El calentamiento global provoca que los fenómenos climáticos sean más frecuentes
Los ecuatorianos nos caracterizamos por ser personas trabajadoras y luchadoras que juntos hemos superado numerosas crisis y conseguido el desarrollo del país. El fenómeno El Niño nuevamente amenaza nuestra costa y este es el momento propicio para que el Gobierno, los actores sociales, la empresa privada y la ciudadanía en general se unan para prepararnos y minimizar los daños que pueda causar.
En 1982, los habitantes de Guayaquil se quedaron sorprendidos con la presencia de fuertes lluvias en un mes inusual; era septiembre, las lluvias se repitieron en octubre, y aún con mayor intensidad en noviembre. Como consecuencia hubo inundaciones, pérdidas materiales y, lamentablemente, muchos compatriotas perdieron la vida. El fenómeno se repitió en los años 97 y 98, causando nuevamente desastres y pérdidas, ya que el país permanecía desprevenido y sin reacción. Las comunidades afectadas se encontraban desorganizadas, sin saber cómo enfrentar este acontecimiento que periódicamente se presenta en nuestro planeta.
Estos eventos naturales, con los que debemos convivir en el presente y futuro, son producidos por el calentamiento del océano Pacífico y se los conoce como el fenómeno El Niño, nombre que le dieron los pescadores en referencia al niño Jesús, por su cercanía a las fiestas navideñas. Los expertos indican que el fenómeno El Niño se produce con gran intensidad aproximadamente cada 50 años. Según los registros históricos, estos tuvieron lugar en 1728, 1790, 1828, 1876, 1891, 1925 y, recientemente, los ya citados en 1982 y 1997. Sin embargo, por efecto del calentamiento global y el cambio climático, se estima que estos fenómenos particularmente intensos pueden ser cada vez más frecuentes.
En El Niño de 1997 y 1998 hubo 30.000 damnificados y se perdieron 286 vidas. Se estima que el impacto económico fue de 2.882 millones de dólares. El sector agrícola fue especialmente afectado. Se perdieron 683.630 hectáreas de cultivos. Del total de pérdidas económicas asociadas a la agricultura, el sector bananero fue el más afectado (un 41%), seguido del arroz (17%), el maíz (11%) y la caña de azúcar (9%).
La infraestructura de transporte tuvo daños por valor de 787 millones de dólares, cosa que afectó a la movilización, tanto de personas como de productos.
Es a partir de estas experiencias tan dolorosas y desastrosas que se inició el estudio pormenorizado de este fenómeno. Se crearon diferentes organismos, se articuló el trabajo intersectorial e interinstitucional y se promovió la colaboración internacional. Estos aprendizajes han permitido al Gobierno Nacional actuar de manera preventiva y responsable, implementando proyectos para el control de inundaciones y sequía, como los de los ríos Bulubulu, Chone, Naranjal o Cañar, los cuales permitirán la protección de miles de familias ecuatorianas.
En total, según la Secretaría Nacional del Agua (Senagua), estos cuatro proyectos protegerán contra las inundaciones a 332.000 personas y a casi 150.000 hectáreas de cultivos.
Por su parte, el Ministerio de Agricultura implementa una estrategia ante el fenómeno, que va desde el fomento de las áreas afectadas, la entrega de kits para el control fitosanitario, el monitoreo, la asistencia técnica o la distribución de incentivos para proteger la producción.
Con la finalidad de disminuir los efectos del fenómeno climático también la Secretaría de Gestión de Riesgos coordina acciones preventivas con instituciones públicas y privadas. Para salvaguardar la integridad de los ecuatorianos se ha declarado la alerta amarilla en 17 provincias, 132 cantones y 423 parroquias. Los gobiernos autónomos descentralizados e instituciones privadas han elaborado sus planes de contingencia, se han realizado capacitaciones, preparado albergues y se ejecutan simulacros.
Es decir, estamos más preparados, existe responsabilidad y compromiso, lo que nos da la pauta de que al momento de actuar se verá reflejado el trabajo coordinado, existirá una verdadera colaboración entre Gobierno, instituciones públicas y ciudadanía para afrontar el fenómeno El Niño y, por lo tanto, sus consecuencias negativas serán minimizadas y nuestro país no sufrirá pérdidas sustantivas humanas y materiales, como ha sucedido en años anteriores.
Sin embargo, cabe recordar que por mucho que se haya avanzado desde las instituciones públicas para reducir el impacto de este tipo de fenómenos, la responsabilidad es de todos y cada uno de los ecuatorianos. Por eso debemos prepararnos convenientemente, seguir las disposiciones y apoyarnos entre comunidades.
Juntos debemos afrontar los desastres naturales que amenazan al país. Para manejar cualquier crisis que se presente por El Niño debemos informarnos, participar en las charlas y actividades preventivas, pero sobre todo estar preparados para apoyarnos, fortalecernos y trabajar unidos.
Practiquemos valores que nos conduzcan a ser mejores ecuatorianos, vecinos, amigos, que no falte la solidaridad, que quienes no nos veamos afectados podamos extenderles la mano a nuestros compatriotas y, motivados por un espíritu de amistad y confraternidad, que se organicen actividades de voluntariado. Seamos generosos con aquellos que lo necesiten, que nadie se aproveche de la situación y que la honestidad sea la bandera que nos acompañe a los ecuatorianos en nuestras acciones. (O)