Fútbol, racismo, violencia y derechos (Parte III)
Los acontecimientos de racismo y violencia vividos hasta mediados del siglo XX y el contexto de la postguerra, fueron el escenario que dio lugar para que en los años 60 la FIFA incorpore en sus Estatutos la prohibición de la discriminación; normativa que actualmente luego de algunas reformas se recoge en su artículo 3: “Está prohibida la discriminación de cualquier país, individuo o grupo de personas por cuestiones de raza, color de piel, origen étnico, nacional o social, sexo, lengua, religión, posicionamiento político o de cualquier otra índole, poder adquisitivo, lugar de nacimiento o procedencia, orientación sexual o por cualquier otra razón y será punible con suspensión o exclusión”.
Desde ese momento y luego de 10 mundiales, mientras vivíamos la supremacía futbolística de Brasil, Alemania, Italia, Argentina, Francia e Inglaterra; el 6 de julio de 2001, en Buenos Aires, la FIFA organiza una Conferencia contra el racismo, en la cual participaron cientos de delegados de asociaciones, confederaciones y ONG.
La Conferencia fue el puntillazo inicial para que se apruebe una serie de acciones, como la resolución que promueve la lucha contra el racismo; el desarrollo de jornadas y mensajes en eventos deportivos mundiales; la reforma estatutaria y la creación del Código de Ética en el año 2004; el surgimiento de un grupo de trabajo contra la discriminación en 2013; la inclusión de tres pilares en la resolución del 2001: educación, prevención y sanciones y, la guía de buenas prácticas en el año 2015.
Los avances a nivel internacional requieren ser recreados en nuestros países; es preciso revisar los reglamentos, los mecanismos de prevención y educación, de control y sanción, de participación en las entidades y los clubes con enfoque de género y diversidad, involucrar de manera amplia y colaborativa a dirigentes, deportistas, aficionados, periodistas, autoridades estatales y ONG; parafrasear a Nelson Mandela, quien decía que “el fútbol une a la gente, crea esperanza y es más poderoso que los gobiernos a la hora de derribar barreras religiosas y políticas.” (O)