Viaje al país de la música
En jornada única y especial los dueños de la marca Los Beatles emitieron vía streaming –en YouTube– la ya clásica película animada El submarino amarillo (Yellow Submarine, 1968), dirigida por George Dunning. La sesión incluyó las letras de las canciones para cantarlas al modo karaoke, según rezó la convocatoria para su recepción.
El submarino amarillo es un filme singular por su tratamiento vanguardista y surrealista, por el colorido de sus imágenes, por su animación que mezcla estilos. Su argumento es sencillo: es un viaje para liberar al país de la música, Pimientilandia, de las manos de los azules o de los tristes que la invadieron. Un submarino amarillo lleva a Los Beatles, invitados por un delegado de tal país. Como en todo viaje, hay peripecias relacionadas con el conocimiento de sí. A lo largo del periplo, se cantan los temas que luego formaron el álbum Yellow Submarine de 1969, algunos, por otro lado, ya populares desde 1966.
Una clave de la película es la referencia a Julio Verne, cuya imagen aparece en un tramo del viaje. Y es que Verne había popularizado los “viajes extraordinarios” con sus novelas, en las que el viaje era para conocer la realidad diversa del planeta. El submarino amarillo trata de dos mundos, el viaje sirve para aprender lo que hay entre ambos.
Un mundo es el de Liverpool, oscuro, con su aire industrial, lugar aburrido en el que Los Beatles hacen su vida, queriendo ser excéntricos, saliendo de toda convención. El otro es el de la animación también con sus dos polaridades de habitantes: los tristes –azules– y los festivos –los amantes del arte y la música–. El submarino amarillo lleva lo excéntrico a lo extraordinario: queriendo salir del letargo se halla la felicidad y el placer mediante la música.
Los mares por los que se atraviesa –como si fuera el viaje de Ulises de La Odisea de Homero– hace que surjan interrogantes acerca de la unidad humana, del tiempo de vida de cada ser, del conocimiento que uno puede alcanzar, de la otredad, de la trascendencia. Una nota particular es que todo ello puede hacerse mediante las drogas, no como distracción, sino como recurso para explorar el mundo de lo sensible.
Así, El submarino amarillo luego de más de sus 50 años es una película fresca; no ha perdido su encanto. El estilo surrealista del director-diseñador inspira: hace que volvamos a fantasear el poder del arte y de la música. (O)