Hambre: la escritura del delirio
Hambre, la primera novela del escritor noruego Knut Hamsun (1859-1952), tiene toda la fuerza de la literatura introspectiva y profunda que con tanta sobriedad trabajaron escritores como Fédor Dostoievski y August Strindberg. En esa tradición, Hamsun aporta un matiz cómico en el tratamiento de su personaje, con la hipérbole y la ironía como los recursos del humor que hacen de su protagonista un personaje que se debate entre su situación económica y moral.
La hipérbole del relato se concentra en los apuros que el hambre ocasiona al protagonista y la exagerada importancia que da a las impresiones que los demás tienen sobre él. Quizás la distancia temporal sea lo que nos permita reír ante su desgracia, pero lo cierto es que esa inseguridad motivada por unas exigencias sociales estrechas conduce a escenas totalmente patéticas.
Hambre es la novela del personaje que llega a su límite. No tiene una sola pertenencia personal que pueda asegurarle un par de comidas después de pasar por la casa de empeños. La falta de dinero es un escarnio que le pesa y para esconderlo actúa de manera imprevista. El dinero del chaleco que empeñó a inicios del otoño no fue para su satisfacción, sino para dar caridad a un anciano cojo que se la había pedido.
La ironía es el otro mecanismo del humor clave de Hambre. Cuando el protagonista sale de la cárcel, esa noche en que ha mentido diciendo que es periodista de una publicación muy conocida y que se le ha pasado la hora de volver, dice que ha dormido como un ministro. Y es precisamente por esas pretensiones que no recibe el bono de comida que el encargado les da a todos los que han pasado la noche en el Ayuntamiento. El protagonista llega incluso a rechazar el dinero que le ofrecen como adelanto por un escrito, en momentos en que mastica virutas de madera para no desfallecer.
Y sin embargo, este desfallecimiento por el hambre pone al protagonista en un febril estado de conciencia propicio para la escritura. En su delirio, imagina situaciones disparatadas y diálogos que, en el fondo, son las anécdotas que soportan la trama de la novela; ejercita distintos modos de hablar; se adiestra para la creación minuciosa con las mentiras que inventa para escapar de la vergüenza que su extrema pobreza le causa.
Así, esta novela es también la novela del escritor. Por lo menos, del tipo de escritor que David Foster Wallace describe con estas palabras: “La mayoría de los escritores que conozco son híbridos raros. Hay una fuerte veta de egolatría asociada a una timidez extrema. Escribir es una especie de exhibicionismo en privado. Y también hay una soledad extraña, y un deseo de tener algún tipo de conversación con la gente, aunque no una gran capacidad real para hacerlo en persona” .
El protagonista de Hambre es un ególatra, un tímido y un solitario. Su mente febril y acuciada por el hambre se entrega constantemente al delirio de grandeza sobre la obra que concibe. Su escritura febril fluye desde su avezada imaginación mientras las hojas, sobre los más diversos temas, se acumulan a su alrededor. Al terminar las mira y considera que son lo mejor que se ha escrito al respecto.
Pero este escritor también es tímido, y el orgullo y la esperanza que depositaba en cada nuevo escrito se desvanecía conforme se acercaba a las oficinas de sus editores. En el camino relee los papeles que acaba de escribir, los arruga, se burla de cada cosa que ha escrito y de cómo lo ha escrito, hasta que renuncia a su propósito o termina entregando un manuscrito sucio. Para su sorpresa, no siempre le rechazan sus trabajos.
Y sobre todo, el protagonista de Hambre es un personaje solitario. No tiene familia ni amigos. Los diálogos que entabla con la gente son desatinados y le confieren un aura de locura que vuelve más intenso su ostracismo.
El protagonista de Hambre se obstina en convertir a la escritura en su medio de subsistencia. Él quiere vivir de la escritura y por eso escribe sobre diversos temas. No solo literatura. Es un eco quizás de esos personajes que aparecen ya en las novelas de Dostoeivski y Maupassant, a quienes sus vecinos llaman ambiguamente “literatos”, pero cuya escritura responde más bien al periodismo moderno. (O)