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"La ciudad nace con el espacio público compartido"
Joan Clos es el director ejecutivo de ONU-Hábitat desde octubre de 2010. Estuvo a cargo de organizar y liderar los acuerdos que se aprobaron durante la conferencia Hábitat III que se llevó cabo en Quito, entre el 17 y el 20 de octubre de 2016.
Es doctor en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Posee una distinguida carrera en el servicio público y la diplomacia. Además, fue alcalde de Barcelona entre 1997 y 2006. En el marco de Hábitat III conversó sobre las expectativas urbanas y el futuro de las ciudades para los próximos 20 años.
De Hábitat III surgió un documento que servirá de guía en la planificación urbana durante los próximos 20 años. Allí se destaca el “derecho a la ciudad” de todas las personas, sin importar su condición social.
También se resaltan los temas de movilidad, la conectividad, la cultura, el cuidado del medio ambiente entre otros tópicos que se discutieron en la capital.
¿Por qué Hábitat III en Quito?
Porque ustedes son, en el buen sentido, unos temerarios; se ofrecieron a organizarlo y todo el mundo dijo: ¡Es perfecto! ¡Vamos a Quito!, porque es la oportunidad de tener un conocimiento directo de una ciudad en medio de los Andes, a 2.800 metros de altitud, con una población muy diversa y con una sociedad en una ebullición muy importante. Es interesante para las Naciones Unidas organizar actividades en sitios que tienen carácter. Y esto es lo que nos gusta de estar en Quito.
El Ecuador ocupa el primer lugar en el ranking de empatía. ¿Qué tan importante es la empatía en la construcción de la ciudad?
La ciudad es muy compleja, es un hábitat que hemos creado los humanos para agruparnos. La ciudad nace en la revolución del Neolítico, cuando triunfa la agricultura y la población humana se hace sedentaria. Lo que es diferente a la ciudad es el nomadismo, pero la agricultura y la ciudad nacieron juntas. El hombre se asienta cuando consigue cultivar la tierra y domesticar a algunas especies animales; eso genera mucha prosperidad y empieza una de las primeras grandes aceleraciones de la población mundial. Luego hay una segunda gran revolución con la industrialización, donde hay un incremento en la población que nos llevará a ser 10 mil millones de habitantes.
La ciudad es esta forma de vivir de los humanos agregados. Algo nuevo es que en la ciudad hay gente diversa, lo que hace que no se requiere ser de la misma familia para ser ciudadano. Lo que se aprende en la ciudad es el convivir entre diferentes e idealmente convivir en paz y con cierto placer, unidad y un cierto Buen Vivir. Construir el Buen Vivir requerirá trascender lo que consideramos las relaciones naturales, casi instintivas e intuitivas de la familia natural a una familia más extendida, que es la humanidad.
¿Cuáles son los límites de la ciudad?
No lo sabemos. Serán los límites de la humanidad, porque la humanidad se está haciendo urbana. Para que la humanidad pueda ocupar un territorio de forma ordenada debe ser urbana, por lo tanto, los límites de la urbanidad dependerán de lo que seamos capaces de construir como especie en las próximas décadas.
Parece que las relaciones de producción industrial no van a ser el modelo definitivo porque ya sabemos ahora que no hay necesidad de tanto empleo industrial en el mundo. De hecho, con todas las fábricas de China funcionando al ciento por ciento, no haría falta ninguna producción industrial adicional en ninguna parte del mundo.
Entonces el debate que se pone sobre el tapete es: ¿De dónde van a salir los empleos que necesitamos para una vida digna de las personas? Este, creo, es el gran tema que se nos viene encima.
¿Cómo aspiraría a que sea la ciudad de aquí a 20 años?
A mí me gustaría que sea un territorio, un espacio de convivencia donde la gente pueda desarrollar sus proyectos personales, donde haya igualdad de oportunidades en la medida de lo posible, donde la gente tenga capacidad de ser feliz, donde no haya castas -que se están creando por los nuevos sistemas de producción económica-.
Las tendencias en el futuro inmediato están claras, lo que no sabemos es cómo será el futuro a mediano o largo plazo. Pero si creemos que podemos construir una sociedad mejor y que lo que hagamos nosotros va a influir en la calidad del futuro, entonces tenemos una responsabilidad.
¿Existe un tamaño ideal de ciudad?
La ciudad es un artefacto político. Es decir, las abejas hacen las colmenas por instinto, pero nosotros no hacemos la ciudad por instinto, la hacemos por y con la política, es decir con la interrelación de grupos humanos. Por eso todas las colmenas son iguales, pero en cambio ninguna ciudad es repetida, porque las condiciones políticas locales siempre son diferentes.
Existe un diálogo entre las partes para acordar vivir juntos y esto es lo que crea la identidad y el fenómeno de la individualización de cada ciudad. Uno de los riesgos actuales más desagradables es el triunfo de esta arquitectura internacional que hace edificios iguales en todas partes y que choca con la identidad e individualidad de cada ciudad. Por lo tanto, no hay tamaño ideal, porque cada ciudad es fruto de las interrelaciones de la comunidad.
Un pueblo pequeñito puede ser una ciudad, porque hay un espacio común que no es de nadie, sino que es de todos y hay una gobernanza de este espacio en común. La ciudad nace con el espacio público compartido. Un espacio común que no es de nadie y es de todos que está ahí y hay que crear una forma política para gobernarlo. Por lo tanto, los vecinos se deben poner de acuerdo para pensar en unos servicios que no son tuyos ni míos, pero son del común. (I)