La bicicleta, un vehículo de transporte tan revolucionario como útil que el ser humano inventó a inicios del siglo XIX, ha evolucionado hasta ser considerado como uno de los pocos medios de transporte sostenible en Ecuador. Tomando en consideración el impacto ambiental que ocasiona un parque automotor voluminoso, la bicicleta se ha convertido en el más eficaz y económico a la hora de movilizarse en distancias medias (de hasta 5 km).

La integración del transporte masivo con el no motorizado es una buena opción para los ciudadanos que se encuentran lejos de sus puntos de trabajo, permitiendo trasladarse largas distancias en transporte público y completando su recorrido en bicicleta.

En el Distrito Metropolitano de Quito (DMQ) se integró la bicicleta a través de la estrategia BiciQuito, que presta sus servicios desde 2012, ofreciendo a la comunidad el alquiler gratuito de bicicletas convencionales y eléctricas (estas últimas se implementaron en 2016).

Según el informe de conteo fotográfico de viajes en bicicleta realizado en julio de 2014 por Biciacción, se realizaron 1697 viajes en bicicleta en un día laboral en la Avenida Amazonas entre Jerónimo Carrión e Ignacio de Veintimilla, de los cuales el 37% se efectuó en bicicletas públicas. En términos de contaminación ambiental, se estima que este número de viajes disminuyó la emisión de 45 toneladas de dióxido de carbono (CO2) en un año, que ahorraría a la ciudad cerca de un millón de dólares en salud, operación vial e infraestructura.

En materia de infraestructura de ciclovías se podría compartir el espacio con los vehículos privados o a su vez utilizar el corredor de los diferentes tipos del sistema urbano de transporte, tomando en consideración las normas de circulación; respetando todas las señales de tránsito, elementos que se deben considerar para mejorar la convivencia vial.

Sin embargo, no hay que dejar de lado que para lograr el uso masivo de la bicicleta es necesario implementar un conjunto de lineamientos estratégicos para la creación de políticas públicas que se plasmen con regulaciones, reestructuración de espacios públicos y privados, sistemas de estacionamiento seguro que garanticen las necesidades del usuario (ubicación, facilidad, acceso, visibilidad, flexibilidad), gestión de los gobiernos municipales y otras medidas de orden cultural; que generen un impacto positivo y promuevan la bicicleta como transporte alternativo.

La bicicleta se perfila como una alternativa importante en cualquier plan de movilidad urbana ya que descongestiona vías, disminuye las emisiones de CO2, mejora la salud y la calidad de vida de los habitantes. (O)