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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Intelectualidad cómplice

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Un sector autodenominado como los intelectuales de la exrevolución ciudadana sigue exponiendo con furia y ensimismamiento apoyo total y ciego a la década correísta, porque en su momento creyeron que les llegó su turno en el ejercicio del poder desde diversos espacios. Es decir, la imposición de sus ideas de “izquierda progre y socialista”. Además de poner en marcha un conjunto de experimentos nunca antes probados ni tampoco exitosos: un modelo de economía heterodoxa, el neoconstitucionalismo criollo, las piruetas ideológicas del buen vivir y la felicidad por decreto. En otras palabras, se sumergieron en juegos pirotécnicos respaldados por un monumental aparato de propaganda.

Entre esos intelectuales están quienes defendieron los derechos humanos antes del correísmo y luego justificaron la judicialización de la protesta social y la persecución a líderes, dirigentes sindicales, indígenas y periodistas. También están los tibios o aquellos quienes criticaban la exrevolución correísta, pero les encantaba ir a los cocteles, codearse con las autoridades y ofrecerles una que otra asesoría o consultoría. Imposible olvidar a quienes introdujeron la verborrea en discursos sobre la “dictadura del amor”, del buen vivir, del 11-S y “el día que se recuperó la democracia”. Esos intelectuales, profesores de universidades, escritores, cantantes y artistas, repetían que el “Presidente es el Jefe de todas las funciones del Estado”, que “la comunicación es un servicio público”, los “golpes blandos”, “la prensa corrugta, así con g”. Varios “intelectuales” de la exrevolución se quisieron tomar las universidades por asalto como la Andina o estrangular económicamente a la Flacso También se hicieron los locos cuando llegaron las recomendaciones de las Naciones Unidas al Estado, debido a las transgresiones de los derechos civiles, políticos y humanos. Otros prefirieron “mediatizarse” como académicos sin contar con un récord de publicaciones reconocido o participación internacional con pares, más bien reiteraron sus nostálgicos discursos de los años setenta y ochenta. El arribismo intelectual no faltó por su afán de ascenso y la imitación exacerbada del “gran jefe”. (O)  

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