En la actualidad, el desarrollo de los países, ciudades e incluso empresas está tomando un nuevo enfoque que apunta a la sostenibilidad. Este concepto se basa en un modelo de planificación que estimula el crecimiento económico y poblacional actual sin comprometer la satisfacción de necesidades de las futuras generaciones o los recursos naturales.

El crecimiento viable y equitativo involucra estrategias de planificación en tres aspectos: social, económico y ambiental. En este marco, Ecuador ha basado su planificación energética cumpliendo estos tres ámbitos, para garantizar al país mayores niveles de soberanía energética con un suministro de calidad, por lo que actualmente ya cuenta con instrumentos como: Balance Energético, Catálogos de Inversión, la nueva Agenda Nacional de Energía 2016-2040, planes de expansión en cada sector energético, entre otros.

Uno de los principales logros del país apuntando hacia la sostenibilidad es la diversificación de la estructura de la matriz energética, que promueve una mayor participación de energía renovable. Es así que, desde 2006, ha cambiado significativamente la generación de electricidad en el país. Por ejemplo, de acuerdo a la información de la Agenda Nacional de Energía, la participación de fuentes renovables en la generación eléctrica dentro del Sistema Nacional Interconectado pasó de 54% (53% hidroeléctrica, 1% renovable no convencionales) en 2006 a 60% en 2015 (58% hidroeléctrica y 3% renovable no convencionales) y se espera que llegue a 92% en 2017 (90% hidroeléctrico y 2% renovable no convencionales), aquello es gracias a la priorización e inversión para el aprovechamiento del recurso hídrico. Lo que supone una reducción en la dependencia de combustibles de origen fósil y disminución de gases de efecto invernadero (GEI) hacia la atmósfera, mejorando las condiciones ambientales.

Ejemplos como este son la prueba de que se puede lograr un desarrollo sostenible en países emergentes; estrategias de este tipo son necesarias para garantizar un equilibrio entre progreso y ecosistema. La importancia de una transición hacia la economía baja en carbono, no solo compete a países industrializados, sino que también debe ser una política global, para disminuir los efectos del cambio climático y sus posibles consecuencias futuras.

Por último, es importante destacar el rol que desempeña la transferencia tecnológica, que debe ir acompañada de programas de educación y capacitación para concienciar sobre el cuidado a la naturaleza. Estas estrategias son indispensables para cumplir con objetivos ambientales, sociales y económicos propuestos a nivel nacional. (O)