La molestia del turista
Llegué a Lima. Dos horas de viaje en un avión que parecía de papel por el ventarrón de verano en medio de la oscura noche. No sé si por la entendible tensión que generan las turbulencias, el hombre sentado a mi derecha rompió el hielo con una pregunta.
“¿Vas de vacaciones?”, me consultó un señor canadiense de tercera edad, pelo completamente blanco y nariz gruesa. Iba a Perú junto con su esposa para realizar un tour por los principales atractivos turísticos.
El hombre se enteró tarde que su estancia en la capital peruana estaría enmarcada por el evento deportivo más importante del continente: los XVIII Juegos Panamericanos.
Desconocía que sus itinerarios cambiarían, que el tráfico vehicular se multiplicaría y que la cantidad de visitantes rebasaría lo tolerable. 75.000 personas llegarán a Lima en los 20 días de competencias.
En el avión aún no comprendía lo que se vendría en Lima. “Me voy el sábado hacia Arequipa, pero ese mismo día hay la maratón y las calles están cerradas”, contó con ligero disgusto.
El taxi debía recogerlos a las 09:00; imposible, dado que la competencia empieza a las 08:00. “El conductor dijo que vendría por nosotros a las 06:00. Luego cambió de parecer y nos recogerá a las 05:00. ¡Significa que debemos levantarnos a las 04:00!”, señaló alzando la voz.
“Es tu culpa”, me dijo entre risas. Ocho vías del exclusivo barrio de Miraflores estarán cerradas durante la mañana del sábado 27 de julio de 2019.
El segundo escollo en la visita del turista extranjero a Lima no fue el frío (que nos heló desde el primer contacto), sino la extensa fila para migración en el aeropuerto Jorge Chávez de la capital peruana.
Ni se diga el desorden, tumulto, bulla y poco espacio para transitar desde la puerta de desembarque hacia la salida de la terminal aérea.
Por las particularidades del destino, volverán a Quito la misma fecha que yo. Ansío que llegue ese día para contarle a él y a su esposa mi experiencia laboral y escuchar de ellos las quejas por sus cambios de planes. (O)