Mgs. Alexis Zaldumbide, director de Comunicación Social del Instituto Nacional de Eficiencia Energética y Energías Renovables
La transición energética demanda procesos de comunicación efectiva
La evidencia científica y empírica obtenida en los últimos años sobre la modificación acelerada del clima y los entornos naturales motivó el establecimiento de acuerdos globales para la descarbonización de los sistemas de energía, de forma radical y urgente, con el fin de mantener por debajo de los 20C el aumento de temperatura en el planeta.
Incumplir con estas metas podría alterar de forma irreversible las condiciones naturales que posibilitan la existencia de vida en la Tierra. Por esta razón, varias naciones en el mundo han iniciado procesos de transición energética, que están orientados a la implementación de sistemas tecnológicos configurados para una producción y consumo energético más eficiente y bajo en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Sin embargo, estos esfuerzos no son suficientes si no se erradican prácticas de conducta social que propician el agotamiento de recursos y el deterioro ambiental.
En los últimos 15 años la literatura interdisciplinaria ha conceptualizado la transición energética como un proceso que involucra innovaciones tecnológicas y su uso aplicado en la sociedad, en el que intervienen muchos actores y un sin número de grupos sociales. Analizar este componente socio-técnico es fundamental a la hora de entender los aciertos y fracasos que las iniciativas de transición han tenido, debido a que los cambios que exige un proceso de este tipo, por lógica, generan resistencias ya que cuestionan prácticas de profundo arraigo social.
Considerando que los marcos legales y las políticas regulatorias por si solas no modifican las matrices culturales, que se expresan en hábitos y costumbres, es necesario encontrar mecanismos de información, seducción, apropiación y modificación de patrones que apuntalen los objetivos de la transición energética y cierren su ciclo.
Es en este punto que la comunicación y la publicidad se convierten en herramientas imprescindibles para garantizar el tránsito de un modelo a otro. Aunque muchas veces suele subestimarse su participación, porque los aspectos de innovación tecnológica a priori se consideran más importantes. No obstante, cuando se implementa una tecnología innovadora y no existe una comunicación efectiva para facilitar la experiencia de los usuarios, es usual que esta fracase a nivel social.
Otro problema frecuente en este tipo de procesos, que no suele analizarse y que justifica la intervención de una comunicación integral, es el choque con la dimensión de la cultura, porque los fines que posibilitan una práctica humana no siempre son utilitarios.
Podemos citar como ejemplo un estudio de 2018 realizado por la Universidad Estatal de Etiki, Nigeria y la Universidad de Nothingam, Reino Unido, en el que señalan que aunque el 80% de los hogares rurales en Nigeria cocinan sus alimentos combustionando biomasa, existen restricciones culturales que les impide cortar y utilizar como leña determinadas especies de árboles, por considerarlas sagradas, lo que a la larga podría convertirse en un problema de subsistencia, tomando en cuenta la escases de biomasa disponible, sin embargo, esta conducta que podría considerarse negligente, obedece una norma de índole cultural y no al pragmatismo.
Otro factor fundamental identificado en el mismo estudio es que a pesar de las complicaciones de salud que la combustión incompleta de la madera produce, los hogares en el área de estudio claramente expresaron la importancia que tienen sus normas socioculturales sobre la elección del combustible y las prácticas culinarias propias, teniendo una percepción del humo de la leña como fundamental dentro de su conocimiento cultural específico, vinculado a su relación histórica con los alimentos. Hecho que refleja la importancia y validez particular de los antecedentes culturales, creencias, ideas, valores y comportamientos para cada grupo humano; lo que a su vez dicta sus acciones y dificulta tránsitos efectivos a modelos sustentables.
En Ecuador el proceso de transición energética también se ha dificultado por temas de apropiación cultural, pues no se ha consensuado socialmente el mensaje fundamental del cambio, lo que retrasa el cumplimiento de las metas planteadas para la transformación de la matriz de generación y consumo.
A nivel nacional la eficiencia energética está relacionada de forma exclusiva a los ahorros eléctricos, desconociendo que las implicaciones de un cambio de paradigma social hacia un modelo sostenible demanda una modificación en casi todos los hábitos y costumbres cotidianas, desde el fortalecimiento de los consumos locales, la reparación de artefactos y ropa, el uso racional de recursos, el aumento de la movilidad no motorizada, la disminución de carne de animales de gran tamaño en la dieta diaria, la optimización de procesos industriales y logísticos, entre otras prácticas.
La comunicación desde esta perspectiva es indispensable, sus mensajes deben adecuarse a los rasgos particulares de la cultura local procurando constancia y permanencia temporal. Es importante señalar que todos los procesos que incluyen cambios significativos en la estructura de la sociedad exigen periodos de tiempo igual de importantes para permear en la cultura.
El caso de Dinamarca es un ejemplo claro, su transición energética lleva cerca de cuarenta años desde que fue implementada y aún no han cumplido con su objetivo, por lo que se han trazado como horizonte el año 2050 para concretar el cambio planificado. Con base en esta experiencia, Ecuador debe apuntar a sostener esta iniciativa a través de una estrategia socio-técnica que establezca políticas públicas que vayan de la mano con prácticas comunicacionales para promover modificaciones paulatinas y permanentes en los hábitos sociales. (O)
Alexis Zaldumbide
Director de Comunicación Social del Instituto Nacional de Eficiencia Energética y Energías Renovables