La nuera de Cristóbal Colón. 1548
María Álvarez de Toledo y Rojas siente que han tañido veintitrés años de campanazos en su sangre noble. Ahora, las gasas de sus velos se hinchan con el viento que sopla desde las Indias, por La Mar Océana. Hay un temblor de soles salvajes que llegan hasta Cádiz, en España. Ella yergue sus pechos ante la brisa salina y exclama que está dispuesta a desafiar las incertidumbres de su esposo Diego Colón. “Yo iré a Indias”, se desafía.
Le han dicho que en las islas descubiertas por su suegro Don Cristóbal, todas las mujeres habían salido desnudas a palpar la barba de sus nuevos dioses (hombres europeos) cuando estos saltaban de sus carabelas. Su flamante marido le ha dicho que tiene cumplidos sus veintinueve años y que ha heredado los señoríos de indios, con islas de oro y mares de esmeraldas, que han encontrado en medio de otros océanos donde está la isla de Kisqueya que, la cual afirma: “ya es española”.
“Ahora que soy tu esposa, he decidido viajar contigo hasta el fin del mundo”, le dice, mientras él se destornilla sus armaduras y se quita ese casco coronado con dos inmensas plumas de avestruz. “No olvides que soy sobrina-nieta del Rey Fernando de Aragón y del sanguinario Duque de Alba, quien negoció con tu padre mi matrimonio contigo y evitó que te casaras con una de las hijas de Juan de Guzmán, el Tercer Duque de Medina Sidonia”, le dice la desafiante mujer.
“¿Pretendes viajar por amor o por sustentar el poder del Rey?”, le responde su esposo quien, ya sin armadura, se parece a un marido cualquiera. “Ahora que soy la nuera del Primer Virrey de Indias, de Don Christóforo Columbus, he decidido convocar a las mujeres de la corte y a todas las que quieran unirse a mi destino, para viajar al nuevo mundo y saber cómo es que esas mujeres indias reciben a nuestros hombres. Debemos viajar para descubrir en los deseos, la semilla que llevan los hombres que se están volviendo dioses”, agrega la fémina.
“Ya han pasado dos años de su muerte, y en estos caminos de agua se han borrado sus pisadas de asombro porque fue por 1506 el año en que falleció tu padre”, le dice en alta mar a su importante marido. Diego Colón ve una procesión de peces gordos enrumbarse por la ruta que abrió su padre para que se precipitaran nuevas embarcaciones... María Álvarez de Toledo llega a La Española en Julio de 1509. Su marido tiene que volver a vestirse cada rato con ropas de metales y forrarse el pecho con sus brillantes armaduras. Conoce otras formas de practicar el amor con esos trajes. Se pone el casco con dos plumas y aúlla humillaciones a los indios y a los encomenderos. María Álvarez decide que tiene que asumir su rango de Virreina de Indias durante las ausencias de su marido entre 1515 y 1519. Los peores líos que afronta le son causados por sus encomenderos…
María Álvarez, a pesar de las armaduras, ha logrado engendrar siete hijos con su creyente esposo: Felipa, Luis, María, Juana, Isabel, Cristóbal y Diego Colón Toledo. Está segura que va a tener tantos nietos como nobles perversos necesita el nuevo mundo. Queda viuda en 1526 y sustituyó la memoria de su marido con muchos emprendimientos. Hay que fomentar la traída de esclavos africanos al Caribe porque los indios están diezmados, piensa, y ella misma se asocia desde 1536 con desalmados traficantes. Un día decide leerles lo que ha escrito.
Fray Bartolomé de las Casas sobre su marido: “Fue persona de gran estatura, como su padre, gentil hombre y los miembros bien proporcionados, el rostro luengo y la cabeza empinada, y que representaba tener persona de señor y de autoridad. Era muy bien acondicionado y de buenas entrañas, más simple que recatado ni malicioso; medianamente bien hablado, devoto y temeroso de Dios y amigo de religiosos, de los de San Francisco en especial, como lo era su padre, aunque ninguno de otra orden se pudiera de él quejar y mucho menos los de Santo Domingo. Temía mucho de errar en la gobernación que tenía a su cargo; encomendábase mucho a Dios, suplicándole lo alumbrase para hacer lo que era obligado.”
Corre el año 1530 cuando la decidida María Álvarez regresa a España para poder litigar mejor con los burócratas que recelan heredarle privilegios para los descendientes del Descubridor del Nuevo Mundo. (O)