El jugador de fútbol cuando ya recorrió el sinuoso camino que lo condujo primero a cumplir sueños lejanos que se engendraron en sus inicios y, luego poder expresar con sus movimientos y resoluciones todo el talento innato que más allá del gran caudal de conocimientos adquiridos, será el sustento principal para triunfar en una carrera que no entiende de deseos pero sí premia la certidumbre. Recién ahí el jugador puede comprender que sus capacidades se potenciaron por la insistencia y la absorción de soportes que lo hacen un jugador integral. Para discernir lo difícil que es ser futbolista intentaré llevar la idea sumergiéndome en un análisis profundo y de esa manera desnudar viejas fábulas que nos han engañado y hoy ya son verdades inconsistentes. El entorno es primordial cuando el niño comienza a ser parte de un trabajo organizado, en equipo y que persigue por sobre todas las cosas dejar enseñanzas eternas y que faciliten futuras decisiones. Tener el educador indicado es sin lugar a dudas el puntapié más importante para que ese diamante en bruto absorba todos los conceptos con claridad sin dejar vacíos de formación. En edades tempranas se recomienda jugar mucho, divertirse y desde ese gozo ir adquiriendo experiencias, aprender a ser parte de un conjunto, insistir constantemente e incorporar información resolutiva, compartir objetivos en común con otros mancebos y no tener la equivocada premisa de que solo vale ganar. Un entrenador no puede poner en duda su trabajo por un resultado porque en realidad lo que se debe valorar son aquellos detalles imperceptibles para la mayoría como lo es un buen control, lectura adecuada del juego y lo que este amerita, subrayando con color rojo que el resultado puede ir de la mano con el desenvolvimiento de los jugadores como no, pero que las correcciones adecuadas y poner en práctica propósitos trabajados llevarán a que los niños crezcan de manera sólida y sin confusiones. Cuando esto no sucede vemos que muchísimos jugadores profesionales cometen errores de conceptos muy notorios y que en algunos casos se les hace prácticamente imposible enmendar. Si prestamos atención a jugadas muy puntuales podemos observar que los controles orientados resuelven jugadas difíciles y abren espacios en sectores determinantes, pero esta valoración que debería ser algo banal porque es parte del abecedario del balompié, se transforma en llamativo y le da un valor extra al que lo ejecuta. El deportista capta información para su desempeño pero también es imprescindible que asimile aquellos mecanismos de juego que no dependen del entrenador que tenga de turno, sino que son herramientas básicas que lo harán mejor y servirán por la claridad de su concepción al equipo que represente en su momento. Cuántas veces escuchamos decir en las discusiones futboleras, ese jugador es muy técnico o todo lo contrario, pero nadie se atreve a meterse en un análisis más exhaustivo y demostrar por qué quizás aquel que no goza de movimientos tan cautivantes puede llegar a ser más culto en sus ejecuciones que el denominado ‘técnico’, que ejecuta por naturalidad, pero seguramente con falencias técnicas, siendo algo muy contradictorio pero por qué al ostentar facilidad no se preocupó en su debido momento de absorber enseñanzas básicas. En definitiva lo que queda muy claro es que los jugadores que comprenden a cabalidad lo determinante que puede ser utilizar todos los cimientos incorporados a lo largo de su trayectoria aumentan su aptitud en el juego y van dejando con su accionar ejemplos tangibles para los más chicos que por naturaleza imitan a sus prototipos, en lo bueno y también en lo malo. (O)