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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Punto de vista

El uso indiscriminado de las palabras: libertad, independencia y autonomía

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Digamos que nos enfrentamos a tres palabras resbalosas que vienen manejándose indiscriminadamente, tanto por quienes las emiten desde una posición de poder, tanto así como las entienden confusamente los destinatarios o receptores. Estas palabras son: libertad, independencia y autonomía. Parece ser que esta última, la autonomía, acuñada por las burguesías recientes, y que ha sido subida a los vocabularios de la burocracia, es un desaguadero legal de heredades de las castas que nunca quisieron perder el modo de vivir sentados en el erario público, succionando las imposiciones de las masas sometidas a la ‘cultura tributaria’, como se dice ahora a esa domesticación esclavizante, descontando que los evasores de las propias imposiciones son los que se sienten sus jueces investidos de esta moral hipócrita. Resumiendo esta idea inicial, nos cantaletean con las autonomías, ciertos beneficiarios de libertad y de independencia, que fueron procesos con los que captaron las democracias. El caso es que la plebe sigue llena de impuestos, como en la colonia, y sus líderes nos hablan demagógicamente de suprimirlos; y lo hacen solo mientras les sirve su discurso para captar el poder.

Tenemos un Estado que está armado sobre un esqueleto autonómico con tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La intención pudo haber sido buena para que nos sometieran modernamente a los ‘gobiernos autónomos y descentralizados’, dentro de las categorías más altas del Estado. Lo que no se ha previsto es que muchos pícaros, audaces, ególatras, mentirosos, maquillados por la publicidad y promocionados por el autobombo, llegan  a ocupar estos pedestales con inmunidad para hacer autonómicamente de las suyas. Mírese que nos cobran por barrido de calles cuando están llenas de porquería en muchos sectores. Todo esto se supone que ha sido discutido en interminables sesiones entre brillantes esquilmadores patógenos de organismos autónomos, laboratorios de nuestras pestes modernas, a los que tenemos que  mirarles subidos al pedestal de honorables toxinas. Hablan de seguridad ciudadana cuando el robo a la luz del día queda en la impunidad en los epicentros de la vida urbana. Hablan de lo bella que luce la ciudad llena de pintarrajos, rayaduras, de obscenidades.

Estas paredes son su espejo, en el que pueden mirarse los representantes de las autonomías, por no decir que dichas paredes son la cara de las ciudades, y son el reflejo de cuerpo entero de los  autonómicos que ganan esos ‘puestos’ ofertando componer y solucionar nuestra entrada al paraíso. Si hablamos de independencia y libertad en los procesos dados en América Latina, no debemos creer que se trata de sinónimos. Solo los que dependen de alguien, como los burócratas, pueden procurar ‘independencia’ para sentirse autónomos. Estas telarañas de palabritas tienen varios hilos en el cerebro de la gente. El caso es que, llegar a tener un cargo burocrático con autonomía, siempre ha significado gastarlo a su mejor arbitrio. Y a esos peldaños todavía llegan los desocupados de siempre, las castas que han manipulado liderazgos, astucia, argucias, vínculos, influencias, partidismo, militancias, intelectualidades y demás suerte de manipulaciones.

Con dictaduras y sin dictaduras, con reformas constitucionales o acomodándose a las constituciones, América Latina tiene un muestrario de ‘líderes’ que hacen y deshacen en los pueblos valiéndose de una ‘democracia’ medieval. Veamos una lista para entender mejor lo que estoy comentando, puesto que tienen que ver con el espacio político más alto, en donde sí funciona la libertad, la independencia y la autonomía que es hermana trasera de la dictadura:

Porfirio Díaz es el militar y político mexicano que ejerció el cargo de presidente en nueve ocasiones, desde 1876 a 1911, es decir por 35 años. Se expatrió a París, donde murió en 1915. François Duvalier fue médico y político que gobernó Haití desde 1957 a 1971, 14 años. Dejó como sucesor a su hijo Jean-Claude Duvalier, quien gobernó desde 1971 a 1986, 15 años. Augusto Pinochet, el militar que dio el golpe de Estado al socialista Salvador Allende, reprimió a Chile desde 1973 a 1990, es decir, por 17 años. Y así, como estos, hay muchos otros ejemplos. (O)

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