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La oscuridad de sus gafas no impide a Bertha guiar a niños en museo

Bertha Bastidas dirige un recorrido a los alumnos de la Unidad Particular Atenas School.
Bertha Bastidas dirige un recorrido a los alumnos de la Unidad Particular Atenas School.
Foto: Marco Salgado / EL TELÉGRAFO
18 de mayo de 2018 - 14:50 - Redacción Quito

Bertha Bastidas no tiene hijos propios, pero dice que es madre de 200 niños todos los días. Al ingreso del Museo Yaku, ubicado en el sector de El Placer (centro de Quito), la mujer espera entusiasmada que los pequeños pasen por los corredores apresurados con sus loncheras y chompas en la cintura. Los chicos llegan en 'fila india' para adentrarse a un recorrido que les dejará con nuevos conocimientos.

"Los niños no son los únicos que aprenden. Ellos también me enseñan muchas cosas, como a mantenerme activa y dinámica", explica la mediadora, de 36 años, quien tiene una maestría en Gestión Empresarial en Turismo y labora en el Museo desde hace cuatro años.

Para esta mujer emotiva, pequeña y de oscura melena larga, el tiempo al que se dedica a esta actividad ha pasado "volando" porque su trabajo lo hace con amor. "Esa es la clave para sobrellevar este trabajo, que también requiere de gran responsabilidad", detalla.

Bertha realiza recorridos guiados con los visitantes. Ella es una de las 12 guías que hay en el lugar, quienes laboran en turnos rotativos para atender al público fluctuante. En un día ordinario, pueden llegar hasta 300 personas; los fines de semana y feriados pueden superar las 500. Y aunque suene un alto número de visitantes, a Bertha no le intimida pararse ante el grupo y sentir todas las miradas encima, ya que la educación está en sus venas.

Su madre, Bertha Guerra, fue profesora en la Escuela Sucre, durante 40 años. De esta aprendió la didáctica y forma de llegar a las personas, sin importar la edad.

Ahora, esta labor se modernizó y comprende un compromiso más. "Yo intercambio conocimientos con los visitantes. La gente tiene curiosidad por ir más allá de lo que le mostramos y eso me motiva a aprender más y a ser mejor persona por ellos".  

Sus compañeros saben del entusiasmo de Bertha y lo toman como un ejemplo a seguir. Uno de ellos es Luis Chico, mediador desde hace dos años y medio.

El joven recuerda que las primeras semanas que se dedicó a este rol en el museo, tuvo mucho apoyo de su compañera. "Ella tiene un gran compromiso por lo que hace, porque ser un guía es una labor muy rigurosa", expresa.

Diana Suasnavas es otra de sus compañeras. Ella comenta que le gusta escuchar cómo se dirige a los niños. "Les habla con paciencia y les hace reír. Los visitantes se divierten mucho", dice.

Bertha reconoce que hay ocasiones en las que tiene que lidiar con momentos que se salen de su control. Desde la juventud, la joven sufre un problema visual. Es muy sensible a la luz por lo que tiene que llevar gafas oscuras todo el tiempo, especialmente en días soleados, puesto que el sol choca con los vidrios del local que se encuentra a 2.900 metros de altura.

Esta condición no pasa desapercibida por los niños. "Me preguntan por qué no me quito las gafas y les cuento lo que me pasa. Ellos son muy curiosos", cuenta. (I)

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