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La Rumiñahui se va acostumbrando al silencio y al vacío que dejó el aeropuerto

La avenida Real Audiencia pasó a convertirse en el motor económico y comercial de la zona a partir de finales de la década de 1980. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
La avenida Real Audiencia pasó a convertirse en el motor económico y comercial de la zona a partir de finales de la década de 1980. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
18 de enero de 2015 - 00:00

El nombre del barrio: La Rumiñahui (dicho en ‘quiteño’) recuerda al mejor general de Atahualpa y mítico defensor del territorio quiteño de los conquistadores españoles.

Incluso parte de la denominación de sus calles tiene que ver con personajes indígenas de la época de la conquista y del período posterior de consolidación de la dominación europea: Nazacota Puento, Sancho Hacho, Melchor Toasa, Bonifaz Cumba, etc.

Otro parte de la nomenclatura rememora, al igual que en otras zonas del nororiente capitalino, a la naturaleza: De las Dalias, De los Cedros, De los Cafetos.

Una tercera fuente del bautizo de las vías del sector tiene que ver con la geografía del país y del exterior: Gualaquiza, Río Putumayo, Río Tambara, Chuquisaca.

Incluso una de las avenidas principales de la zona lleva el nombre de Luis Tufiño, geógrafo que en 1936 erigió en San Antonio de Pichincha el primer monumento en honor al paso de la Línea Equinoccial por el país, cuando se conmemoraban 200 años del arribo de la Misión Geodésica Francesa al Ecuador.

Sin embargo, el nombre de avenida Del Maestro, dado a otra de las arterias viales importantes, remite de manera directa a los orígenes mismos de la ciudadela.

Aquello porque parte de los primeros moradores fueron, en efecto, integrantes del magisterio nacional, quienes construyeron sus viviendas mediante créditos del Estado.

Joffre Rengifo, quien ha vivido en La Rumiñahi durante sus 42 años, recuerda que sus padres (ambos profesores) construyeron su casa gracias a un préstamo hipotecario del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (Iess).

El párroco Justino Manosalvas afirma que el lugar se pobló hace algo más de 45 años con las primeras familias que llegaron desde zonas aledañas al sector y, posteriormente, con grupos humanos provenientes de otras provincias.

En aquella época, la ciudad había iniciado una expansión acelerada hacia el norte y el sur a consecuencia de la gran cantidad de migrantes que llegaban provenientes de las parroquias rurales del Distrito y de las provincias adyacentes.

Entre 1962 y 1974, la urbe registró un crecimiento poblacional del orden del 6,3% anual.
Y una de las zonas elegidas por los recién llegados y los residentes que buscaban un lugar definitivo para habitar fue precisamente el sector de la cabecera norte del exaeropuerto Mariscal Sucre, que había sido inaugurado en 1960.

En un inicio, la mayoría de casas estaba compuesta por modestas villas, generalmente de una planta.
Con el paso del tiempo, sin embargo, la fisonomía del sector fue cambiando.

Así lo certifica Cristina Segovia, otra quiteña nacida en La Rumiñahui, quien dice que con el pasar de los años, las sencillas casas que habrían sido construidas con el apoyo de instituciones estatales fueron adaptándose a las nuevas estructuras y diseños arquitectónicos que se imponían en cada época.

“La planificación habitacional, en algunas zonas específicas, constaba de villas (viviendas de una sola planta), con pequeños terrenos donde los habitantes sembraban flores y algunos frutos que se daban gracias al clima. Tiempo después, esas casas se ampliaron con 2 o 3 pisos superiores y los huertos pasaron a ser garajes”, señala.

Las viviendas, en aquella época, no podían exceder esa altura debido al riesgo que grandes construcciones podían significar para el cercano tráfico aéreo; sobre todo a la hora del despegue de las aeronaves desde la antigua pista aérea, que se realizaba en la zona en donde prosperó La Rumiñahui.
Pese a esos cuidados, la actividad aeronáutica produjo 11 incidentes en el exaeródromo; algunos de los cuales afectaron de manera directa a la ciudadela capitalina.

Así, el 27 de enero de 1980 se produjo el accidente de un Boeing 727 de la aerolínea Avianca. La tripulación del avión colombiano hizo una aproximación por instrumentos en condiciones meteorológicas adversas y el avión aterrizó demasiado rápido. No hubo víctimas.

El 18 de septiembre de 1984, un DC-8 de Aeca no logró decolar alrededor de las 09:00, chocó y cayó sobre las casas de la calle Las Dalias y avenida del Maestro, con un saldo de 49 muertos entre ocupantes y vecinos.

El 1 de mayo de 1996, el vuelo 727-200 de la aerolínea brasileña Fly realizó un aterrizaje forzoso en la calle Tufiño. La nave transportaba a 85 pasajeros, entre ellos, jugadores del equipo de fútbol Corinthians. Hubo 6 heridos.

Pero el más trágico accidente ocurrido en el exaeropuerto Mariscal Sucre sucedió el 20 de agosto de 1998 cuando un Túpolev de Cubana de Aviación no alcanzó a despegar. Se estrelló contra la torre de comunicaciones y luego contra un muro. Llevaba 90 pasajeros a Cuba de los cuales fallecieron 76.

Por fortuna para los moradores de los alrededores, la aeronave no traspasó los límites de la terminal.
A raíz de ese incidente, el Municipio quiteño decidió establecer una zona de amortiguamiento para evitar que futuros percances afectaran a los vecinos de La Rumiñahui.

Esta se construyó en el año 2000 y demostró su utilidad en, al menos, 4 percances más.
En uno de ellos, el 23 de septiembre de 2008, las tres cuartas partes del avión Canario I atravesaron el muro de ladrillo de la cabecera norte del Mariscal Sucre. El avión de la compañía Ícaro, con publicidad del equipo de fútbol Barcelona, no pudo despegar. Llevaba 62 pasajeros a bordo. Por suerte, el hecho no dejó más que susto.

El último accidente se registró el 29 de noviembre del 2012, cuando un Boeing 737-700 de Copa se salió de la pista durante el aterrizaje debido a la fuerte lluvia que caía en ese momento. No hubo heridos.
Tres meses más tarde, en febrero de 2013, el aeropuerto capitalino trasladó sus operaciones a su actual emplazamiento en la parroquia rural quiteña Tababela (nororiente).

Para algunos moradores de La Rumiñahui, la partida del Mariscal Sucre tras 52 años de funcionamiento, constituyó un alivio porque “el peligro y el ruido dejaron de formar parte de la cotidianidad del barrio”. Esa es la opinión, por ejemplo, del Gustavo Cisneros, ‘rumiñahuense’ desde hace 20 años.

Para otros, como José Rivas (68), en cambio, el aeropuerto “era un vecino al que uno se acostumbraba”.
Ahora, sin embargo, tras el establecimiento del Parque Bicentenario en el espacio que ocupaba el aeródromo y los planes en carpeta de desarrollo urbanístico alrededor del nuevo espacio verde, los moradores aguardan por una nueva era.

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