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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Punto de vista

Sobre el libre ingreso a las universidades

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En la década de los setenta, el libre ingreso a las universidades públicas ecuatorianas fue catalogado como un logro.

Viví en carne propia la masificación de la educación superior que desbordó aulas, laboratorios, docentes y hasta pupitres, pues recibí muchas horas de clase sentado en el piso y cuando teníamos prácticas nos “peleábamos” por tener la oportunidad de disecar cadáveres o por “tener” un microscopio (éramos 10 estudiantes haciendo cola para observar una ameba).

El problema no terminó en las aulas, la invasión llegó a los hospitales y terminó afectando a los propios pacientes que, con estoicismo, debían tolerar que media docena de estudiantes pregunten y repregunten sobre sus dolencias o palpen sus adoloridos cuerpos.

Por aquellas épocas, lo importante era “entrar” a las universidades, poco o nada importaban las tasas de retención o los índices de eficiencia terminal (en pocas palabras, indicadores que miden la eficacia, eficiencia y calidad de la educación, en términos de graduación y deserción estudiantil).

Tampoco importaban cuánto dinero gastaba el Estado (en definitiva la sociedad) en aquellos estudiantes que durante años continuaban intentando graduarse, y menos aún, los agobiados docentes que enseñaban a desgano y no cumplían a cabalidad con sus obligaciones.

Ahora que, siguiendo la tendencia mundial que tiene como objetivo garantizar la calidad de la educación superior, se implementaron mecanismos de selección para que a las universidades lleguen los aspirantes en función de su rendimiento en las pruebas de selectividad, aparece un candidato de la derecha “defendiendo” el libre ingreso a las universidades, sin ningún criterio técnico. En pocas palabras, de la manera más irresponsable y demagógica, se pretende volver a un modelo educativo que fue responsable del fracaso de miles de estudiantes y del desperdicio de recursos económicos que pudieron emplearse en mejorar la infraestructura de laboratorios y aulas de los centros de educación superior.

En lugar de pretender volver a la jungla, debería discutirse sobre cómo mejorar el sistema de educación para terminar con su fragmentación (primaria, secundaria y  tercer nivel), la modalidad de los exámenes de admisión, o sobre la organización de los cursos de nivelación.

Ya nadie duda sobre el valor de los exámenes de admisión, múltiples estudios, destacan que estas pruebas, tienen un gran valor predictivo sobre el rendimiento académico durante la vida universitaria. Suspender los exámenes de ingreso será volver a la barbarie. (O)

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