Parece que fue ayer que el mundo del fútbol sucumbía con el arribo de Edson Arantes Do Nascimento, más conocido como Pelé, al Cosmos, club de la Major League Soccer de los Estados Unidos, y con él una constelación de estrellas que ya transitaban en su mayoría por el ocaso de sus carreras pero que entendían como un nuevo resurgir el simple hecho de ser nuevamente valorados y de esa manera seguir explotando sus virtudes ya tildadas de obsoletas en otras ligas más exigentes. En estos aspectos seguramente vamos a estar de acuerdo o quizás no, porque de eso se trata este apasionante deporte, pero si revisamos otros semblantes de estas avalanchas comerciales vamos a entender que ya son varias las ocasiones que los encargados de explorar nuevos negocios intentan seducir con el arribo de futbolistas categorizados como élite a países no tan invadidos de pasión pero sí sedientos de nuevas sensaciones y por sobre todo de economías muy solventes. La MLS ha ostentado en sus equipos a grandes jugadores sudamericanos como el caso del ‘Diablo’ Etcheverry por nombrar a uno que tuvo una destacada participación, pero que más allá de todo su potencial no logró que la liga crezca en interés, coyuntura que se repite en la actualidad con Pirlo a la cabeza. Revisando lo que amerita la jugada, tiró un “caño o una galleta” a Europa, y recibió el balón en Medio Oriente, lugar paradisíaco y con diferencias muy grandes con nuestras culturas pero que con políticas muy claras, tienta con sus acaudalados clubes a jugadores y técnicos con el profundo objetivo de brindar espectáculo a su gente y desde ese mensaje atraerlos como sucede en otros sitios del planeta, tratando de imitar sus atractivos e intentar catapultar un deporte que ya es parte de las estrategias socioeconómicas del planeta. Estas dos potencias que dominan estructuras muy ordenadas no han logrado obtener aún la mirada del hincha, pero con una admirable convicción continúan buscando la perfección que con seguridad los llevará a equiparar futbolísticamente en un futuro a torneos más competitivos. Al salir de esta doble pared, el carrilero derecho se desmarcó y me pide a gritos un cambio de frente para encarar e intentar descubrir si la nueva tentación llamada China podrá tener ese equilibrio y sostener primero a las megas estrellas que están contratando y de esta manera disfrutar de todo el abanico de jugadores que de a poco desembarcan en clubes para nada conocidos por el común denominador y que pagan cifras imposibles de igualar, situación que pocos se dan el lujo de rechazar. Sin lugar a dudas que la pasión no se compra y mucho menos los sentimientos que el balompié produce en muchos países donde ya es parte de sus idiosincrasias, pero está muy claro que con estas nuevas tendencias e irresistibles contratos, se procura encender este inexplicable arrebato en pueblos que han transitado históricamente alejados de los recorridos del balón. (O)