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La pobreza

La pobreza
06 de febrero de 2021 - 00:00 - Kléver Antonio Bravo

Esta palabra es tan conocida que no hace falta recurrir a su etimología, más bien requiere de una breve reflexión, especialmente en estos tiempos de elecciones, cuando los políticos hablan de que esta vez sí van a “trabajar por los pobres”, porque son ellos los que receptan las ofertas de campaña mediante un discurso populista que repite y repite esta palabra, resonando que el pueblo es pobre, que su etiqueta es la pobreza. En este escenario de arrabal, el populismo tiene una mina de oro electoral, porque grita lo que el pueblo quiere escuchar. Así, el populismo no tendría tanto éxito sin esta palabra, porque sabe que es la mejor herramienta que puede subir la temperatura a toda una masa; y, de esta forma, vencer la batalla frente a la razón.

Y como el populismo se fortalece con la creación de un enemigo común, allí está la riqueza. El rico es –por derecho y por instinto- enemigo declarado del pobre, a quien le enseñaron que no es necesario apreciar el valor de la riqueza bien ganada, el trabajo duro, el éxito alcanzado con inteligencia… Para eso se inventaron los bonos. Según la retórica del populismo, la oligarquía y la burguesía son sinónimos de opresión, de dominio, y a la oligarquía y burguesía hay que odiarlas. Así piensa y actúa la señora pobreza, actitud creada y fomentada por los semidioses populistas, sin sospechar siquiera que detrás del populismo hay un telón de fondo que se llama autoritarismo, división, desprecio, corrupción. Además, esta señora no entiende, o no quiere entender, que estos nuevos héroes pintados de esperanza, son seres humanos de carne y hueso, con defectos y virtudes, con bastantes intereses y cuentas por pagar.

De lo que se ve, ningún discurso político habla de la conversión pobreza – riqueza, subdesarrollo – desarrollo, conformismo – desafío, dependencia - independencia. Claro, esto tiene su precio: trabajo, sacrificio, honradez. Así es. Desde tiempos coloniales, el membrete de la pobreza ha sido un símbolo de identidad en nuestra “pagttia”. Gran parte del pueblo acepta con devoción la pobreza, convive con la pobreza; mas, no sueña con salir de la pobreza. En este ámbito, una seña particular: a don Pepito se le pregunta en tono de saludo “cómo está”, él responderá: “aquí, como cuando usted era pobre”. A la misma pregunta en tono de saludo, don Juanito responderá “Aquí, viviendo por no ser soberbio”.

Leyendo el libro Las Catilinarias, de Juan Montalvo, creeríamos que el populista del siglo XIX fue el general Mario Ignacio Francisco Tomás Antonio de Veintemilla Villacís. Pero en el siglo XX, el propio sembrador del populismo fue Velasco Ibarra. La siembra no fue en su primer Gobierno, porque se precipitó sobre las bayonetas. El populismo velasquista arrancó en el segundo Gobierno con su adorada chusma, en 1944, después de La Gloriosa. Desde allí la palabra pobreza, grito embelesado del populismo, ha hecho del Ecuador un pueblo sin futuro, un pueblo vetado a gesticular la palabra riqueza. Pues ahora que hablen los números fríos, en estos tiempos de pandemia: 29,3 % de pobreza, 11.8 % de pobreza extrema.

Si la pobreza tuviera himno, sus últimos versos serían:

Oh pobreza…

¡Cuántos se han enriquecido en tu nombre!

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