Las niñas que pueden ser las atletas que no fui
De niña me inscribieron en ballet. Era coherente que las madres, que cuando se enteraban que tendrían una hija repletaban los cajones de espera con ropa rosada, querían vestir de tutú y elegancia a sus pequeñas. Yo prefería el Super Nintendo y los saltos que ayudaba a dar a Mario Bros en una pantalla con la adrenalina de una palanca. Prefería andar en bicicleta y patinar. Cuando me caía intentaba no llorar. Me gustaba el basquetbol y podía hacer canastas de media cancha. Con mi cuerpo pequeño era capaz de escabullirme en la cancha con facilidad.
Lo que realmente me gustaba siempre fue una distracción, tiempo de juego en los recesos de la escuela, inventos de medio tiempo para intentar, a contra natura, que crezca un poco más.
Ahora sé que tengo talento para el ciclismo, que mis piernas son realmente fuertes, pero también que no llegué a tiempo. Cuando llegué a los ambientes donde la gente hace deporte fuera del vacacional de niños me sorprendí con mujeres que nunca en su vida han tratado ni cogido una barra, ni por defensa personal. Les falta equilibrio y resistencia. A la mayoría les cuesta y si lo hacen es solo por estética. Muchas de ellas tienen una potencia que no descubrirán.
Ahora admiro profundamente a las mujeres que entrenan y que encontraron el deporte y se sacrificaron por ello más allá de un pasatiempo antes que yo, cuando aprendía a dar medias lunas. Valoro lo que significan las mujeres en competencias internacionales y representan al país a pesar de todos los abismos que existen entre hombres y mujeres en el deporte, en todo el mundo y la competencia contra el fútbol. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la participación de mujeres ahora es más visible en el deporte. En los Juegos de París 1900, de 997 atletas, solo 22 mujeres compitieron por primera vez. En las Olimpiadas de 2012 en Londres fueron los primeros Juegos en los que se presentaron mujeres a competir en todos los deportes del programa olímpico. En las de Río fueron aproximadamente 4.700 mujeres, el 45% de todos los atletas en 306 eventos. A todas les cuesta no solo ingresar a la competencia sino también enfrentarse con una sociedad llena de estereotipos, donde aún se comenta demasiado sobre sus músculos, donde no consiguen auspiciantes que crean en su potencia, y donde la cobertura se suele concentrar en si son musulmanas y se resisten o no a usar el hiyab y ante la falta de auspicios sobre cómo corren con zapatos rotos. (O)