Entre recuerdos nace el nuevo rostro del Belén
Doña Hilda Arias se levanta a las 05:00 y, en silencio, se dirige a la cocina, toma una olla y se prepara una agüita de cedrón que acompaña con un pedazo de pan de centeno del día anterior. Regresa a su cuarto, se viste y se coloca una chalina desde la cabeza, mientras el reloj marca las 05:45. Da la bendición a sus hijos y sale de casa. Camina alrededor de 15 minutos y toma el bus a la altura del Puente Siete, en la vía al Valle de los Chillos, con dirección al parque La Alameda.
Su destino es la Iglesia del Belén, en donde pide a una de sus vecinas comerciantes que la ayude a sacar los cirios y veladoras, pues doña Hilda tiene 62 años vendiéndolas en la entrada del templo.
Entre estampitas, rosarios y veladoras, recuerda que desde niña trabajaba allí, junto con su padre. “Este templo es como si fuera mi casa. De pequeña jugaba en el parque La Alameda, esta calle no había y era una lomita. Al mediodía mi papá y yo entrábamos a rezar en la iglesia, por eso El Belén es parte de mi vida y ahora está más bonita. Diosito debe estar contento viéndola así de linda”, dice llena de fe.
La Iglesia del Belén fue construida en 1546 y fue uno de los primeros templos católicos edificados por los españoles. En esta iglesia se celebró la primera misa de fundación de la ciudad y en la misma época se levantó la ermita de Vera Cruz, en donde se colocó un crucifijo labrado en madera, realizado por el artista quiteño Manuel Chili, conocido como Caspicara.
En su interior hay varias obras de arte de la Escuela Quiteña: está la Virgen del Tránsito y el Señor de los Remedios, cuyo retablo tiene detalles de pan de oro.
“Varios datos históricos del templo remiten su construcción a un humilladero y cruz erigidos en 1612 y en 1664. Las ruinas de la ermita fueron demolidas y se empezó con la construcción de la iglesia. Posteriormente, en 1787 la iglesia fue reedificada y conserva su estructura hasta la actualidad”, señala un documento del Instituto de Patrimonio.
A las 09:00, don Emilio Quinchimbla llega a la iglesia, es devoto del Señor de los Milagros, patrón del templo. Confiesa su fe en ese santo desde su juventud, pues, asegura, “él ha intercedido muchas veces en mi favor. Vengo a esta iglesia porque yo, a más de ser un devoto, soy un soñador. En las tardes de sol me siento en las gradas del Belén y miro el parque, veo las parejas, las madres con sus niños y recuerdo mi infancia y juventud. El templo es parte de los quiteños, es como esta ciudad hermosa y sencilla”, comenta el hombre, mientras se aleja apoyado en su bastón.
Conservar la Iglesia del Belén fue el objetivo del Municipio y del Instituto de Patrimonio, considerando que es un bien histórico de la ciudad.
El tiempo derruyó el techo y las paredes del convento por la humedad. La fachada estaba afectada por el desprendimiento del enlucido, la puerta, el cielo raso y las paredes del bautisterio.
“Aún falta arreglar el retablo de la iglesia, especialmente las imágenes. También queremos instalar un nuevo sistema de iluminación en el templo”, dice el arquitecto Vinicio Salgado.
Se han impermeabilizado las paredes del bautisterio y de la iglesia, se arregló la fachada y se recuperaron los balaustres originales; se cambió el piso, se pintó el interior y exterior, se restauró la puerta principal de ingreso y la mampara. El proyecto duró siete meses, participaron 30 obreros y cinco técnicos. Se invirtieron 200.000 dólares. La casa parroquial también fue intervenida, se cambió el sistema de recolección y evacuación de aguas servidas, se colocaron nuevas vigas soleras e impermeabilizaron las paredes. La iglesia da cinco misas diarias y recibe hasta 120 feligreses.