Einstein obtuvo su primer contrato fijo como técnico de la oficina federal de propiedad intelectual
Albert Einstein escribió 30 de sus mejores trabajos científicos mientras vivió en Berna
A pocos días de cumplir 23 años, en febrero de 1902, llega a Berna el que será uno de sus ciudadanos más ilustres y uno de los hombres más importantes de la historia: Albert Einstein, que en palabras de Stefanie Gropp, curadora del Museo de Einstein en Berna, “fue un hombre de una increíble intelectualidad, pero a la vez auténtico y solidario”.
Había terminado sus estudios en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH, por sus siglas en alemán) cuando el tren lo dejó en la estación central de la capital helvética. “Einstein no se sentía bien en la Alemania de Weimar”, explica a EL TELÉGRAFO la curadora alemana. Se dice que odiaba su Gymnasium (colegio en Múnich) porque era muy militarista. “Le molestaba la sociedad tan estricta que no encajaba con su personalidad”, dice mientras muestra una fotografía -expuesta en el museo- donde se puede ver a un grupo de niños, de unos 10 años, todos serios, menos uno, “el único que sonríe en la foto es Einstein”, aclara Gropp.
Esta es una de las razones por las que le pide a sus padres que lo dejen ir a Suiza. “En el cantón Argovia vivió con la familia Winteler, el padre fue su profesor en el colegio donde terminaría sus estudios secundarios. Su primer gran amor fue Marie Winteler, hija de la familia que lo acogió”, comenta.
Este año resultó clave, Einstein llegó a una escuela que seguía las ideas de un pedagogo suizo llamado Pestalozzi, quien dijo que a los niños difíciles es importante no obligarlos a hacer el ABC y el 123 todo el tiempo, sino también invitarlos a visualizar, llevarlos a la naturaleza y darles cosas con las cuales jugar.
A los 16 años obtuvo el título de bachiller y el mismo año renunció a la ciudadanía alemana e inició los trámites para naturalizarse suizo. A finales de 1896, a los 17 años, ingresó a la Escuela Politécnica Federal de Zúrich y se matriculó en la Escuela de orientación matemática y científica.
Los años de formación universitaria terminaron, al no encontrar trabajo en Zúrich, en el invierno de 1902, se fue a Berna con lo que llevaba puesto el título de profesor de matemáticas y física y la promesa a su novia, Mileva Marić, de que si encontraba un trabajo estable vivirían juntos.
Esta serbia fue su compañera de clase. Su carácter feminista y radical enamoraron a un Albert que por entonces descubría las obras de filósofos como Spinoza, Kant, David Hume y Karl Marx. Por esa época también tomó contacto con el movimiento socialista, a través de Friedrich Adler, y se impregnó del pensamiento inconformista y revolucionario de su amigo Michele Besso.
“Clases privadas de matemáticas y física. Una hora de prueba gratis”, se podía leer en los anuncios del periódico local. De alguna manera había que ganarse la vida hasta que llegara el primer contrato como experto técnico de la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual. Su salario: 3.500 francos anuales. Entonces vivía en una habitación en la Gerechtigkeitsgasse (Callejón de la Justicia), en el centro de la ciudad.
Una vez asegurado su puesto, el joven Albert contrajo -contra los deseos de su madre, su padre acababa de morir-, matrimonio con Mileva, el 6 de enero de 1903. En ese otoño la familia Einstein se muda al pequeño apartamento de la Kramgasse 49, convertido hoy en museo y sitio de peregrinación de los admiradores del científico, como Rafa y Tina, brasileños, que “esperan ganar un poco de la genialidad de Einstein con esta visita”.
Hoy, la céntrica calle, parte del Patrimonio Universal de la Humanidad de la Unesco, acoge a distintas sedes diplomáticas -la embajada de Ecuador está frente a la casa de Einstein-. Es en esos 55 m2 donde nació su hijo Hans-Albert. “Albert y Mileva tuvieron una hija nacida fuera del matrimonio. No se sabe qué fue lo que pasó con ella, si murió o la dieron en adopción, simplemente se perdió el rastro de esa criatura”, cuenta la curadora. Allí también está, en la entrada, el escritorio de madera donde se desarrolló gran parte de la teoría de la relatividad restringida.
Cada mañana, para ir a su trabajo, durante seis días a la semana, Einstein cruzaba por Kirchenfeldbrücke, uno de los puentes que unen a la ciudad dividida por el río Aare. Al final del puente se encuentra el Museo de Historia de Berna y el Museo de Einstein.
La Berna de principios del siglo pasado crecía a un ritmo acelerado, en las primeras décadas su población se duplicó. El trabajo de Einstein consistía en examinar los últimos inventos en una ciudad que era pionera en el sector de la electrificación. Hacia 1884 se había instaurado el primer transporte de electricidad en la historia y en 1899, la línea ferroviaria de Burgdorf-Thun aparecía entre las primeras líneas eléctricas de Europa.
Berna estaba en pleno auge. “La vida en esta ciudad fue muy importante para Einstein. Por un lado, el tener un trabajo con un sueldo estable le daba tranquilidad financiera, además de que su empleo como funcionario le permitía dedicarse, en sus momentos libres, a desarrollar sus teorías”, aclara la encargada de la exposición.
En mayo de 1905 Einstein anunció, en una carta dirigida a su amigo Konrad Habicht, la publicación de su artículo sobre el efecto fotoeléctrico en ‘Los anales de la Física’. Un documento que él mismo califica de “muy revolucionario”.
A este siguieronn otras publicaciones. “Los anales de la Física”: El movimiento browniano (11.05.1905) que le valió el título de doctor por la Universidad de Zúrich; la teoría de la relatividad restringida (30.06.1905) y la equivalencia entre masa y energía (27.09.1905) que en tres meses y medio revolucionaron el mundo científico. En total durante sus años en Berna (1902 a 1909), Einstein escribió unos 30 trabajos científicos.
Entre tanto, Suiza y el mundo conocen inventos que transforman el quehacer humano: aparecen el teléfono, la máquina de escribir y la llanta dentada para el tren de cremallera que sube a la montaña alpina Jungfrau o Virgen en español. Estos son los acontecimientos que enmarcarían su vida en Berna hasta 1909. Abandonó la ciudad cuando consiguió su primer puesto académico, profesor asociado en la Universidad de Zúrich, al que siguió en 1911 una cátedra en la Universidad alemana de Praga, y en 1912 otra en la Escuela Politécnica de Zúrich. En 1913 llegó a la cumbre de su profesión, pues se convirtió en miembro de la Academia Prusiana de Ciencias y catedrático sin obligaciones docentes en la Universidad de Berlín, donde se encontró a una buena parte de la crème de la física mundial.
Los años de Berna quedaron atrás. En 1913 Mileva confesaba a una amiga que su marido se dedicaba por completo a la física y tenía poco tiempo para ella y sus dos hijos. Para entonces Einstein comenzó a relacionarse con una prima suya, Elsa Löwenthal, divorciada y con dos hijas. Ambas mujeres eran diferentes. Mileva más compleja, intelectual y taciturna. Elsa, en cambio, más convencional, no tenía problemas actuar como una buena ama de casa.
El divorcio llegó en febrero de 1919, entre las condiciones estaba que el dinero del Premio Nobel (no dudaban que Einstein terminaría por recibirlo, y llegó en 1922) iría íntegro para Mileva. El 2 de junio, Einstein se casó con Elsa, poniendo así fin a una etapa y a los prodigiosos años de Berna. (I)