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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Punto de vista

La revolución del 5 de junio

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Los hechos que dieron lugar a la Revolución Liberal, el 5 de junio de 1895, que no es una fecha, sino la culminación de un proceso y el inicio de otro, son recordados cada año como el episodio que consagró a Eloy Alfaro Delgado en el panteón de la historia ecuatoriana. Alfaro, natural de Montecristi, por primera vez tomó las armas en 1864 durante el primer gobierno de García Moreno.

Luego organizó una guerrilla montonera en Manabí, abandonando los negocios y la empresa familiar. Tras las luchas de los montoneros y chapulos contra el gobierno de Ignacio de Veintimilla, entre 1883-1884, siguieron años de intentonas y exilios hasta que, en 1895, Guayaquil se vio rodeado por un ejército de montuvios, negros y cholos que combatían al grito de “¡Viva Alfaro, carajo!”.

Cuando el cabecilla militar Plutarco Bowen tomó Guayaquil y proclamó jefe supremo a Alfaro -quien permanecía exiliado en Centroamérica-, estalló el júbilo popular. Como dice el historiador Elías Muñoz Vicuña, para el 3 de junio la ciudad estaba aislada. “Casi todo el litoral estaba en poder de los revolucionarios. Vastas zonas de la sierra habían desconocido el régimen conservador de Vicente Lucio Salazar y se levantaron en armas. Las vías de acceso a la ciudad estaban tomadas por los revolucionarios”.

El 5 de junio se redactó un Acta de Pronunciamiento, firmada por los ‘notables’ de Guayaquil, quienes reconocieron el papel protagónico de los sectores populares, así como de las mujeres, en la movilización política: “Es necesario organizar un gobierno que sea intérprete del sentimiento general, claramente expresado por los patriotas, que en la prensa, en los campos de batalla, en las manifestaciones populares y en el seno del hogar han trabajado por la reivindicación de la honra nacional, ultrajada por un gobierno traidor a la patria”, en referencia al escándalo de la ‘venta de la bandera’ que ocasionó la caída del presidente Luis Cordero.   

La burguesía comercial guayaquileña, al verse rodeada por el ‘populacho’, resolvió, a regañadientes, apoyar a Alfaro. El respaldo popular que tuvieron los ‘macheteros’ alfaristas es clave para entender por qué los patricios guayaquileños financiaron la campaña hacia Quito. Pero, años después, cuando el ‘Viejo Luchador’ dejó de ser
una pieza política conveniente para la burguesía, por la radicalidad de algunas de sus reformas, el apoyo de estos sectores dominantes le fue retirado. (O)

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