normativas de ellos no pueden estar por encima de lo que manda la Constitución ni afectar los derechos. “Mi apariencia no define mi capacidad ni lo que puedo hacer”.
La queja presentada cuenta con el respaldo de varias organizaciones, entre ellas, Grupo Rescate Escolar, Todo Mejora Ecuador y el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos.
Zaida Rovira, coordinadora zonal 8 de la Defensoría del Pueblo, quien recibió la queja, aseguró que en dos días se conocerá si es admisible el proceso y posteriormente darse una audiencia.
Para ella, limitar este derecho (libertad estética) afecta otros, como el acceso a la educación y origina hasta discrimen laboral. “Lo que aquí vemos es que se están creando estereotipos”.
Francis Bautista, de 19 años, y Douglas Macharet, de 26, sufrieron exclusión en el colegio.
Francis, quien desde pequeño se dejó crecer el cabello, cuando fue matriculado a un colegio tuvo que raparse. “Era eso o no estudiaba”.
Sin embargo, en el trabajo volvió a ser rechazado. “Me despidieron porque tenía piercing y el cabello largo. En las calles me dicen que parezco mujer. Aquí nadie respeta la libertad estética”.
Douglas relató que no lo dejaban usar pulseras tejidas ni cadenas. “El inspector me pedía que me las sacara o me las cortaba”. Douglas, quien luce rastas y cintillo, todavía lidia con las burlas.
“Hace poco encontré a un profesora de psicología y me dijo: ‘¡Cómo puedes ser estudiante de la universidad!’”. (I)