Todos somos iguales ante la ley, merecemos la misma protección y tenemos los mismos derechos. Nadie puede ser discriminado por el color de su piel, preferencia sexual, creencia religiosa, género, opinión política o cualquier otro factor. Lamentablemente, en pleno siglo XXI la discriminación sigue estando presente en nuestros pensamientos, palabras y acciones.

Es doloroso, indignante y despreciable el asesinato de George Floyd en Estados Unidos, hecho que nos recuerda cómo el racismo ha marcado con dureza la historia del mundo entero y pese a las luchas por eliminarlo, sigue vigente.

Es importante reconocer que existe un claro sesgo hacia la población afroamericana por parte de ciertos miembros de la fuerza pública en varios países. Por eso, la formación en temas de derechos humanos debe ser una prioridad para quienes están llamados a servir y proteger a la comunidad.

Ahora bien, nada justifica el nivel de violencia y daños contra la propiedad pública y privada registrados durante los últimos días en las protestas en varias ciudades de Estados Unidos, pero también debemos admitir que la reacción del Gobierno Federal ante estos hechos no ha sido óptima. Es que las autoridades, en el marco de una crisis como esta, deben recabar todos los elementos para tomar decisiones informadas y bien pensadas, sin que estas sean consecuencia de presiones o pasiones.

Ni la aplicación de la fuerza extrema es una respuesta apropiada por parte de policías y militares contra manifestantes, así como tampoco es una respuesta prudente que las autoridades -como ya se ha anunciado en el municipio de Minneapolis- desmantelen o busquen mermar la autoridad de la fuerza pública. Eso sí, es urgente repensar y reestructurar a profundidad el concepto del uso de la fuerza por parte de policías y militares en un momento como el que vivimos.

Nuestra generación tiene el compromiso impostergable de trabajar en la educación desde el hogar y desde los gobiernos para que todos tengamos claro que la violencia jamás será una vía correcta y que nuestra diversidad debe ser un factor de unidad y concordia, jamás de separación, conflictos o discriminación. (O)