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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Punto de vista

Soledad desolada

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El filósofo Martin Heidegger (1889-1976) decía que todo ser humano viene al mundo en situación de soledad y que, esencialmente, existimos solos dentro del mismo. Heidegger da a entender que los humanos nos diferenciamos unos de los otros por la forma como lidiamos con la soledad. Mientras maduramos, dependiendo del contexto y del grado de conocimiento que se tenga sobre uno mismo, podemos disfrutar de la libertad espiritual que la soledad puede significar o, por el contrario, caer en el abandono y el alejamiento que resulta de la propia angustia interna que creamos al sentirnos solos. 

La soledad no es un sentimiento propio de la modernidad, pero es posible, como afirmaba el psicólogo Rollo May (1909 - 1994), que vivamos en un presente de miedo a la soledad, tan intenso y negativo que debamos “escapar” del mismo mediante el consumo de cosas, apariencias, diversiones, fanatismos, el hedonismo que persigue el placer por el placer, o la creciente adicción a las redes sociales. De alguna manera nuestra sociedad moderna se ha vuelto un colectivo de soledades, nerviosismos y fugas espirituales. En muchas de las ciudades del mundo se tiende a vivir en situación de soledad en medio de grandes multitudes. Vivimos un mundo subjetivamente fragmentado, condicionado por competencias, estereotipos, prejuicios, deseos materiales, temores, de espaldas a nuestro nicho espiritual. Es tan perversa la sociedad competitiva que sus energías negativas se vuelcan contra uno mismo.

El miedo a la soledad usualmente es explicado como un sentimiento de abandono por parte de los otros, de falta de acogida externa. No es percibido como carencia de conocimiento de uno mismo. Cuando niños, en general, percibimos la realidad con relativa limpidez, somos relativamente completos. Siempre conllevamos esa experiencia de soledad que brota de las inquietudes primitivas, de los primeros años en los que necesitamos de mucha protección. A medida que crecemos y los ambientes se vuelven complejos e inciertos, empezamos a sentirnos extraños frente a nosotros mismos; sembramos ansiedades que no podemos controlar, que acaban dominando nuestra mente. La sociedad moderna nos enseña a competir, a practicar arribismos y replicar vanidades, raramente a equilibrar la vida emocional y aplacar la negatividad del egoísmo.

Si nos conociéramos mejor no tendríamos los vacíos espirituales que nos muerden por dentro y que desarmonizan la vida. El hombre que se piensa totalmente solo, terminará actuando solo y sintiéndose de la forma desamparada como actúa. La soledad individual y colectiva advierte sobre la desarmonía que bloquea la felicidad, muy rentable para el mercado que produce fluoxetina. La soledad es la expresión de que no estamos siendo responsables con el despliegue del Buen Vivir; la felicidad personal -esa profunda satisfacción interna- depende de la calidad de nuestras relaciones. El amor es el mejor remedio contra la soledad. Basta con empezar a conocerse a sí mismo, para iniciar el proceso de liberación de los miedos y salir de la soledad. 

 

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