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La gobernación de Tungurahua y la disolución del Batallón Colombia. 1861

La gobernación de Tungurahua y la disolución del Batallón Colombia. 1861
07 de octubre de 2017 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, historiador/cronista oficial de Ambato

García Moreno y Nicolás Martínez, el ‘patriarca de la familia republicana’, se sabe que fueron compañeros de aulas universitarias. Amigos por la tendencia política se convirtieron en los enemigos de Montalvo. Los documentos que ahora comparto con los lectores pueden aclarar temas necesarios para investigadores de esa época crítica que soportó la República. Son telegramas que los he ubicado en el Fondo Gobernación, el cual se encuentra en el maltratado Archivo Nacional, Seccional Tungurahua. Están ligados a la disolución del Batallón Colombia, cuando el caudillismo y el militarismo postindependentista hacía de las suyas. Por la importancia de los datos, abstengámonos de los comentarios para que los lectores tomen nota de sus contenidos emanados desde la Gobernación de Tungurahua, que en 1861 están suscritos por Nicolás Martínez.

“# 2 febrero 24.- He recibido la estimable comunicación de Ud., transcribiéndome la nota que ha dirigido el señor comandante en jefe del Batallón Colombia, en la cual manifiesta la resolución que ha tomado este cuerpo de regresar a Nueva Granada, y la necesidad que hay de satisfacer lo que se les adeuda por sueldos que han dejado de tomar en junta de las raciones. No puede menos la Gobernación que lamentar tan fatal acontecimiento que puede comprometer la tranquilidad de esta provincia, aumentando la alarma en que se encuentra ya esta población, y sería bien que Ud., poniéndose de acuerdo con los jefes y oficiales, procure disuadirles de un proyecto que puede ocasionar males de mucha trascendencia.

Respecto de los sueldos, por cuyo pago se reclama, es imposible que la Gobernación pueda dictar una medida en consonancia con los deseos que manifiesta el Primer Jefe del Batallón Colombia, ya porque no estar autorizada por el Supremo Gobierno, y ya porque no había cómo hacer  una liquidación sin saber el sueldo de cada una de las clases, y sin tener a la vista el cese de la tesorería de Guayaquil, último punto en que ha residido el cuerpo. Crece la dificultad si se considera que, según se ha dicho públicamente, el Batallón Colombia goza de sus asignaciones, no con arreglo a la ley de sueldos de la República, sino con arreglo a un contrato celebrado con los jefes principales, el cual sería preciso tener a la vista. Dios Guarde a Usted.

“#3, Febrero 24.- En este momento acabo de recibir la comunicación de Ud., en la cual me transcribe la nota del Comandante en Jefe del Batallón Colombia contraída a manifestar que no le es posible disuadir al cuerpo de su marcha a Nueva Granada, y a insistir en la necesidad de que se paguen los sueldos que han dejado de satisfacer. Respecto de lo primero, sensible es que el Batallón Colombia que ha contraído solemnes compromisos con el Gobierno del Ecuador, que ha merecido la predilección en el hecho mismo de estar satisfecho  íntegramente de sus sueldos a pesar de la penuria del fisco, y que a más ha tenido consideraciones que los Cuerpos Nacionales; sensible es, vuelvo a repetirlo, que no haya esperado la orden del Gobierno a quien sirve, para ponerse en marcha, y quizá en circunstancias en que la República puede necesitar de su cooperación para afianzar su honor e independencia, pero ya que no es posible evitar el paso que ha querido dar dicho cuerpo, es preciso siquiera que no se agrave con el escándalo de obligar a las autoridades civiles a infringir las leyes, arrancándoles por la fuerza la orden de pago de la parte  de sueldos que se adeuda. Sobre este punto es necesario hacer comprender al Primer Jefe para que transmita a sus subalternos, que aunque el Batallón Colombia se compone casi en su totalidad de granadinos, en el hecho mismo de haber venido a prestar sus servicios a esta República, se ha sujetado a sus leyes generales y a las ordenanzas del Ejército que están en observancia; por manera que aún cuando fuera apenas tolerable que emprendieran su regreso al país natal haciéndolo con orden, no lo sería si empezaran por exigir de las autoridades cosas que no pueden legalmente practicarlas y menos lo sería si, a pretexto de no conseguir sus exigencias, se cometieran algunos desmanes contra una población indefensa, en donde han encontrado una generosa hospitalidad.

Entonces el simple proyecto de regreso se convertiría en un verdadero motor militar que el Gobierno no dejaría ni podría dejar impune...”. (O)

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