En Quito, desde 1960 hasta 2010, empresarios taurinos y el Municipio organizaron en la Plaza de Toros de Iñaquito la Feria Jesús del Gran Poder, cuyo espectáculo central era la llamada corrida de toros con la muerte del animal. En esta actividad de origen español y presencia en el país desde la época de la Colonia, el toro es picado, banderilleado y estocado con la finalidad de provocarle la  muerte, siendo luego descabellado y apuntillado. A esto, denominan Tauromaquia, el arte de lidiar toros.

Defensores de animales cuestionan estas prácticas; puesto que la percepción anticientífica de que los animales no sienten o son incapaces de sufrir, hace que se desarrollen actitudes negativas, que se reflejan en negligencia, crueldad y violencia.

En octubre de 2010 defensores de derechos de animales y la Defensoría del Pueblo presentaron una acción de protección con la finalidad de tutelar a niños y niñas menores de 12 años, para que no sean partícipes de espectáculos violentos como las corridas de toros; el Juez de la causa dispuso la “… prohibición de ingreso a todo espectáculo taurino… aun cuando sea con la anuencia y consentimiento de los padres…”.  

En mayo de 2011 se realizó una consulta popular y una de sus preguntas fue: ¿Está usted de acuerdo que en el cantón de su domicilio se prohíban los espectáculos que tengan como finalidad dar muerte al animal?; dando como resultado que 127 cantones de 221 estén en contra del maltrato.

Para octubre de 2013, el Consejo de la Niñez y Adolescencia presentó el Reglamento para el acceso a los espectáculos públicos que afecten el interés superior de niñas, niños y adolescentes y dispuso que los adolescentes menores de 16 años no pueden ingresar a las corridas.

En octubre de 2017 el Comité de Derechos del Niño incorpora en las recomendaciones al Ecuador que la edad mínima para presenciar corridas y participar en ellas se incremente de 16 a 18 años.

Estos hechos nos deberían hacer reflexionar que la conciencia humana para el ejercicio de los derechos exige en este tiempo repensar la convivencia no violenta con otros seres parte de nuestro entorno. (I)

Patricio Benalcázar Alarcón
Especialista en Derechos Humanos