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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Hay una extraña fascinación por Putin

Tal como ocurrió en gran parte de América del Sur, a inicios del siglo XXI, la bonanza de los recursos naturales permitió una notable recuperación económica de Rusia, cementando la reputación de su presidente, Vladimir Putin, como un garante de la estabilidad política interna, como la tuvieron en su momento líderes latinoamericanos como Hugo Chávez, Ignacio Lula da Silva o Rafael Correa.

La clase media creció y accedió a bienes importados, dejando en muchos un agradecimiento a un líder, quien aparentemente les había llevado a mayor bienestar luego de la miseria e inestabilidad que sufrieron durante las postrimerías del ocaso de la Unión Soviética. Al menos, hoy los centros de sus ciudades grandes deslumbran, a pesar de la caída de ingresos sufrida con el desplome de las materias primas. Rusia es gigante pero poco poblada: con menos de 10 veces la población ecuatoriana, produce petróleo, abastece a Europa con gas natural y metales. Pero la sombra fría de Putin es larga y ha sido acusado de violar los derechos humanos.

Las protestas han sorprendido al régimen, que ha usado cualquier artilugio legal para impedir la candidatura presidencial de su opositor Alexey Navalny, acérrimo investigador de casos de corrupción (en Ecuador similar trato sufrió Fernando Villavicencio en su intento de llegar a la Asamblea), para asegurar otra reelección en marzo. La política exterior, marcada por paranoia, ha apoyado (también con el incómodo huésped de la embajada ecuatoriana en Londres) a políticos antidemocráticos y xenófobos en Europa y EE.UU.; que no vacilarían en atacar a  migrantes latinos. El mismo Putin al emerger la crisis del virus Zika advirtió a los rusos: “Ahora nos viene una porquería de América Latina.” Esta opinión no ha tenido repercusión negativa en la izquierda latinoamericana, supuesta abanderada de la causa de los migrantes, que continúa con su putinofilia gracias al implícito contenido antiestadounidense.

Ahora que el presidente de EE.UU., Donald Trump, admira a Putin, ¿la izquierda latina se volverá trumpista? ¿Estará en capacidad de analizar la nueva geopolítica para pensar en una política exterior de fomento a instituciones, derechos humanos y democracias? (O)

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